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Doscientos años de vínculos argentino-británicos: historia compartida, desafíos pendientes

A doscientos años del inicio formal de las relaciones entre la Argentina y el Reino Unido, el balance muestra una trayectoria tan intensa como compleja. Pocas relaciones bilaterales combinan de manera tan marcada momentos de profunda cooperación con etapas de desencuentro, silencios difíciles y heridas aún abiertas. Mirar este recorrido desde la perspectiva argentina exige reconocer tanto los aportes como las tensiones que moldearon nuestra historia común.

Los primeros contactos estuvieron atravesados por el contexto imperial británico y por el surgimiento de la Argentina como un actor político autónomo. Las invasiones británicas de 1806 y 1807 constituyeron un episodio traumático, aunque pronto dieron lugar a una relación distinta: en el marco de las independencias sudamericanas, el apoyo diplomático de George Canning y la convergencia con el proyecto emancipatorio de José de San Martín señalaron un reconocimiento mutuo clave para la inserción temprana del país en el sistema internacional. El Rule Britannia y su proyección global definieron desde el inicio un vínculo profundamente asimétrico, pero también pragmático.

Durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, el Reino Unido cumplió un rol decisivo en la construcción económica y estatal argentina. El comercio bilateral, la inversión británica en infraestructura, ferrocarriles, puertos, servicios financieros y transporte marcaron la arquitectura de nuestra modernización. También influyó en prácticas administrativas e institucionales que moldearon el funcionamiento del Estado. Fue la “época dorada” de la relación, cuando Londres se erigía como la columna sobre la que se organizaba el sistema internacional y una pujante Argentina agroexportadora era su socio privilegiado.

El declive paralelo que ambos países atravesaron desde mediados del siglo XX —el Reino Unido gestionando su ocaso imperial; la Argentina enfrentando crisis políticas y económicas recurrentes— reconfiguró el vínculo. Las prioridades comerciales se diversificaron y la centralidad bilateral disminuyó. Aun así, los lazos históricos y culturales mantuvieron viva una relación que, aunque menos determinante, siguió siendo relevante.

La Guerra de Malvinas en 1982 constituyó la mayor ruptura: un conflicto doloroso que marcó para siempre la memoria argentina y que definió posiciones indeclinables en ambas partes. Sin embargo, la reconstrucción del diálogo tras la recuperación democrática demostró una capacidad notable para recomponer la cooperación económica, educativa, cultural y científica sin renunciar a los principios nacionales. Ese proceso silencioso, paciente y muchas veces subestimado, permitió restablecer puentes incluso en medio de desacuerdos insalvables.

Doscientos años compartidos dejan una historia densa: momentos dulces y momentos amargos, avances, retrocesos y un largo tramo de silencios. Revisar este recorrido con madurez implica visibilizar lo vivido, abrir archivos, superar tabúes y promover una conversación honesta entre ambas sociedades. Conocer el pasado no significa quedar atrapado en él, sino comprender las condiciones para construir un futuro mejor.

El desafío del próximo siglo será transformar esta trayectoria en una relación más sólida, basada en el respeto, el diálogo y la cooperación para la solución de las cuestiones irresueltas. La Argentina tiene mucho para ganar de una interacción inteligente con un Reino Unido que sigue siendo una potencia científica, educativa y tecnológica relevante. Y el Reino Unido puede encontrar en la Argentina un socio con potencial estratégico en energía, medioambiente, innovación y recursos críticos.

Ojalá que el tercer siglo de vínculos argentino-británicos nos encuentre superando nuestras diferencias sin renunciar a los principios, y fortaleciendo una relación que -pese a todo- ha demostrado capacidad de persistir. Mucho hemos vivido juntos. Mucho hemos callado. Queda aún mucho por construir.

Federico Vaccarezza
Secretario
Departamento de Europa
IRI-UNLP