Tras la guerra de 12 días entre Israel e Irán en junio de 2025, que dejó instalaciones de producción de misiles y sitios nucleares iraníes gravemente dañados por ataques israelíes y estadounidenses, Teherán ha priorizado la restauración de su arsenal balístico como eje central de su doctrina de disuasión. La rápida recuperación de este programa, que incluye misiles de largo alcance capaces de alcanzar a su enemigo regional Israel y más allá, revela una estrategia defensiva y ofensiva que busca compensar la pérdida de influencia en el «eje de resistencia», a la vez que proyecta poder en un contexto de aislamiento regional que crece día a día.
Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha desarrollado su programa de misiles como respuesta a amenazas externas, invirtiendo en tecnología autóctona para contrarrestar la superioridad aérea de adversarios como Israel y Estados Unidos. Modelos como el Shahab-3, Ghadr, Emad y Sejil, con alcance de hasta 2.000 km, han formado el núcleo de este arsenal, considerado el más grande y diverso de Oriente Medio. Durante la guerra de junio, Israel apuntó sistemáticamente a fábricas de propelente sólido y bases subterráneas, reduciendo temporalmente el stockpile de misiles «pesados» (de alcance medio) entre 1.100 y 1.300 unidades, según estimaciones de inteligencia post-conflicto.
Sin embargo, la respuesta persa ha sido veloz. Inteligencia israelí y occidental reporta que, apenas seis meses después, Teherán ha restaurado su capacidad de producción a gran escala, con fábricas operando «las 24 horas» y reconstituyendo alrededor de 2.000 misiles pesados, un número similar o superior al nivel pre-guerra. Importaciones de precursores químicos como perclorato de sodio desde China, pese a sanciones ONU reinstauradas en septiembre de 2025, han sido claves para facilitar esta veloz reconstrucción. Ejercicios navales recientes de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) están incluyendo lanzamientos de misiles balísticos y de crucero de hasta 2.000 km, demostrando avances en precisión y guiado.
Un funcionario estadounidense declaró recientemente al canal de TV Al Arabiya que Irán ha reanudado el desarrollo de su programa de misiles balísticos de largo alcance, mientras la IRGC utiliza «todos los medios posibles» para transferir armas a proxies en Irak, Líbano (Hezbollah) y Yemen (hutíes). Este apoyo a grupos aliados se describe como la «máxima prioridad estratégica» de la República Islámica, permitiendo proyectar influencia indirecta pese al debilitamiento de Hezbollah tras los conflictos en el Líbano y la caída de Bashar al-Asad en Siria.
Esta priorización sobre el programa balístico refleja un nuevo cálculo para Irán: los misiles son vistos como disuasorios y, además, más factibles de reconstruir en comparación con el programa nuclear y el enriquecimiento de uranio. Funcionarios del propio gobierno iraní, incluyendo excomandantes de la IRGC, han enfatizado que el arsenal balístico es el principal medio de defensa contra Israel, pese a su limitada efectividad en junio, donde muchos proyectiles fueron interceptados.
En paralelo, Israel prepara opciones para nuevos ataques preventivos contra instalaciones de producción de misiles y sistemas de defensa aérea iraníes. Benjamin Netanyahu discutirá estas propuestas con Donald Trump en una reunión inminente, destacando la urgencia de contener esta amenaza antes de que Irán consolide su recuperación.
No obstante, Teherán enfrenta desafíos significativos. Las sanciones secundarias, la presión económica interna y la erosión de su red de proxies —con Hezbollah debilitado y rutas de suministro complicadas tras la pérdida de Siria— limitan su proyección regional. La IRGC, pese a su rol central, opera en un contexto de recursos limitados y aislamiento diplomático.
Para la Republica Islámica, la reconstrucción de su programa de misiles no es solo una respuesta técnica, sino un mensaje político: la determinación de mantener una capacidad de disuasión asimétrica. Sin embargo, esta escalada aumenta el riesgo de nuevos conflictos, en un equilibrio precario donde cualquier avance por parte de Irán podría cruzar líneas rojas con Tel Aviv o con los propios estadounidenses. La región observa si esta prioridad estratégica fortalece o expone aún más las vulnerabilidades de la República Islámica.

Misil balístico Khorramshahr, uno de los de largo alcance clave en el arsenal iraní
Julian Urain
Integrante
Departamento de Medio Oriente
IRI-UNLP