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De las capitales a las regiones: el ascenso de la paradiplomacia territorial en el Mercosur periférico

La reciente realización del VII Foro de Territorios Subnacionales del Corredor Bioceánico de Capricornio en San Salvador de Jujuy del 8 al 10 de octubre de 2025 –acompañada por la firma del Acta de Jujuy y el compromiso de avanzar en un modelo de integración basado en corredores logísticos sostenibles, valorización del territorio y encadenamientos productivos–, marca un punto de inflexión geopolítico en la configuración del MERCOSUR y de Sudamérica. En este contexto, proponemos leer estos avances como parte del «despertar del MERCOSUR periférico«, un concepto que desarrollamos para visibilizar el protagonismo creciente de regiones históricamente postergadas del Cono Sur en los nuevos procesos de integración física y económica del continente. Una nueva oportunidad de confirmar lo que ya se venía insinuando en foros previos: que la integración física, comercial y digital de los territorios en cuestión, no será sólo diseñada desde las capitales, sino también con una creciente influencia de las regiones involucradas, nos referimos al Estado brasileño de Mato Grosso Do Sul, los departamentos paraguayos de Boquerón, Presidente Hayes y Alto Paraguay, las provincias argentinas de Jujuy y Salta y las regiones chilenas de Antofagasta y Tarapacá; el núcleo duro del nuevo trazado del corredor vial que nace en la cumbre del MERCOSUR, en Asunción del Paraguay en diciembre de 2015.

Estos territorios, tradicionalmente vistos como “márgenes” del sistema económico y político de sus países, se están convirtiendo en vectores de transformación. Ya no se trata solo de conectar mercados: se trata de articular territorios, culturas, tecnologías, soberanías energéticas y ambientales. Ofrecen un marco de activos disruptivos que atesoran lo que el mundo demanda: minerales estratégicos como litio, tierras raras, cobre, plata, oro, uranio y otros; agro alimentos que nutren al planeta, biocombustibles, energías renovables, reservas de agua, el turismo de la mano de sitios patrimonio de la humanidad como Quebrada de Humahuaca en Jujuy y Bonito en Mato Grosso do Sul; culturas vivas que necesitan y buscan ponerse en valor a partir de la herencia hispanoamericana, los pueblos andinos y guaraníes, el inconfundible legado afroamericano y el valioso aporte de los descendientes de inmigrantes europeos y asiáticos que llegaron en los siglos XIX y XX; todo ello en el marco de una zona de paz única en el planeta.

Esta nueva edición, no fue solamente la conjugación de un ejercicio de diplomacia y paradiplomacia, sino la madurez y consolidación institucional del proceso de construcción subestatal regional más dinámico del cono sur. En este sentido, San Salvador de Jujuy, la capital no oficial de la guerra de la independencia argentina, se convirtió por unos días en el eje central de un proyecto que escala, transformándose en símbolo del viraje geoestratégico en marcha. Antaño, en épocas de antagonismo e hipótesis de conflicto militar entre Brasil, Argentina y Chile, estas regiones fueron piezas claves del tablero de la geopolítica de Brasil, cuyos máximos exponentes diseñaron los corredores viales transversales, para oponerse a la geopolítica determinista de la Cuenca del Plata que naturalmente tributaba a Buenos Aires; hoy, ese diseño se transformó en un engranaje virtuoso para completar el todavía inconcluso proceso de integración sudamericano.

Hay que recordar la mención explícita al Corredor Bioceánico de Capricornio por parte de los presidentes Lula da Silva y Santiago Peña durante la última Cumbre del MERCOSUR en Buenos Aires. Es la segunda vez, desde la Declaración de Asunción de diciembre de 2015, que este corredor estratégico figura en una cumbre presidencial del bloque, lo que señala un reconocimiento geopolítico maduro de su potencial. Como destacó el propio Lula, este trazado permite llegar más rápido y más barato a los mercados asiáticos, especialmente China, lo que implica ventajas competitivas clave para las exportaciones del centro-oeste brasileño, el Chaco paraguayo y el norte argentino.

Lo que está en juego aquí no es sólo una ruta: es un nuevo trazado de integración continental que busca alternativas al eje clásico São Paulo–Buenos Aires–Santiago. Ese eje histórico no ha logrado generar el derrame económico necesario ni soluciones estructurales de valor para las regiones interiores de Sudamérica. Por el contrario, la expansión agrícola del centro-oeste brasileño y el empuje exportador del norte paraguayo exigen salidas al Pacífico que sean más sustentables, eficientes y soberanas. Es en este escenario donde el Corredor Capricornio se convierte en un pilar estratégico.

El Acta de Jujuy, firmada por gobernadores y representantes de los ocho territorios citados arriba, articula con precisión una visión compartida: construir la gobernanza de un corredor bioceánico que no sea simplemente una infraestructura vial lineal, sino una red articuladora de desarrollo productivo, conectividad digital, logística multimodal avanzada e integración social.

Entre los acuerdos más relevantes, se destacan las solicitudes conjuntas a los gobiernos nacionales para mejorar el funcionamiento fronterizo (ampliación de horarios, dotación de recursos y equipamiento); y los avances en las tres dimensiones del Plan maestro del Corredor Bioceánico de Capricornio, elaborado con el apoyo técnico y financiero del BID. Este plan se estructura en cuatro ejes: facilitación del comercio, infraestructura física y digital, desarrollo productivo territorial y plataforma web de transparencia y gestión.

Más de 630 representantes públicos y privados participaron en el primer estudio, generando 230 oportunidades de mejora y 260 acciones prioritarias para facilitar el comercio. El segundo estudio identificó más de 100 proyectos estratégicos —muchos ya en fase de maduración— en infraestructura vial, ferroviaria, pasos de frontera, plataformas logísticas y conectividad digital. La tercera fase, en curso, apunta al desarrollo local productivo: minería, agroindustria, logística y turismo como sectores clave, con análisis específicos por territorio y planes de acción concretos.

En este contexto, resulta significativo que el foro haya institucionalizado las comisiones técnicas, otorgando mandatos formales a las entidades subnacionales para liderar planes de trabajo y consolidar el seguimiento operativo. La articulación entre gobiernos locales, sector privado y academia fue no solo promovida, sino formalmente incorporada al funcionamiento del corredor. Del mismo modo, se decidió establecer una reunión técnica anual y reforzar el uso activo del sitio web del CBC como repositorio oficial y herramienta de monitoreo.

Pero el foro no se quedó en la esfera subnacional. También avanzó en la articulación con los mecanismos diplomáticos nacionales: el Grupo de Trabajo del Corredor Bioceánico Vial (CBV), integrado por las cancillerías, fue parte del encuentro, y se acordó una agenda de reuniones periódicas conjuntas. Este paso es crucial para superar la fragmentación institucional y asegurar que los esfuerzos técnicos y políticos converjan en políticas coherentes de alcance binacional y multinacional.

Sin embargo, no se puede analizar el Corredor de Capricornio sin considerar el escenario geopolítico más amplio. La región asiste al avance de iniciativas como el Corredor Ferroviario transoceánico, impulsado por Brasil y China, que conecta el puerto de Açu en el Estado de Río de Janeiro, con el puerto de Chancay (Perú). Este proyecto —con fuerte respaldo financiero y estratégico chino—, produjo un memorando de entendimiento firmado en julio pasado, entre la empresa estatal brasileña Infra SA y el Instituto de Planificación e Investigación Ferroviaria de China para iniciar estudios técnicos, económicos y ambientales. Se puede analizar este proyecto como una ruta ferroviaria interoceánica que compita directamente con los flujos esperados por el Corredor Capricornio. O también concebirse como corredor complementario, algo que está por verse.

La apuesta del foro es clara: no basta con rutas y tratados, se requiere gobernanza territorial, visión compartida y herramientas técnicas y financieras concretas. El Acta de Jujuy no solo reafirma esa visión, sino que establece mecanismos para sostenerla en el tiempo. La transferencia de la presidencia pro tempore a Antofagasta en 2026, y luego a Tarapacá en 2027, garantiza continuidad y equilibrio geográfico, al tiempo que proyecta el foro hacia el Pacífico, su destino natural.

La figura del CBC tampoco puede entenderse sin referirse al liderazgo de Brasil, y el mapa estratégico de Rutas de Integración sudamericana, en coherencia con su política de Estado hacia Sudamérica. Allí, la Ruta 4 – Bioceánica de Capricornio aparece integrada a un esquema más amplio, que incluye otras cuatro rutas de conectividad regional. Este diseño no sólo es producto del Ministerio de Planificación y de la estrategia de Itamaraty, sino también del consenso entre distintos niveles de gobierno, academia y sector privado brasileño. Esa continuidad, basada en una visión geopolítica que supera los cambios de administración, contrasta con la fragilidad de la política exterior argentina, que desestima estos procesos por prejuicios anacrónicos o disputas internas. Argentina ha desarticulado durante décadas sus capacidades de pensamiento estratégico, confundiendo geopolítica con militarismo, y ha desatendido espacios clave de desarrollo federal. Así, mientras Brasil estructura su inserción sudamericana con lógica territorial, Argentina reproduce una mirada centralista y portuaria, desinteresada por alternativas como Capricornio, que cuestionan la hegemonía de los puertos del Atlántico.

En definitiva, el Foro de Jujuy deja en evidencia que el Corredor Bioceánico de Capricornio ha dejado de ser una hipótesis para convertirse en una política en construcción. La pregunta ya no es si se hará, sino con qué modelo de desarrollo, y para beneficio de quiénes. Lo que está en juego es si esta integración servirá para corregir las asimetrías territoriales del MERCOSUR o si será absorbida por las lógicas logísticas extractivas que han dominado históricamente la región. Un tablero de intereses donde juegan un rol activo inversiones norteamericanas (Estados Unidos, Canadá y México) chinas, japonesas y europeas que se suman a las locales para poner en valor los minerales estratégicos y otros negocios, sin olvidarnos de nuevas opciones para el narcotráfico.

Desde una perspectiva académica, el proceso del CBC debe leerse como un caso paradigmático de paradiplomacia articulada, planificación multinivel efectiva y gobernanza subregional proyectada hacia la economía global. Desde Jujuy, Boquerón, Tarapacá o Mato Grosso do Sul, se está escribiendo una nueva cartografía del desarrollo regional sudamericano. Y esa historia merece ser observada, comprendida y acompañada por nuestras instituciones académicas.

El Corredor de Capricornio ya no es una promesa sino una realidad en construcción. Representa el despertar de un nuevo MERCOSUR, más federal, más diverso, más eficiente. Un MERCOSUR periférico que interpela a las capitales a mirar hacia los bordes, porque es desde esos bordes donde se está redibujando el mapa del siglo XXI.

Alejandro Safarov
Integrante
Departamento de América Latina y el Caribe
IRI-UNLP