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17 de enero de 1920. Entrada en vigor de la “Ley Seca” en Estados Unidos

La Ley Seca, entendida como la prohibición de vender bebidas alcohólicas, estuvo vigente en los Estados Unidos entre el 17 de enero de 1920 y el 6 de diciembre de 1933. Fue establecida por la Enmienda XVIII a la Constitución de los Estados Unidos y derogada por la Enmienda XXI.

Durante gran parte del siglo XIX y los primeros años del XX, la inmigración hizo subir las estadísticas de ebriedad y de violencia intrafamiliar. En 1913 en Chicago, tuvo lugar un fuerte episodio de maltrato de un inmigrante italiano, en estado de ebriedad, hacia su esposa embarazada, que dio como resultado el nacimiento de un niño con mal formaciones. La noticia se expandió y la benefactora Jane Austin recogió al niño, que había sido abandonado a su suerte, y lo llevó a Hull House, donde se recibía a niños abandonados. Muchas mujeres comenzaron a contar a la opinión pública que sus maridos llegaban borrachos el fin de semana o simplemente dilapidaban el sueldo en comprar licor, dejándolas en el más completo desamparo. Surgió así el llamado Movimiento por la Templanza, entendida primero como moderación en el comer y en el beber, luego como prohibición total de consumir alcohol, y finalmente como una condena de todo lo relacionado con el alcohol, especialmente la industria que lo producía y lo vendía. Varios predicadores vinculaban la venta y el consumo de alcohol con un clima general de decadencia y con otros vicios morales tales como la prostitución. Se decía que el consumo de alcohol provocaba pobreza en las masas, enfermedades varias, demencia, y estimulaba la delincuencia.

La Primera Guerra Mundial fue aprovechada por los activistas de la templanza como una ocasión para el “mejoramiento moral” del país, resaltando que gran parte de la cerveza consumida por los estadounidenses era producida por industrias de inmigrantes alemanes, y afirmando que reducir el consumo de este licor sería una actividad patriótica.

En 1917, el Congreso aprobó la Enmienda XVIII que prohibía la venta, importación, exportación, fabricación y el transporte de bebidas alcohólicas en todo el territorio de Estados Unidos. En enero de 1919 la enmienda fue ratificada por 36 de los 48 estados de la Unión, siendo susceptible de imponerse como ley federal. La ley seca no prohibía ciertamente el consumo de alcohol, de hecho se siguió importando vino de Jerez para uso medicinal y religioso, pero lo hacía muy difícil para las masas, porque prohibía la manufactura, venta y transporte de bebidas alcohólicas, ya fuera para importarlo o exportarlo. Y aunque la producción comercial de vino estaba prohibida, no fue impedida la venta de jugo de uva, que se vendía en forma de ladrillos semisólidos llamados bricks of wine y eran utilizados para la producción casera de vino.

Aunque muchas personas creen que fue un fracaso absoluto, lo cierto es que durante la década de los años 1920 el consumo de alcohol disminuyó a la mitad, y se mantuvo por debajo de los niveles anteriores hasta bien entrados los años 1940, lo que sugiere que socializó a buena parte de la población en hábitos de sobriedad, al menos temporalmente. Ahora bien, tuvo efectos secundarios negativos, y fue perdiendo apoyos progresivamente. Se siguió produciendo alcohol de forma clandestina y también importando clandestinamente de países limítrofes, provocando un auge considerable del crimen organizado.

Durante la década de 1920 la opinión pública dio un giro, y la gente decidió que había sido peor el remedio que la enfermedad. El consumo de alcohol no solo subsistió, sino que ahora continuaba de forma clandestina y bajo el control de feroces mafias. En vez de resolver problemas sociales tales como la delincuencia, la ley seca había llevado el crimen organizado a sus niveles más elevados, como nunca antes se había percibido en los Estados Unidos. El gobierno federal gastaba enormes cantidades de dinero tratando de forzar la obediencia a la ley seca, pero la corrupción de las autoridades locales y el rechazo de las masas a la Prohibición, demostrada por el hecho de que el consumo no disminuía, hacían más impopular sostener la ley Volstead.

El 21 de marzo de 1933 Roosevelt firmó el Acta Cullen-Harrison que legalizaba la venta de cerveza que tuviera hasta 3,2 % de alcohol y la venta de vino, siendo aplicable a partir del 7 de abril de ese mismo año, derogando la ley Volstead. Meses después diversas convenciones estatales ratificaron la Enmienda XXI a la Constitución de Estados Unidos, que derogaba la Enmienda XVIII. La nueva enmienda fue ratificada el 5 de diciembre de 1933 por el Senado de los Estados Unidos.


Rocío Cortés

Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales (CoFEI)
Departamento de Historia
IRI – UNLP