Como sabemos, la caída de la Unión Soviética se produjo en 1991 y dio fin al sistema bipolar que regía hasta entonces. Tanto el autoritarismo como la centralización, el declive de las tasas de crecimiento junto al fracaso del sistema económico, los racionamientos, la costosa carrera armamentística, las revoluciones y los movimientos independentistas influenciados por el nacionalismo y el fallido intento de reformas por parte de Mijaíl Gorbachov, fueron algunos de los tantos factores que hicieron que aquel sistema, basado en la ilusión pero atravesado por graves fisuras intrínsecas, llegara a su fin.
Aquél colapso no solo dejó perplejos a muchos sino que abrió camino al Nuevo Orden Mundial marcado por una geopolítica completamente nueva, en la cual Estados Unidos no tardaría en buscar imponer su hegemonía, reafirmando sus ambiciones de superpotencia.
Para el 2 de Febrero de 1992 el conocido diario estadounidense “The New York Times” anunciaba en sus tapas que George H. W. Bush y Boris Yeltsin hacían pública la declaración formal del fin de la Guerra Fría luego de más de cuatro décadas de rivalidad. De este modo, proclamaban una nueva era de amistad entre ambos países, fundada en la confianza mutua, el respeto y el compromiso común con la democracia y la libertad económica. De hecho, y a partir de entonces, acordaban intercambiar visitas entre Moscú y Washington e incluso, los Estados Unidos, se comprometía a establecer embajadas en 5 antiguas repúblicas soviéticas.
Asimismo, los dos líderes revisaron una serie de propuestas sobre el control armamentístico nuclear y el nuevo programa de reformas propuesto por Yeltsin. Sin embargo no se alcanzaron acuerdos sobre estos temas por lo que se pospusieron las conversaciones para el siguiente invierno. Lo que constituyó la pieza central de la reunión fue la declaración firmada por ambos dignatarios, en la cual se exponían los principios generales para regular el futuro de las relaciones de los Estados Unidos y Rusia. En otras palabras, se proclamó explícitamente que ambos países ya no se consideraban adversarios potenciales.

Montserrat Acosta Ruiz de los Llanos
Colaborador de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP