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2 de febrero de 1999: asunción de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela

Desde hace tiempo, Venezuela vive una compleja situación política y social. En el centro se encuentra el chavismo, un movimiento que  continúa desatando pasiones a favor y en contra. En un nuevo aniversario de la primera asunción de Hugo Rafael Chávez Frías, continúan los debates respecto a su legado.
“El Comandante” fue electo en diciembre de 1998 en un contexto en el que muchos historiadores coinciden en comparar con el actual. Aún se sentían las consecuencias del “Caracazo”, ocurrido casi una década atrás y se vivía una situación económica angustiante, tras el experimento neoliberal que sacudió a toda Latinoamérica. A nivel político, y tras la finalización del gobierno de facto de Marcos Pérez Jiménez y el
retorno a la democracia en 1958, Venezuela se movía en una órbita bipartidista en la cual, la Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei) se alternaban en el poder. A pesar de sus estructuras, ninguno de estos dos grandes partidos había podido solucionar los problemas de fondo que sufrían los venezolanos. Y fue entonces donde Chávez, un ex militar con dudosa
reputación, llegó con promesas de atender a las clases más necesitadas.
El instaurador del “Socialismo del siglo XXI” apareció por primera vez en la prensa en 1992, cuando lideró un fallido golpe de Estado que intentaba derrocar al gobierno de Carlos Andrés Pérez. Fue a prisión, pero dos años más tarde fue indultado por el presidente Rafael Caldera. Después de esta experiencia, Chávez decidió colgar el uniforme militar y se adentró de lleno en la carrera política que lo llevó al poder en
1999.
En los casi catorce años que se mantuvo en el poder, Chávez introdujo profundas transformaciones en Venezuela. Apoyado en una “primavera petrolera” pudo reducir drásticamente la pobreza y emprendió múltiples programas de salud, vivienda y alimentación que mejoraron la calidad de vida de gran parte de la población. No obstante, muchos acusan al chavismo de destruir las instituciones democráticas con
dos reformas constitucionales (especialmente la última, en la que se permitió la reelección indefinida), de minar la libertad de expresión a través de un ataque directo a la prensa y de la situación crítica actual de varias industrias fundamentales para el desarrollo del país, debido a sus esquemas de estatización.
A nivel internacional, el chavismo también encabezó procesos de cambio y lideró una cruzada antiestadounidense (“antiimperialista” en el discurso) que lo llevó a acercarse a países como Cuba y Nicaragua y potencias como China y Rusia. También se relacionó con los países de la región y aunó esfuerzos con otros mandatarios de la denominada “izquierda latinoamericana” para incorporar a Caracas al Mercosur
(suspendido desde 2017) y participar activamente en la conformación de la hoy extinta Unasur.
En una Venezuela en crisis, la reflexión sobre las consecuencias del chavismo se encuentra en el centro del debate. Sin embargo, probablemente, deban transcurrir algunas décadas más para poder hacer una valoración más profunda que no se encuentre “salpicada” por la coyuntura.
Jessica E. Petrino
Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI – UNLP