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27 de abril de 1994: fin real del apartheid, la elección de Nelson Mandela, el primer presidente democrático en Sudáfrica

El primer presidente democrático en Sudáfrica: Nelson Mandela, el fin real del apartheid “Separados pero iguales”, frase que gobernó casi 50 años -en lo formal- a Sudáfrica, encontraría su fin real el 10 de mayo de 1994.
Después de siglos de segregación, discriminación y violencia interna entre población blanca y negra, la elección del primer presidente elegido democráticamente, Nelson Mandela, significó un giro en la vida de la política sudafricana. Desde aquella fecha su partido, el Congreso Nacional Africano (CNA), gobernó ininterrumpidamente el país durante un cuarto de siglo.
La población afrikáneres –descendientes neerlandeses en su mayoría- gobernó Sudáfrica junto con los británicos desde las épocas de conquista. Nucleados en el Partido Nacional, este 20% de la población veía al país como una tierra “entregada por Dios” a la raza blanca. El 70% de población negra -junto al 10% de indios y mestizos- eran vistos como una amenaza para la estabilidad económica y política del Estado, por lo cual se emitieron alrededor de 148 leyes de apartheid desde que asumieron en 1948 para formalizar lo que ya existía en los hechos.
Prohibición para votar y acceder a posiciones de gobierno, accesos diferentes en edificios, espacios y transportes públicos, imposibilidad de ejercer áreas de negocios reservadas para los blancos, obligación de llevar pasaporte, y diversos decretos en lo civil y económico aumentaron paulatinamente la segregación racial.
No obstante, el punto de mayor exacerbación fue en 1956 con la creación de los bantustanes, una suerte de nuevos estados autónomos -aunque no independientes- en los que se concentraría el 70% de población negra. En los hechos, significaba condenar a esas personas a la miseria ya que dichas tierras no tenían agricultura o industrias suficientes para alimentar a las grandes masas de población hacinada.
En este contexto, el CNA junto a otros partidos de oposición organizaron –en sus inicios- distintos movimientos de resistencia pacíficos como la “Campaña de desafío” la cual convocó una gran cantidad de estudiantes y jóvenes. Después de
que 69 manifestantes del CNA fueran asesinados por la represión policial en Sharpeville, la estrategia de Mandela viró hacia los sabotajes y los boicots.
Alrededor de 1960 al mismo tiempo que el CNA creaba su brazo armado de más de 11 mil miembros denominado “La Lanza de la Nación” el gobierno de turno declaraba estado de emergencia. El nuevo grupo clandestino se enfocaría en bombardear instalaciones de importancia económica o simbólica, excluyendo atentar contra vidas humanas.
Lo que no se encontraba dentro de los planes del movimiento organizado fue la encarcelación de 19 de sus líderes. En 1963, durante el juicio de Rivonia, Mandela junto a sus compañeros fueron acusados de sabotaje, traición y conspiración violenta para derrocar al gobierno. Fueron condenados, en virtud de ello, a cadena perpetua. Durante su defensa, el sudafricano dio un famoso discurso asegurando que estaba “listo para morir por el ideal de una sociedad democrática y libre en dónde todas las personas vivan en armonía y con igualdad de oportunidades”.
A pesar de ser de que su máximo referente fue privado de libertad durante 27 años, el activismo de la CNA fue continuado por su esposa Winnie (a quien en la década de los ’90 se acusaría de crímenes y de asesinatos) y otras incipientes figuras como Steve Biko (quién luego fue arrestado y torturado hasta fallecer).
Continuar con la lucha tuvo éxito. Para 1990 la situación para el gobierno era insostenible: el descontento social crecía exponencialmente, los blancos sólo constituían el 15% de la población y eran los únicos que encabezaban las cúpulas
de poder de un país africano. Además, las severas críticas internacionales provocaron que varios países se rehusaran a comprar o invertir en Sudáfrica.
Frederick de Klerk, a pocos meses de iniciar su mandato en 1989, legalizó el CNA -prohibido desde 1960- y liberó a Mandela, con quien entabló negociaciones cuyo resultado final fue la desmantelación institucional del apartheid, lo cual les valió el
premio Nobel de la Paz a ambos en 1993.
Gracias a un referéndum, de Klerk, el CNA y otros grupos de oposición elaboraron una nueva constitución que fijaba la fecha de las próximas elecciones. Aunque hubo algunos episodios aislados de bombas en centros de votación 18 días antes
de los comicios, por primera vez miles de sudafricanos negros hicieron fila durante horas para emitir su voto y elegir nuevos líderes democráticamente. El 27 de abril de 1994, con el 62% de los votos, Nelson Mandela se convertía en el primer
presidente negro y democrático de Sudáfrica.

En palabras de John Carlin, periodista que tuvo la oportunidad de conocer y cubrir el trabajo del histórico mandatario sudafricano, “su legado hoy es que la democracia sudafricana es fuerte. El sistema de justicia trata por igual a pobres y
poderosos; la prensa no podría ser más libre; las elecciones se celebran cuando
se tienen que celebrar y los resultados se respetan”.

“Que haya justicia (…) paz (…) trabajo, pan, agua y sal para todos. (…) Nunca,
nunca jamás volverá a suceder que esta hermosa tierra experimente de nuevo la
opresión de los unos sobre los otros, ni que sufra la humillación de ser la escoria
del mundo. Que impere la libertad. El sol jamás se pondrá sobre un logro humano
tan esplendoroso. Que Dios bendiga a África”.

Augusto Gabriel Arnone
Colaborador de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
IRI–UNLP