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Día Internacional de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo

Este pasado viernes 21 de agosto, se ha conmemorado el Día Internacional en Homenaje a las Víctimas del Terrorismo. Indudablemente, una fecha para recordar a todas las personas que han sufrido la violencia de estos ataques. En primer lugar, a los miles de muertos, a los millones de heridos y mutilados, pero también a sus familias y seres queridos que, no sólo han sufrido pérdidas irreparables, sino que, además, han experimentado traumas emocionales y psicológicos difíciles de comprender en su total envergadura. Según los expertos, incluso quienes han presenciado un atentado y han salido ilesos de él, han sido golpeados de tal forma que, muchos de ellos no volvieron a ser quienes eran antes de ese episodio.

Como sabemos, uno de los objetivos de esta estrategia de violencia política apunta a propagar el terror; a desestabilizar a las sociedades y a quebrar sus defensas físicas y espirituales en profundidad. De hecho, quienes la diseñaron, pensaban que el miedo superlativo y la angustia colectiva eran las mejores herramientas para arribar a sus objetivos. Como afirma Jáudenes Jordano, uno de los rasgos que distingue al terrorismo de otras formas de violencia política, es su naturaleza imprevista y el impacto que ésta genera. En otras palabras, es la imprevisibilidad de sus ataques lo que incrementa su capacidad amedrentadora pues la sorpresa generaliza el miedo colectivo entre la población, imposibilitada para resguardarse del peligro.

Estas apreciaciones requieren de una sólida comprensión de la “psicología del miedo”, que es consiente y hábilmente manejada por los terroristas.

“El terrorismo destruye la solidaridad, la cooperación y la interdependencia en que se basa la actividad y la estructura social, sustituyéndolos por la inseguridad y la desconfianza mutuas.” [1]

Por otra parte, se trata de una estrategia que está muy lejos de ser controlada, neutralizada y menos aún eliminada. Acosa a cientos de poblaciones en el planeta; algunas ricas y desarrolladas y otras, muy pobres y atrasadas. Para peor, al no existir acuerdo entre los Estados para definirlo, tipificarlo y combatirlo, el terrorismo se alza como una amenaza no sólo trágica e irrefrenable, sino como un delito que, en muchísimos casos, queda impune. De esta manera, las víctimas no tienen ni siquiera el derecho a la justicia por su sufrimiento.

Indudablemente, nuestro mundo es complejo y sus problemas parecen incrementarse día a día. El terrorismo es uno de sus flagelos; un flagelo que no sólo no disminuye, sino que se incrementa, se fortalece y se potencia cada vez más. Sus víctimas, merecen nuestro reconocimiento, nuestro respeto y nuestra empatía.

Referencias

[1] Hutchinson, M. C “The concept of revolutionary terrorism.” Journal of Conflict Resolution, 1973. Citado por Wardlaw, g. Op. Cit. Pp. 86

Patricia Kreibohm
Coordinadora
Departamento de Historia de las Relaciones Internacionales
Observatorio Universitario de Terrorismo (Departamento de Seguridad Internacional y Defensa)
IRI – UNLP