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La trampa de Tucídides en el siglo XXI: 2500 años después, el historiador griego parece estar más vigente que nunca

En el año 2012, el historiador estadounidense Graham Allison, en un artículo del Financial Times, acuñó un término conocido como la Trampa de Tucídides. Este se refería a la elevada posibilidad de conflictividad que se desarrolla entre dos potencias desde del ascenso de una, a partir del cualse produce un incremento de la tensión con otra potenciaya establecida -un hegemón-. El nombre del término en cuestión emana de una celebre frase del historiador ateniense del siglo V a.C: “fue el ascenso de Atenas y el temor que esto infundió en Esparta lo que hizo inevitable la guerra”. Allison[1] emprendió allí un sucinto análisis de diferentes casos en los que, ante la emergencia de nuevas potencias, le sucedió una escalada de conflicto con las potencias ya establecidas.

Algo similar había visto Henry Kissinger, y prácticamente, al mismo tiempo. En el año 2011, por medio de su conocido libro “China”, el ex secretario de Estado de Estados Unidos, llamaba a evitar repetir la escalada de conflictividad que llevó a Reino Unido y a Alemania a generar la primera guerra mundial -o la gran guerra como la conocieron sus contemporáneos-.

Luego de diez años, pareciera que el llamado de atención de Kissinger ha surtido poco efecto. Esto no es sorpresivo. Desde hace años, las relaciones entre EE.UU. y la República Popular de China (RPCh) han tenido, a pesar de oscilaciones de distención y vínculos cordiales entre ambos Estados, un claro incremento en su componente conflictivo. Desde las tensiones del mar del sur de China[2] -o mar meridional-, hasta las cruces por Taiwán. La política estadounidense, lejos de seguir una estrategia de desescalada, pareciera apegarse a la lógica de, por un lado, muestra de músculo y, por el otro, la construcción de redes con países aliados de Washington en el Pacífico, con la finalidad de cercar, en términos talasopolíticos, a Beijing.

Por su parte, China ha venido expresando, desde principios del siglo XXI, la necesidad de equiparar sus fuerzas militares a su creciente capacidad económica y comercial con la finalidad de que la primera garantice la seguridad para el desarrollo de las segundas y efectivamente que lo ha hecho. El incremento  sostenido del presupuesto de defensa chino, desde el año 2000 al año 2020, fue de un 1133% (valor en dólares actuales)[3]. En el año 2022, el presupuesto militar de la RPCh, ha tenido un incremento nominal del 7,1% en relación a su predecesor del ’21 [4]. El crecimiento de dicho presupuesto se ha visto acompañado por una sustancial ampliación en el tonelaje de flota que, en 2021, alcanzó los 2 millones de toneladas totales. Si bien el número aún no equivale al de EE.UU -4.5 millones de toneladas-, no deja de generar alarmas en Washington. Recientemente, China botó su nuevo portaaviones, el Tipo 003 o Fujian 18 (portaviones de segunda generación y el tercero de la armada china). Con esto China se consolida como el segundo país con mayor cantidad de portaaviones luego de Estados Unidos. Además, el Fujian es sustancialmente más sofisticado que sus antecesores, y ha sido construido íntegramente en China.

La magnitud de las capacidades militares de la RPCh no se ha encontrado desconectada de la lectura, por parte de Beijing, de un contexto de crecientes tensiones en el Sistema Internacional contemporáneo. Dicha lectura es compartida por su socio estratégico, la Federación de Rusia.

Las crecientes tensiones queestán desarrollándose -al momento en que escribimos estas líneas, a partir de la visita de la Presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU, Nancy Pelosi, a Taiwán- se inscriben en un contexto en el que las mencionadas tensiones internacionales se encuentran en los niveles más altos desde el final de la guerra fría. La guerra de Ucrania ha sido una expresión de la inestabilidad sistémica en la que nos encontramos. Taiwán se suma a este escenario, de por sí profundamente conflictivo. En todo caso, y lamentablemente, Washington pareciera promover la inestabilidad del extranjero cercano tanto de Rusia como de China. Así fue en el caso de la posible adhesión de Ucrania a la OTAN, y así parece en el caso de la visita de Pelosi a Taiwán en el marco de su gira asiática. La trampa de Tucídides parece estar funcionando a la perfección.

Referencias:

[1]Allison, G. (2015).“The thucydides trap: Are the u. S. And china headed for war?”. The Atlantic. https://www.theatlantic.com/international/archive/2015/09/united-states-china-war-thucydides-trap/406756/.

[2]Hemos escrito, junto a Lucas Pávez Rosales, un artículo sobre este asunto.Caubet, M & Pávez, L (2017). “La Proyección Talasopolítica de China y las Disputas Territoriales en el Mar Meridional”. Revista Chilena de Relaciones Internacionales, Vol. I, N° 1. Pp 188-219.

[3]https://datos.bancomundial.org/indicador/MS.MIL.XPND.CD?locations=CN. Consultado por última vez el 2/8/2022.

[4]https://www.janes.com/defence-news/news-detail/china-increases-2022-defence-budget-by-71 Consultado por última vez el 2/8/2022.

Matías Caubet
Alumno de la Maestría en Relaciones Internacionales (IRI – UNLP)