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‘Histórica’, ‘estratégica’ y ‘amistosa’ visita de Xi Jinping a Rusia

Por si quedaba alguna duda sobre la importancia y el significado histórico de la cumbre de máximo nivel en Moscú entre el gobierno de China y el de Rusia, el diálogo de la despedida entre Xi Jinping y Vladimir Putin fue contundente:

Xi: «Ahora hay cambios que no se habían producido en 100 años. Cuando estamos juntos, impulsamos estos cambios».
Putin: «Estoy de acuerdo».
Xi: «Cuídate, querido amigo».
Putin: «Buen viaje”.

El propio título del documento emitido al finalizar la reunión habla por sí solo: Profundización de la Asociación Estratégica Integral de Coordinación para la Nueva Era.[ii]

Como recordó el propio Putin, ambos mandatarios tuvieron unas 40 reuniones en 14 años. Pero esta cumbre tuvo un tenor especial. Es primer viaje al exterior del mandatario chino luego de su re-elección y su primer destino exterior luego de la pandemia. A su vez, se produce en plena guerra en Ucrania, cuando se especuló mucho sobre cómo iba a afectar la incursión directa de las fuerzas armadas de Rusia en su vecino país en la relación entre ambas potencias. Y, además, coincidió con los 20 años de guerra de Irak protagonizada por Estados Unidos, el polo anglo-estadounidense y aliados, que marcó junto con la guerra en Afganistán el inicio de apuestas militares por parte de Washington para “prevenir” lo que finalmente sucedió: su declive relativo, la crisis de hegemonía y el ascenso de nuevos polos de poder.

Los propios protagonistas de la cumbre se encargaron de reforzar esos tres aspectos centrales de la relación entre ambas potencias euroasiáticas que se señalan en el título de la nota: sus carácter histórico, estratégico y amistoso. A su vez, destacaron tres ejes de la asociación euroasiática: el verdadero multilateralismo frente a la imposición unilateral occidental, la promoción de la recuperación post-pandémica frente a las estrategias emanadas de la mentalidad de “guerra fría” que socavan el crecimiento y la cooperación, y la construcción de un mundo multipolar frente al viejo orden unipolar.

La cumbre mostró que la confianza mutua de alto nivel y la coordinación entre las dos potencias principales son sólidas y se elevarán a un nivel superior a pesar de la “turbulencia en el mundo”. Xi también reforzó el carácter prioritario de las relaciones con Moscú, así como el lugar de potencia de primer nivel de Rusia —algo que los globalistas de Washington y Occidente suelen desconocer— y sentenció que “somos potencias vecinas y socios estratégicos a todos los niveles”. Es decir, para Beijing, como también para Moscú, la asociación es estratégica y prioritaria ya que entienden que de no existir no podrían avanzar en sus objetivos fundamentales.

Para Xi el viaje tenía una “lógica histórica”. Justamente, la dimensión histórica fue puesta de relieve en varias ocasiones, como en la contundente despedida citada al principio. Ello resalta que la asociación estratégica integral está estrechamente relacionada con protagonizar cambios estructurales en el sistema mundial, en una situación de transición histórica-espacial, como se observó hace 100 años —cuando se produjo la revolución rusa y se desarrolló la revolución nacional y social de China (1911-1949) en estrecha colaboración con el comunismo soviético, transformando de forma permanente la realidad política mundial. La asociación entre China y Rusia busca, en la visión de sus propios protagonistas, impulsar nuevamente la historia.

El carácter histórico del vínculo y de la reunión fue también resaltado por Putin, quien señaló que: “Durante este tiempo, el mundo ha visto muchos cambios, a menudo no para mejor. Sin embargo, lo principal no ha cambiado: me refiero a la firme amistad entre Rusia y China, que se fortalece constantemente en beneficio y en interés de nuestros países y pueblos. Las relaciones Rusia-China han alcanzado el nivel más alto de su historia y están ganando aún más fuerza; superan en calidad a las alianzas político-militares de la época de la Guerra Fría, sin nadie a quien ordenar constantemente y nadie a quien obedecer constantemente, sin limitaciones ni tabúes.”

A su vez, el primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, afirmó en este sentido que: «En Rusia estamos sinceramente interesados en fortalecer aún más nuestra asociación integral y compromiso estratégico con China. Nuestras relaciones están al más alto nivel en toda la historia de muchos siglos e influyen en la formación de la agenda global, en la lógica de la multipolaridad”.

Para la intelectualidad rusa y los cuadros del nacionalismo eurasianista, esto forma parte de un movimiento secular, un giro hacia el Este que comienza a partir de 2014 con el inicio de la guerra en Ucrania —cuando Moscú entiende que el Euromaidán y el golpe pro-occiental en dicho país habían traspasado todas las líneas rojas de seguridad. Para el Kremlin, el horizonte estratégico fundamental pasaría por volcarse con más fuerza hacia Asia, proveer de energía y otras materias primas a China, India y al sudeste asiático (las grandes plataformas industriales en ascenso), aprovechar su ubicación como gran puente euroasiático y próxima gran ruta marítima por Ártico y, sobre todo, tener capacidad para resistir una década de declive agresivo de los Estados Unidos y de Occidente.[iii] Bajo esta perspectiva analítica que domina en Moscú, China es el gran colchón estratégico que haría posible resistir declive agresivo del atlantismo y desarrollar un bloque alternativo en Eurasia.

El concepto de ‘amistad’ resulta clave y se insistió con el término en los diferentes mensajes públicos. Ya había llamado la atención en febrero de 2022 —pocos días antes de que el gobierno ruso decidiera la invasión denominada “intervención militar especial” en Ucrania justo 8 años después de la destitución del ex presidente ucraniano Victor Yanukóvich— la definición oficial de la relación adoptada por ambas potencias como de “Amistad Sin Límites”. Lo cual fue reforzado sistemáticamente por acento en la gran relación personal entre ambos líderes. Xi ha llegado a describir a menudo a Putin como su mejor amigo, en un claro sentido político del término. También se despidió ahora de Putin diciendo “cuídate, querido amigo”. El propio Putin publicó antes de la visita un artículo en el Diario del Pueblo de China, el cual comienza resaltando este carácter de la relación:

Conocí al camarada Xi Jinping en marzo de 2010 cuando visitó Moscú como jefe de una delegación china de alto nivel. Nuestra primera reunión se llevó a cabo en un ambiente muy profesional y al mismo tiempo sincero y amistoso. Me gusta mucho este estilo de comunicación. Sé que la gente en China concede gran importancia a la amistad y las relaciones personales. No es coincidencia que Confucio, el Sabio, dijera: “¿No es una alegría tener amigos que vienen de lejos?”. En Rusia compartimos este valor y tenemos verdaderos amigos como hermanos. Nuestros dos pueblos tienen mucho en común aquí.

Lo que se resalta con ello es la cuestión de la confianza y la credibilidad como elementos clave de las relaciones inter-estatales, lo que contrasta con la relación de desconfianza con el “Occidente geopolítico”, cuestión permanentemente remarcada por el Kremlin; así como también el hecho de compartir valores comunes, lo que está en consonancia con la narrativa china de proyectar “Una comunidad de destino común, un hogar compartido para la humanidad”. Son palabras y gestos que procuran mostrar que la relación va más allá de intereses inmediatos e involucra otras esferas, además de la racional. También se busca profundizar los lazos entre sus respectivas sociedades, lo cual fue reforzado por los artículos publicados por ambos mandatarios en grandes periódicos del otro país antes de la visita.

Sucintamente, resulta parece relevante destacar cuatro cuestiones fundamentales.

Primero, la relación entre Rusia y China es una asociación estratégica estructural e integral, y resulta clave para entender la transición de poder actual. Desde los 5 de Shanghai en 1997, primer paso clave posterior a la Guerra Fría, que luego derivaría en la conformación de la Organización para la Cooperación de Shanghái en 2001, hubieron 26 años de avances constantes en la asociación estratégica entre ambas potencias. Y justamente comenzaron allá por 1997 y en paralelo a la decisión de expandir la OTAN por parte las potencias atlantistas, junto a otras decisiones consideradas unilaterales, proclamando la necesidad de construir un mundo multipolar. Las grandes crisis y las políticas de “contención” impulsadas por el Occidente geopolítico, no hicieron más que profundizar esa asociación, como lo vemos ahora en la nueva visita de Xi.

Segundo, la cumbre claramente buscó mostrar y reforzar el vínculo entre Rusia y China. El viaje de Xi fue todo un mensaje en sí mismo y dejó claro que la guerra en Ucrania que enfrenta a Rusia con la OTAN no sólo no afecta el vínculo entre ambas potencias y su estrategia de asociación a largo plazo, sino que la profundiza, reforzando los principios comunes que impulsan para construir un orden mundial multipolar. Putin aseguró que ambos países tienen «numerosos objetivos en común», y alabó a China por su «posición justa y equilibrada sobre los temas internacionales más urgentes”. De su parte, Xi declaró que China está «dispuesta a mantenerse firmemente al lado de Rusia» en aras de un «verdadero multilateralismo».

También esto es un mensaje que tiene que ver con la propia discusión interna en China. Recordemos que un importante profesor y consejero de estado chino, Hu Wei, publicó en marzo del año pasado un artículo en el que afirmaba que Beijing debía alejarse de Rusia.[iv] No se trataba de cualquier intelectual sino del  vicepresidente del Centro de Investigación de Políticas Públicas de la Oficina del  Consejo de Estado, presidente de la Asociación de Investigación de Políticas Públicas de Shanghai y presidente del Comité Académico del Instituto Chahar. Claramente, se trata de un cuadro del ‘liberal’ grupo de Shanghái, ligados a la burguesía china de la costa, más cercana a las fuerzas globalistas del occidente geopolítico e impulsora de reformas pro-capitalistas. Esta es la línea que claramente perdió posiciones como se pudo ver en el Congreso del Partido y en la re-elección de Xi.

Tercero, la búsqueda de Beijing de posicionarse como un mediador central para lograr la paz en Ucrania. Si hay algo que está claro es que el PCCh apuesta a la paz. El análisis es que las tendencias históricas le son favorables al gigante asiático, así como desfavorables para primacía de los grupos dominantes de Estados Unidos y Occidente, por lo cual Washington apuesta a las políticas de contención para frenar el ascenso chino, las cuales incluyen la guerra. Es decir, al igual que Esparta cuando se vio desafiada por la ascendente Atenas, las fuerzas dominantes de Estados Unidos buscan evitar ese proceso a través guerra comercial, guerra tecnológica, provocaciones en Taiwán que deriven en un conflicto bélico, giro militar hacia el Pacífico, alianzas estratégicas contra China en el Indo-Pacífico —todo conjunto de estrategias que emanan de lo que se denuncia como una mentalidad de “guerra fría”.

Este análisis lo dejaron muy en claro ambos países en esta ocasión.  En el artículo periodístico de Putin publicado en China puede leerse: “Apegándose más tercamente que nunca a sus dogmas obsoletos y a su dominación que se desvanece, el «Occidente colectivo» está apostando por el destino de estados y pueblos enteros. La política de EE. UU. de contener simultáneamente a Rusia y China, así como a todos aquellos que no se doblegan al dictado estadounidense, se está volviendo cada vez más feroz y agresiva.”. Por su parte,  el ministro chino de Asuntos Exteriores, Qin Gang, hizo una declaración pública en la que afirmó: «La principal contradicción en el mundo actual no es la llamada ‘confrontación entre democracia y autoritarismo’ que un puñado de países han interpretado, sino la lucha entre el desarrollo y la contención del desarrollo”. El propio Xi afirmó que China y Rusia debían cooperar frente a los desafíos que enfrenta su propia seguridad, debido a “los actos perjudiciales de hegemonía, dominación e intimidación”.

La apuesta de Beijing sería a evitar un escalamiento de lo que denominamos la actual Guerra Mundial Híbrida, intentando maniobrar para frustrar las estrategias de contención en su contra y mostrar un creciente liderazgo mundial, pero a la vez evitando verse involucrada en un conflicto bélico de forma directa.

El plan de paz de 12 puntos presentado por China para el conflicto en Ucrania juega en ese sentido, buscando equilibrar el principio de integridad territorial fundamental para China en relación a Taiwán, pero a la vez atender a las “razones de seguridad” de Rusia amenazada por la expansiva OTAN. Tiene como antecedente reciente el acuerdo entre Irán y Arabia Saudí bajo la mediación de Beijing, que sacudió a las capitales occidentales. Si hay algo en común en ambos conflictos es que los contendientes de cada caso tienen como socio comercial principal a China. Un dato que resalta es que en 2020 el 46% de las exportaciones y el 54% de las importaciones de Ucrania eran con el gigante asiático. Quizás ésta sea una de las razones —a la que debemos sumar otras más— por lo cual el plan de 12 puntos fuertemente criticado por Estados Unidos y la Unión Europea, no fuera rechazado por Kiev. También Moscú se mostró dispuesta a avanzar en las negociaciones en base a dicho plan.

Cuarto, la cumbre sirvió a profundizar la integración económica, los proyectos de infraestructura y el trabajo conjunto en diversas áreas entre ambas potencias, que se han acelerado profundamente desde 2014. Se busca ampliar la cooperación en materia de comercio (que ya alcanza los 185.000 millones de dólares), inversión, cadena de suministro, megaproyectos, energía y alta tecnología. Esto incluye el diseño de una arquitectura financiera y monetaria más allá de la hegemonía del dólar.

Un día antes del arribo de Xi a Rusia, más de 40 delegaciones africanas llegaron a Moscú para participar en la conferencia parlamentaria «Rusia-África en el mundo multipolar», que tiene entre sus finalidades preparar la segunda cumbre Rusia-África que se desarrollará durante el mes de julio del corriente año. Por otro lado, en una nota anterior mostramos la autonomía relativa de India frente a Occiente en su relación con Rusia y la potenciación de los vínculos, el comercio y los proyectos de infraestructura a partir de la escalada en el conflicto en Ucrania.[v] Como la visita de Xi a Rusia, son las imágenes de una nueva estructura del poder mundial multipolar con ciertos rasgos bipolares.

Gabriel E. Merino[i]
Integrante
Departamento de Eurasia
IRI – UNLP

[i] Investigador del CONICET con lugar de trabajo en el IdIHCS (CISH-CIG). Profesor de la UNLP. Co-coordinador del Grupo de Trabajo de CLACSO “China y el mapa del poder mundial”. Miembro del IRI.

[ii] http://cl.china-embassy.gov.cn/esp/jrzg/202303/t20230322_11046126.htm

[iii]  Merino, Gabriel Esteban (2022) La guerra en Ucrania, un conflicto mundial. Revista Estado y Políticas Públicas, (19) : 113-140. Disponible en: https://revistaeypp.flacso.org.ar/files/revistas/1666979769_113-140.pdf

[iv] Hu Wei, Xi Jinping could stop Putin’s war in Ukraine. Will he?, The New Statesman,15 de marzo de 2022. https://www.newstatesman.com/world/europe/ukraine/2022/03/xi-jinping-could-stop-putins-war-in-ukraine-will-he

[v] La dinámica política de un mundo multipolar: