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El plan Build Back Better World: ¿alternativa o complementariedad para América Latina? por Hugo Martín Sánchez

Departamento de América Latina y el Caribe

Artículos

El plan Build Back Better World: ¿alternativa o complementariedad para América Latina?

Hugo Martín Sánchez

En el marco de la 47ª Cumbre de los miembros del Grupo de los 7 (G7) llevada a cabo en Cornualles, la cual contó con la presencia de los mandatarios de Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Canadá, Italia, Japón y Alemania, fue anunciado el lanzamiento del plan Build Back Better World (B3W) con el objetivo de crear “una asociación de infraestructura transparente, de alto nivel y basada en valores” para ayudar al financiamiento de proyectos en países en vías de desarrollo (Voa News 2021).

Esta iniciativa busca movilizar aproximadamente 40 billones de dólares en capital bilateral y multilateral público, como así también proveniente del sector privado, para invertir en cuestiones relacionadas con el clima, salud y seguridad sanitaria, tecnología digital modernizada, equidad de género e igualdad (White House 2021). En este marco, el B3W pretende promover el desarrollo de infraestructuras globales en diversas partes del mundo, entre ellas América Latina y el Caribe, aprovechando la oportunidad de influir sobre las cadenas de producción y las relaciones comerciales en áreas donde la presencia occidental no resulta ser predominante. De este modo se ofrece una alternativa real con opciones concretas a los países en desarrollo. En consonancia con ello, el G7 presenta un plan que se supone representa, de acuerdo al comunicado lanzado luego de desarrollada la Cumbre, un cambio radical en el enfoque de la financiación de infraestructuras (G7 2021).

De acuerdo con un informe del Banco Mundial, entre las regiones en desarrollo -exceptuando al África Subsahariana- América Latina es una de las que menos invierte en infraestructura en relación a su PBI, llegando a menos del 3 por ciento en comparación con el 4 al 8 por ciento (Banco Mundial 2017). Pero al margen de los números, este informe sugiere el deber de asegurar un gasto bien focalizado y eficiente, dado que una buena infraestructura es clave para las ambiciones de América Latina en términos de crecimiento, inclusión y protección ambiental sostenible, pudiendo, a su vez, reducirse sustancialmente las necesidades de financiación externa.

Ahora bien, desde que el presidente de la República Popular China Xi Jinping anunció en 2013 el inicio de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative o IFR), algunos de los países miembros del G7 han expresado su preocupación por la influencia política, económica, tecnológica y militar china en diversas partes del mundo, destacando sus deficiencias y eventuales peligros, aunque sin presentar una alternativa concreta a la misma hasta el anuncio del B3W. No obstante, la idea de un programa de infraestructura se inició bajo la administración del presidente estadounidense Donald Trump con la ley Better Utilization of Investments Leading to Development (BUILD) aprobada por la Cámara de Representantes y el Senado, la cual fue promulgada por Trump en 2018 en respuesta a las inversiones chinas a escala global. (Runde y Bandura 2018)

Aunque el B3W no hace referencia directa a la IFR, comenzó a ser percibido como una alternativa en el marco de una competencia estratégica con China (White House 2021) dado que el programa de desarrollo de esta último país ha financiado proyectos de infraestructura en el marco de relaciones económicas y comerciales, principalmente en Asia, África y América Latina. De esta manera, China ha logrado direccionarse hacia nuevos mercados de exportación en el extranjero, con el objetivo de garantizar su seguridad energética, mejorar la conectividad intercontinental y fomentar la integración. El alcance geográfico de la IFR se ha expandido constantemente, llegando a cubrir en la actualidad 146 países (20 de ellos de América Latina y el Caribe) a lo largo de siete corredores económicos (Green Finance & Development Center s.f.).

El compromiso chino a través de inversiones financieras y cooperación contractual para el año 2021 en los países de la IFR fue de aproximadamente 59.500 millones de dólares. De este monto, alrededor de 13.900 millones se realizaron mediante inversiones y 45.600 millones a través de contratos parcialmente financiados por préstamos. Asimismo, se observó un aumento de la inversión en Sudamérica, donde la participación en la construcción se incrementó un 643 por ciento. En este contexto, se observa que la inversión china de 2021 con relación a la IFR fue aproximadamente 14 mil millones de dólares más alta que en los países no pertenecientes a la iniciativa (Nedopil Wang 2022). Por otra parte, en la actualidad muchos de los países de América Latina tienen a China como principal socio comercial, mientras que en 2021 el valor total del comercio entre ambos socios aumentó un 41 por ciento respecto a 2020 (Hurtado 2022).

Sumado a la IFR, la colaboración entre América Latina y China ha quedado plasmada luego de la conferencia entre Beijing y CELAC. En la misma se anunció un plan de acción conjunto para el período 2022-2024 que promete cooperación en áreas que incluyen infraestructura, educación y energía verde, sin brindar objetivos financieros específicos. (Ferchen 2022)

Pero las aspiraciones de China en la región no son solo económicas sino también geopolíticas. En diciembre de 2021 Nicaragua anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Taiwán, considerándolo como parte inalienable de la República Popular de China, y, por consiguiente, reconociendo a esta última como el único gobierno legítimo. Actualmente solamente 14 países oficialmente reconocen a Taipéi, nueve de ellos latinoamericanos. (BBC 2021).

Dicho esto, se ha calificado a la IFR como un instrumento expansivo de la hegemonía política y económica china mediante la aplicación de una “diplomacia de trampa de la deuda”. La misma consiste en el otorgamiento de préstamos que superan su capacidad de pago, lo cual conlleva al cese de puertos y tierras por parte de China. En razón de dicho proceder, este proyecto ha sido criticado por su supuesta falta de transparencia y porque en términos de rendimiento de capital y oportunidades de empleo, beneficia más a China que los países anfitriones (Hitkari 2022). Otros consideran que es algo completamente mercantil o una táctica estratégica destinada a construir la hegemonía china y sentar las bases para un sistema mundial sino céntrico (Anwer 2022)

Es por ello que la escala, el alcance y la centralidad de la IFR podrían transformar el orden internacional basado en reglas en un momento en que el occidental, liderado por Estados Unidos se encuentra experimentando tensiones, situación que marca la realización del B3W. El resurgimiento de China como potencia global dominante es considerada como la reconfiguración del orden global construido luego de la caída de la Unión Soviética en 1991, lo cual podría definir el mundo en las próximas décadas.

Lo cierto es que tanto el B3W como la IFR presentan ciertas similitudes y diferencias. Un aspecto diferenciador entre ambas iniciativas lo constituye el financiamiento. El B3W aspira a costear sus inversiones en infraestructura principalmente con la Corporación Financiera para el Desarrollo, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el Banco EXIM, la Corporación del Desafío del Milenio (Millenium Challenge Corporation) junto con otros organismos complementarios como el Fondo de Asesoramiento para Transacciones (Transaction Advisory Fund) y la movilización de capital privado (White House 2021).

De este modo, se intenta promover la transparencia en la financiación pública a fin de satisfacer las necesidades de infraestructura en los países y las comunidades receptoras, promoviendo estándares similares a la iniciativa Blue Dot Network lanzada por Estados Unidos, Australia y Japón conjuntamente en el marco de la ASEAN en el año 2019 y apoyada por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), todo esto con el fin de ofrecer criterios de evaluación y certificación a proyectos de infraestructuras para el desarrollo. Dicho esto, pareciera que el B3W estuviese restringido a aquellos países en los que puede operar, dado que es poco probable que algunos gobiernos como los de Venezuela y Nicaragua -que forman parte de la IFR- acepten tales condiciones. (Youkee 2022). La IFR, por su parte, se financia a través del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII) que opera desde 2016; el Nuevo Banco del Desarrollo de China, creado en 2014; el Fondo de la Ruta de la Seda; bancos chinos y otras entidades, y con los propios proyectos de infraestructura sirviendo como garantía para los préstamos. Dichos mecanismos de financiación directa que permiten a Beijing financiar proyectos que de otro modo no podrían concretizarse, marca la separación entre empresas estatales y privadas en los países occidentales y que sirve de mecanismo al B3W (Crystal 2021). En este marco, los préstamos soberanos chinos a América Latina y el Caribe han sumado 138.000 millones de dólares desde 2005 (The Dialogue 2022) aunque con el advenimiento de la pandemia de COVID-19 se fue reduciendo paulatinamente dado que Beijing ha priorizado el papel de los bancos en la recuperación económica nacional y ha enfatizado la salud y la cooperación digital (Ferchen 2022).

Tal como señala Ray, la inversión privada, al complementarse con financiación para el desarrollo en el aspecto público, ayuda a que en los sectores emergentes que aún no son atractivos para los inversionistas privados solitarios, exista una herramienta crucial para apoyar a los gobiernos latinoamericanos a medida que invierten en estos sectores o buscan alianzas público-privadas a través del financiamiento multilateral (Ray 2021).

En comparación con otros proyectos impulsados por la IFR como la “Ruta de la Seda Sanitaria”, la “Ruta de la Seda Digital” y la “Ruta de la Seda Verde”, este proyecto se centra principalmente en infraestructura física tradicional, es decir, la construcción de proyectos tradicionales de infraestructura física y tecnología digital, tales como puertos, carreteras, represas, vías férreas, plantas de energía eléctrica e instalaciones de telecomunicaciones y tecnología digital. Esto conlleva a que China habiendo acumulado experiencia en este tipo de construcciones tenga una ventaja comparativa en costos y tiempo de entrega de proyectos (Chaziza 2021). En comparación, el B3W se centra en infraestructura que puede ser denominada como “blanda», consistente en mejoras que mitiguen los efectos del cambio climático, reducir la contaminación y aumentar la eficiencia energética, como así también promover la salud y la seguridad sanitaria, tecnología digital modernizada y equidad e igualdad de género (Crystal 2021). De este modo, el compromiso respecto a los estándares ambientales también ayudará a combatir el cambio climático y los efectos que ello conlleva, con inversiones confiables y sostenibles, teniendo especial consideración las limitaciones de capital técnico y humano en muchos países en vías de desarrollo que presentan desafíos únicos en la transición a fuentes de energía limpia, por lo que debe promoverse la transferencia de conocimientos y tecnología para alcanzar estos objetivos (Meeks 2021). Es por ello que, si el plan B3W cumple con los estándares del Acuerdo Climático de París de 2015 y los Objetivos para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas que conforman la Agenda 2030, podría proporcionar un camino alternativo de energía verde y sustentable para los países en desarrollo.

Por otra parte, aunque en 2020 China se comprometió a la neutralidad del carbono antes de 2060, ecologizar las inversiones de la IFR resulta una tarea difícil considerando que este continúa siendo dominado por los combustibles fósiles, energía hidroeléctrica y nuclear, dado que entre el periodo 2000-2018 solamente el 2,3 por ciento de las inversiones extranjeras a través de bancos chinos estuvo destinada a energía solar o eólica. (Baxter 2020)

Otro elemento a contrastar son los valores de los planes de acción. El B3W se destaca por su compromiso con la transparencia y la sostenibilidad financiera, ambiental y social, prometiéndole dedicación a la lucha contra la corrupción, la inclusión social y las garantías laborales (White House 2021). Con respecto a la IFR, se ha planteado que presentaría problemas financieros, en virtud de la corrupción, la falta de transparencia en los préstamos, como así también de carácter social y ambiental (Crystal 2021).

Sentadas estas bases, debe destacarse que nuestra región presenta características únicas donde las herramientas de poder blando como el comercio, la diplomacia, el financiamiento o la asistencia son cada vez más utilizadas tanto por Estados Unidos como por China. En consecuencia, América Latina ha sido la primera región hacia la cual ha apuntado el B3W. En septiembre de 2021 una delegación de funcionarios estadounidenses completó una gira informativa que incluyó a Colombia, Ecuador y Panamá, con visitas que luego incluyeron a otras regiones del mundo. La elección de esta parte del mundo para la primera gira obedeció a «la proximidad a Estados Unidos y nuestro interés central allí», de acuerdo a las palabras vertidas por el líder de la delegación, el Asesor Adjunto de Seguridad Nacional para Economía Internacional estadounidense Daleep Singh (Financial Times 2021). Durante la primera escala en Colombia, la delegación se reunió con el presidente Iván Duque para discutir la sostenibilidad del proyecto y la migración venezolana, a su vez se anunció que la iniciativa B3W se focalizaría en cuatro puntos clave. En primer lugar, el respaldo con recursos la acción climática, para así alcanzar la neutralidad de carbono, la protección efectiva de la naturaleza, transición energética, movilidad limpia, protección de áreas de biodiversidad y desarrollo territorial (La República 2021).

Como segundo punto, las iniciativas para financiar inversiones en salud y atraer el interés de empresas norteamericanas en Colombia con el fin de producir vacunas contra el COVID-19 y otras enfermedades, como así también tecnologías que permitan mejorar indicadores del sistema de salud. El tercer elemento consiste no solo en inversión sino también en alianzas estratégicas con empresas colombianas para hacer la transición hacia una sociedad más digital en temas como tecnologías financieras, salud, educación, ciberseguridad, internet de las cosas e inteligencia artificial. Finalmente, el cuarto elemento está dirigido a conseguir la equidad de género y políticas de financiamiento a mujeres emprendedoras, la integración de proyectos productivos con cadenas de valor y la creación de proyectos en territorios periféricos (La República 2021).

Luego de ello, y durante el mes de marzo de 2022, Joe Biden se reunió con Duque en Washington, anunciando el mandatario estadounidense que:

“También quisiéramos reiterar que la próxima Cumbre de las Américas va a ser una gran oportunidad de tomar la causa Build Back Better World, una iniciativa que apunta a generar más inversiones, oportunidades de empleo y para posibilitar que el comercio y la inversión generen puestos de trabajo que disuaden de mayores presiones migratorias en el hemisferio. Deseamos que Colombia sea uno de los modelos de referencia de B3W. Tenemos proyectos sobre energía no contaminante, adaptación climática e infraestructura que están avanzando. Deseamos convertirnos en una referencia para otros países en América Latina.” (US Department of State 2022)

Hoy en día Colombia tiene a Estados Unidos como su socio comercial más importante -y así seguirá siéndolo-, pero, tal como señala Youkee, para reconstruir la economía deben diversificarse las asociaciones y en la actualidad Beijing aporta los flujos de capital necesarios para ello (Youkee 2021). En este orden de ideas, resulta relevante la manifestación de Duque en el marco del V Diálogo China-Colombia que “las relaciones entre Colombia y China pasan por su mejor momento. Desde julio de este año es nuestro principal socio en importaciones y se mantiene como el segundo destino de nuestras exportaciones” (El Nuevo Siglo 2021).

El segundo país latinoamericano en ser visitado por la delegación estadounidense fue Ecuador, donde los miembros mantuvieron reuniones con el presidente Guillermo Lasso, funcionarios ecuatorianos y representantes de la sociedad civil y el sector privado. En este marco, también se concretó un préstamo de 150 millones de dólares al Banco de la Producción (Produbanco), el cual está destinado al financiamiento de pequeñas y medianas empresas, y de mujeres prestatarias que, habiendo sido afectadas por la pandemia del COVID-19, promuevan la equidad e inclusión de género, y proyectos de desarrollo verde que combatan el cambio climático (Embajada y Consulado de EE.UU. en Ecuador 2021).

Es importante destacar que, por otra parte, China resulta ser uno de los principales acreedores de la deuda externa ecuatoriana, la cual representa un 11 por ciento, aproximadamente 5.200 millones de dólares, de los cuales la mitad se ha comprometido a abonar con barriles de petróleo, luego de diversos contratos con Petrochina y Unipec (Meléndez 2022). No obstante, Ecuador ha mostrado un equilibrio en las relaciones con ambas superpotencias, lo cual ha sido confirmado en una entrevista por el presidente Lasso al afirmar que “en la diplomacia internacional hay que estar bien con Dios, con el diablo y con todo el mundo (CNN 2021)

Al término de la gira, la delegación estadounidense se reunió con el presidente de Panamá Laurentino Cortizo, quien definió como prioridades del país aprovechar esta iniciativa, siendo ellas el acceso al agua, la inclusión digital y la transparencia. Además, sostuvo un encuentro con el administrador del Canal de Panamá, Ricaurte Vásquez, en los que abordaron temas sobre futuros proyectos de infraestructura de la vía interoceánica y su meta de carbono negativo. (Presidencia Panamá 2021).

Panamá resulta de vital importancia con un agregado valor geoestratégico, fundamentalmente en virtud del Canal, por el cual transitó durante 2021 el 3,5 por ciento del tráfico naviero de mercancías mundial, conectando los océanos Atlántico y Pacífico, siendo del mismo dos tercios utilizados por Estados Unidos, cuyas embarcaciones se dirigen hacia los puertos de China, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos. (Swiss Info 2021)

En este marco, Xi Jinping, luego de una visita oficial a Panamá dejó claras sus tres prioridades: aumentar la presencia empresarial, incrementar su papel inversor y consolidarlo como centro logístico en América (El País), siendo el primer país que formó parte de la IFR en 2017, al firmar un memorándum de entendimiento con Beijing. En consecuencia, Estados Unidos advirtió a Panamá de las consecuencias del avance de China en el país mostrando su incomodidad, luego de una visita del secretario de Estado Mike Pompeo en octubre de 2019, quien llegó a advertir que “las empresas estatales chinas se muestran de una manera no transparente, no dirigida por el mercado y diseñada no para beneficiar al pueblo de Panamá, sino al pueblo chino” (Wong 2018).

A su vez, Perú también mostró interés en sumarse a la iniciativa, luego de una reunión que mantuvieron el presidente Pedro Castillo con la subsecretaria de Estado estadounidense, Wendy Sherman (La Jornada 2021).

No obstante, posiblemente hacia mediados de 2022 se avance en los proyectos concretos del plan, dado que en junio Estados Unidos será el país anfitrión de la Novena Cumbre de las Américas, encuentro que reúne de los jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y que se lleva a cabo cada tres años desde 1994, aunque la última se desarrolló en Lima, Perú, en 2018. El comunicado de la Casa Blanca anunciando la Cumbre, remarca el compromiso norteamericano para la realización del B3W, haciendo alusión a la prosperidad económica, seguridad, Derechos Humanos y dignidad (White House 2022).

En efecto, tanto el B3W como la IFR puede ser perfectamente abordable desde el neoinstitucionalismo o neoliberalismo institucional, como corriente de las Relaciones Internacionales opuesta al realismo, cuyos máximos exponentes son Robert Keohane y Joseph Nye a partir de la publicación de la obra Power and Interdependence en 1977. Ambos teóricos identifican un conjunto de elementos que determinan la forma de integración a través del regionalismo, el cual aumenta el vínculo interestatal. Este vínculo se ha denominado interdependencia compleja (complex interdependence) y resulta clave para la teorización del neoinstitucionalismo. Esta interdependencia, la cual se diferencia de la simple dependencia, es entendida al encontrarse un estado afectado por fuerzas externas en un grado más que la interdependencia o dependencia mutua (Keohane y Nye 1977:22). De este modo, la construcción del nuevo orden internacional redefine su forma de estudio al apartar el eje relacional desde el militarismo y la seguridad (o alta política según el realismo) hacia la cooperación y la agenda económica a través del resurgimiento del liberalismo, más concretamente denominado neoliberalismo (Keohane y Nye 1977:40).

Tal como señala Keohane, los actores deben tener intereses mutuos que les permitan obtener beneficios potenciales a través de la cooperación estudiando el efecto de las instituciones en la acción del estado (Keohane 1993:15). Estas relaciones de interdependencia ocurren dentro de un conjunto de acuerdos gubernamentales que afectan las mismas, denominadas “regímenes internacionales”. Estos regímenes pueden ser incorporados a los acuerdos o tratados interestatales o estar meramente implícitos (Keohane y Nye 1977:36).

Sin embargo, de acuerdo con Actis, la perspectiva neoinstitucionalista no antagoniza con otras teorías de las RI -realismo y constructivismo- respecto al B3W o la IFR, sino que se complementan (Actis 2022).

Desde el punto de vista geopolítico hay que señalar que la administración Biden publicó en marzo del año 2021 la Guía Estratégica Previsora de Seguridad Nacional (Interim National Security Strategic Guidance), en la cual describe a China como un “competidor estratégico”, asegurando que se trabajaría para revitalizar y modernizar las alianzas a nivel global y responderían ante cualquier amenaza a sus intereses y valores (White House A 2021:20). Incluso el Comando Sur de Estados Unidos, reafirmando este documento ha sostenido que China al expandir su influencia global ha desencadenado una nueva era de “competencia estratégica” con Estados Unidos, utilizando su poderío económico para obligar a los países a cumplir con sus objetivos estratégicos, mientras que los proyectos de infraestructura financiados “carecen de la debida diligencia, involucran corrupción, ignoran los derechos indígenas, y desprecian por completo las protecciones ambientales”, dando acceso a China “a sectores sensibles e infraestructura crítica en formas que exponen a estos países a problemas nacionales, amenazas de seguridad y privacidad de datos.” (Southcom 2022:3-4).

En este contexto el enfoque de China hacia América Latina fue de apoyo a la globalización económica y la cooperación internacional, lo cual no significa que los intercambios políticos, culturales y militares entre ambos no sean importantes, pero se ven eclipsados por el vínculo económico. Por lo tanto, la presencia de China en América Latina no ha sido percibida como una amenaza para la paz y la seguridad de la región, basándose en una lógica económica de beneficio mutuo (Escudé 2014), lo cual difiere del entorno estratégico en Asia que se ve afectado por la competencia con los aliados norteamericanos

Lo cierto es que, tal como señalan Actis y Creus, el mundo de hoy se encuentra bajo un “bipolarismo entrópico” en el marco de la disputa entre Estados Unidos y China. Es decir que el nuevo orden mundial está marcado por el caos, la incertidumbre y el desorden, donde prevalece la yuxtaposición de actores, agendas y dinámicas. En este marco, los dos actores estatales que conforman la bipolaridad -Estados Unidos y China- combina un proceso de “difusión del poder” junto con la “transición” del mismo, cuyo desequilibrio podría afectar seriamente a América Latina (Actis y Creus 2020). Sin embargo, y pese encontrarse el B3W bajo el paraguas del G7, lo cierto es que las diferencias entre sus miembros son naturales ya que cada uno de ellos tiene diferentes intereses, sin coincidir con los de Estados Unidos y no compartir la postura contra China que propone la administración Biden -incluso Italia forma parte de la IFR-.

Esta visión encuentra correlato con lo enunciado por Russell, quien sostiene que, sumado a la teoría de la “periferia turbulenta” en América Latina entendida esta como procesos autónomos o inducidos desde el exterior que afectan al centro, se suma la gestación de una “periferia penetrada” por un gran poder extrarregional, en este caso China en vertiginoso ascenso. Por lo que ambos escenarios influyen en la reubicación de prioridad regional por parte de Estados Unidos, pese a que en las últimas décadas no ha tenido el nivel de atención suficiente (Russell 2021). Ya en 2019, el Secretario General de Naciones Unidas advirtió ante la Asamblea General los temores de una gran fractura que dividiera el mundo en dos “con las dos economías más grandes de la tierra creando dos mundos separados y compitiendo el uno con el otro, cada uno con su propia moneda, reglas comerciales y financieras, su propia infraestructura de internet y de inteligencia artificial, y sus propias estrategias geopolíticas y militares de suma cero” (Organización para las Naciones Unidas 2019).

Los dos proyectos podrían consolidar las divisiones entre los aliados chinos y estadounidenses e incluso los cambios de régimen en los países anfitriones que podrían no ser favorables para los proyectos también podrían poner en juego el futuro de la infraestructura y el comercio. (Modern Diplomacy).

Sin embargo, en China parecen haber acogido favorablemente a B3W, dado que Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino manifestó que “estamos dispuestos a considerar la coordinación con la iniciativa estadounidense Build Back Better World para proporcionar al mundo más bienes públicos de alta calidad», añadiendo a que se encontraban abiertos a que Estados Unidos participe en la IFR y la Iniciativa de Desarrollo Global. (Lun Tian 2022), por lo que la colaboración entre ambos proyectos supondría un acto de confianza mutuo entre ambos países

Por lo tanto, la mejor apuesta para la región, dada su posición geoestratégica será tratar y negociar tanto con China como con Estados Unidos, habida cuenta la creciente irrelevancia de América Latina (Schenoni y Malamud 2021). Sin embargo, a pesar de la dinámica competitiva antes mencionada, las discusiones sobre la rivalidad directa entre ambas superpotencias en América Latina podrían ser sobreestimadas dado que la presencia estadounidense sigue siendo fuerte en algunas partes de la región, como México, Colombia y América Central, mientras que en Cuba y Venezuela la presencia de China es considerable. En este escenario, que oscila entre la competencia y la contienda de las grandes potencias, los países de la región deben evitar una lógica bipolar y construir mecanismos de cooperación e integración política y económica. De manera tal, que las nuevas condiciones les permitan mayores beneficios y así tomar medidas para mitigar los posibles daños colaterales resultantes de las tensiones entre Estados Unidos y China.

De este modo, y tal como ha señalado Tokatlian en relación a China, se debe considerar como opción estratégica una política que combine aproximación con previsión. La aproximación implica que las naciones asuman la iniciativa y desplieguen un papel más asertivo en la búsqueda de lazos benéficos específicos con China, mientras que la previsión significa que los países estén más atentos al comportamiento de Beijing hacia el área y en el mundo con el propósito de evitar potenciales costos elevados para América Latina, produciendo una nueva dependencia (Tokatlian 2011).

Incluso Mearsheimer, al ser consultado respecto a Argentina -lo cual también puede ser aplicado al resto de la región- sostuvo que debe esforzarse en mantener fuertes relaciones económicas tanto con China como con Estados Unidos, sacar ventajas de ambas superpotencias usar sus relaciones para promover el crecimiento económico, como así también fuera de la competición militar (Perfil 2020). De este modo, también deben diversificarse las relaciones internacionales -dada la fragilidad económica y política de América Latina-, evitando tomar partido por Estados Unidos y China, como así buscar recursos de ambos para impulsar el crecimiento (Stallings 2020).

Es por ello que Latinoamérica debe evitar el alineamiento con cualquiera de las dos potencias en pugna y así impedir la llegada de este conflicto sino-estadounidense a la región, lo cual conllevaría un error estratégico y geopolítico, incluso produciendo una volatilidad en el comercio exterior, dado que China es un socio comercial importante de varias economías. Un escenario de conflicto reducirá el crecimiento de la inversión y el comercio internacional, por lo que América Latina debe organizarse para hacer valer sus propios intereses dado que el alineamiento con cualquiera de los dos países también frenaría el frágil diálogo regional y debilitaría la integración (Fortin, Heine y Ominami 2020).

La lectura geopolítica indica que la iniciativa del B3W pretende ser el regreso de Occidente a una presencia más activa en el tablero global, modificando su postura crítica hacia la IFR chino y ofreciendo una alternativa con opciones concretas para los países en desarrollo. Ahora bien, el potencial económico y las perspectivas de alianzas políticas brindan a los estados latinoamericanos elementos clave que pueden alterar el actual equilibrio de poder para así capitalizar oportunidades y construir políticas favorables de largo plazo al participar con flexibilidad en la cobertura estratégica. En la actualidad existe una enorme demanda en América Latina de infraestructura pública, por lo que, independientemente de su fuente, se apreciará la inversión.

No obstante, el B3W, siempre que se materialice de la manera prevista y acordada, resultaría ser más adecuado como complemento de la IFR que como una alternativa al mismo (Zhu 2021). Aunque ambas iniciativas tengan ambivalencias en el plano estratégico, también presentan como objetivo forjar la cooperación transnacional y regional entre los países involucrados al tiempo que facilita proyectos a gran escala en el mundo en desarrollo. En última instancia, las cuestiones de competencia estratégica pueden ser de importancia secundaria para los países que se enfrentan a auténticas y gigantescas deficiencias en materia de infraestructuras. El B3W incluye temáticas acordes con la concreción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible como el clima, salud, tecnología y equidad de género, involucrando el menor impacto ambiental y social. Pero la infraestructura más “visible” para que los gobiernos latinoamericanos seduzcan a la población respecto a la materialización del crecimiento y la prosperidad económica. Sin embargo, el B3W aún tiene que evolucionar de la visión a un plan concreto considerando que, por el momento, no se han realizado compromisos de financiación específicos ni se han anunciado mecanismos multilaterales de coordinación de la gestión de proyectos. Lo cierto es que el B3W forma parte de un esfuerzo de los países del G7 en el marco de la cooperación multilateral que ha retrocedido producto de la pandemia de COVID-19, aunque es una iniciativa que involucra a siete países diferentes con intereses diversos. La IFR ha sido diseñado por un solo Estado y ejecutado por empresas relacionadas a este.

Si la competencia entre el B3W y la IFR se traduce en una nueva ventana de rivalidad geopolítica, se desperdiciarán recursos económicos innecesariamente y América Latina perderá oportunidades en momentos donde la complementariedad resulta vital. Por ello, dadas las tensiones geopolíticas globales, sumado a que los principios y modalidades del G7 y China son divergentes, no se espera que se trabaje de manera coordinada. Pero, al mismo tiempo, pueden multiplicarse las inversiones y los países latinoamericanos tendrían la posibilidad de negociar términos que intenten reflejar sus objetivos dado el número de oportunidades de financiamiento disponibles, como así también comparar y elegir entre las diversas opciones.

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