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Relaciones Bahréin-Qatar: análisis de la evolución del vínculo bilateral (…) por Ornela Fabani

Departamento de Medio Oriente

Artículos

Relaciones Bahréin-Qatar:
análisis de la evolución del vínculo bilateral y de los factores que han retrasado la reconciliación entre las partes tras la firma de la declaración de Al-Ula

Ornela Fabani[1]

El 5 de junio de 2017, un conjunto de países, entre los que se encontraban Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Egipto, decidieron romper relaciones diplomáticas con Qatar e imponer un bloqueo aéreo, marítimo y terrestre sobre el pequeño país del Golfo. Esta decisión tuvo serias implicancias no sólo sobre el devenir del Consejo de Cooperación de Estados Árabes del Golfo (CCG)[2], al punto que algunos analistas llegaron a hablar de su defunción, sino también sobre Doha, que debió reorganizar rutas aéreas, aumentar su capacidad agrícola y manufacturera y estructurar nuevas redes logísticas y cadenas de suministro. Ello sin mencionar que, la ruptura con sus socios del bloque llevaría a Qatar a fortalecer sus vínculos con otros actores de la región de Medio Oriente, tal es el caso de Turquía e Irán.

La crisis diplomática recién llegó a su fin los primeros días de 2021 cuando, en el marco de la 41 Cumbre del CCG, se avanzó en la firma del Declaración de Al – Ula, que reafirma la estabilidad y solidaridad en el Golfo. Entonces, las partes convinieron en reestablecer relaciones diplomáticas. Hecha esta pequeña introducción, esta contribución apunta a dar respuesta al siguiente interrogante: ¿Cómo ha evolucionado el vínculo entre Bahréin y Qatar tras la firma de la Declaración de Al-Ula y qué factores han retrasado la reconciliación entre las partes?

Orígenes y desenlace de la crisis iniciada en 2017

Los roces entre Qatar y sus socios del Golfo no son un dato nuevo, por el contrario, éstos cobraron fuerza a partir de que Doha buscó adoptar una política exterior expansiva, pragmática, con mayores visos de autonomía en lo que respecta a su socio saudí, tras la llegada al poder del Emir Hamad bin Jalifa Al Thani (2000-2013). En tanto, en 2017, el conflicto se inició luego de que la Agencia de Noticias de Qatar, Al Jazeera, diese difusión a un discurso del actual Emir qatarí, Tamim bin Hamad Al Thani, en el cual se elogiaban las políticas de Hamas y la República Islámica y se criticaba a los líderes del Golfo. Entonces, a pesar de que las autoridades qataríes arguyeron que la emisora había sido hackeada, ya no hubo retorno (Kinninmont, 2019).

Como respuesta a lo que se juzgó como una ofensa, lejos del espíritu del bloque, tres socios del CCG – Arabia Saudita, EAU y Bahréin- rompieron relaciones diplomáticas con Qatar. Tiempo después, a estos últimos se sumó Egipto para dar origen a lo que se denominó “el cuarteto antiterrorista”. En tanto, otros actores, tanto regionales como extrarregionales, léase, Yemen, Jordania, Mauritania, Maldivas y Djibouti, también degradaron sus relaciones diplomáticas con el emirato.

En lo que respecta a los países del Golfo, estos cerraron sus fronteras aéreas, marítimas y terrestres con su socio del CCG y otorgaron quince días a los ciudadanos qataríes para abandonar sus respectivos países. Asimismo, ordenaron a sus ciudadanos salir del Emirato, en una acción que supuso un claro retroceso en torno a los avances alcanzados a raíz de la labor del bloque. Ello teniendo en consideración que hasta el momento existía, entre los seis miembros del CCG, no solo libre circulación de personas, sino que también se había reconocido el principio de trato nacional para que los ciudadanos de los seis países pudieran educarse, solicitar empleo e, incluso, recibir asistencia médica en cualquiera de los Estados miembros del organismo regional.

Las acusaciones contra Doha se fundaron en su apoyo a organizaciones terroristas. Al respecto, se sostuvo que el Emirato no sólo mantenía vínculos con la Hermandad Musulmana sino también con Al Qaeda y el Estado Islámico. Asimismo, también fueron condenados sus lazos con Irán, y el rol de la emisora Al Jazeera, entendida como una plataforma de la Hermandad Musulmana.

Respecto a esta última, no puede dejar de mencionarse que, pese al buen nivel de relaciones que el Estado de Qatar mantiene con esta organización, erigida como máxima representante del islam político, la misma es percibida por los restantes socios del CCG como una amenaza a su estabilidad. Esto en función de que la Hermandad Musulmana se presenta como una organización política organizada y con apoyo popular, que es proclive a aceptar el proceso democrático como método legítimo, al menos de acceso al poder, lo cual podría minar los sistemas monárquicos autoritarios del Golfo y poner en jaque la legitimidad de las familias en el poder en la zona.

En línea con lo expuesto, tiempo después del inicio del bloqueo, los miembros del cuarteto presentaron una lista de trece demandas que Qatar debería atender en pos de poner fin a la disputa en el Golfo. Entre ellas: poner coto a sus vínculos con organizaciones terroristas, cortar sus relaciones con Irán, cerrar Al Jazeera, culminar la presencia turca en Qatar y la cooperación militar bilateral con dicho país, y alinearse con sus socios del Golfo económica, política y militarmente. En torno a estas demandas, claramente las mismas pueden ser leídas como un pedido de capitulación (Asisian, 2018), como un conjunto de requerimientos que, de ser atendidos, atentarían contra la soberanía misma del Estado qatarí; particularmente si se tiene en cuenta el reclamo de que dicho país se alinease en las más diversas áreas a los miembros del cuarteto (Fabani, 2021). No obstante, pese a las presiones recibidas, el Emirato no estuvo dispuesto a atender estas solicitudes.

Todavía más, lejos de los resultados esperados, se coincide con aquellos especialistas que señalan que la crisis del Golfo supuso una victoria para Qatar quien, gracias a sus enormes recursos hidrocarburíferos -detenta la tercera mayor reserva mundial de gas y es uno de los principales exportadores de gas licuado a nivel global (Blanchard, 2016)- logró aumentar su capacidad agrícola y manufacturera, hacerse de nuevos proveedores de bienes de primera necesidad, estructurar nuevas redes logísticas y cadenas de suministro. Ello sin mencionar que, lejos del aislamiento, Doha logró capitalizar el quiebre con sus socios del bloque diversificando sus vínculos externos, puntualmente, profundizando sus relaciones con Irán y Turquía. Al punto que esta última llegó a desplegar fuerzas e, incluso, a abrir una base en territorio catarí.

El final de la crisis diplomática recién llegaría a principios de 2021 cuando, gracias a la mediación de Kuwait y las presiones norteamericanas, en una instancia en la que Riad precisaba mejorar su imagen y congraciarse con su socio norteamericano tras el caso Khashoggi, se arribó a la firma de la Declaración de Al-Ula. Este documento, rubricado en Arabia Saudita, en el marco de la 41 Cumbre del CCG, propone como objetivo “mejorar la unidad y la cohesión entre los países del Consejo de Cooperación y devolver la acción conjunta del Golfo, a su curso natural, y mantener la seguridad y la estabilidad en la región” (Polidura, 2021).

A partir de la firma de este documento Riad restableció sus vínculos con Qatar. A posteriori, el Emirato nombró su embajador en Arabia Saudita y dicho país hizo lo propio en Doha. Además, el Emir de Qatar, Sheikh Tamim Al Thani, visitó Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Por otra parte, Qatar recibió al príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, y al presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Mohammed bin Zayed Al Nahyan.

No obstante, el acercamiento con Bahréin se perfilaba más complejo. Tal es así que habrían de pasar dos años hasta tanto se lograse el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre las partes.

Factores que han obstaculizado el acercamiento entre las partes

Ahora bien, habiendo dado cuentas del devenir de la disputa que se inicia en el Golfo en 2017, cabe preguntarse por los factores que no sólo obstaculizaron, sino que también demoraron, el acercamiento entre Bahréin y Qatar.

Para comenzar, cabe señalar que el encono entre estos países no es nuevo, ni se remonta a 2017, por el contrario, el mismo tiene raíces históricas que algunos especialistas sitúan en una etapa tan lejana como el periodo pre colonial (Gulf International Forum, 2022). En el siglo XVIII la familia al-Khalifa emigró desde Kuwait a la costa oeste de Qatar, para fundar y gobernar la ciudad de Zubara. Mientras tanto, los Al Thani se establecieron al sur de Qatar. Tiempo después, en 1783, los Al-Khalifa conquistaron Bahréin para instaurar allí una nueva dinastía. De esta forma, si bien los Al-Khalifa continuaron controlando Zubara y pequeños asentamientos en el oeste de Qatar, su base se estableció en Bahréin. Ahora, en 1867, los Al Khalifa y los Al Nahyan atacaron a los Al Thani y sus aliados qataríes, quienes lograron imponerse. Fruto de esta contienda los británicos castigaron a los  Al Nahyan y Al Khalifah por violar los acuerdos de la Tregua Marítima Perpetua (1853) y reconocieron a los Al Thani como los legítimos gobernantes de Qatar. La disputa sobre la región de Zubara en la península de Qatar y las islas Hawar data de aquella época.

Respecto a este conflicto territorial, el mismo no es menor si se tiene en cuenta que, la animosidad entre los Estados vecinos llevó incluso a que en 1982 y 1986 se produjesen escaramuzas que los enfrentasen. En dicho marco se decidió llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia que resolvió, en 2001, que la soberanía sobre las Islas Hawar quedase en manos de Bahréin, mientras la soberanía sobre Zubara correspondería a Qatar.

Lo cierto es que, el vínculo bilateral entre Bahréin y Qatar también se deterioró luego de que, en 2014, Bahréin acusase a Qatar de ofrecer a ciertas familias bahreiníes la ciudadanía qatarí a cambio de que renunciasen a la ciudadanía bahreiní. En este marco, el ministro de Relaciones Exteriores de Bahréin acusó a Qatar de impulsar una “naturalización sectaria” de los ciudadanos del país (Gulf International Forum, 2022). En tanto, las autoridades bahreiníes entienden que el gobierno de Qatar favoreció la naturalización de ciertas tribus de Bahréin al facilitar los procedimientos legales mediante los cuales éstas podrían adquirir la ciudadanía de Qatar.

En esencia, los bahreiníes sospechan que la política de naturalización de Qatar apunta a tribus sunitas de Bahréin muy respetadas que ocupan roles importantes dentro del gobierno y las fuerzas de seguridad del reino.

De cualquier forma, lo que aquí llama la atención es que, Bahréin denuncia una estrategia que el propio reino ha empleado, si se tiene en cuenta que uno de los factores que motivó las movilizaciones de 2011 en Manama, en el marco del fenómeno internacionalmente conocido como “primavera árabe”, fue precisamente la política de manipulación demográfica que los Al Khalifa venían implementando, otorgando la ciudadanía bahreiní a trabajadores extranjeros sunitas con vistas a alterar la balanza demográfica al interior del reino. Al respecto, no debe pasarse por alto que en Bahréin la familia real es sunita mientras un setenta por ciento de la población es chiíta (Fabani, 2016).

En virtud de lo expuesto, la decisión de Qatar de otorgar la ciudadanía qatarí a familias suníes bahreiníes claramente se encuentra en conflicto con los intereses de la familia real de Bahréin que, por su parte, también viene intentando alterar la balanza demográfica en su favor.

Es importante destacar que los Al Khalifa incluso han llegado a desconfiar de la lealtad de sus propios súbditos chiítas, a quienes han acusado de actuar como quinta columna de Irán. Un actor que, por otra parte, conforme con las autoridades bahreiníes, habría sido quien habría azuzado los levantamientos que se produjeron en Bahréin en 2011.

Esto lleva a pensar en otro de los factores que envenenan el vínculo entre Bahréin y Qatar, que reside precisamente en la relación que este último sostiene con la República Islámica. Tal como menciona Vakil (2018), el vínculo entre Qatar e Irán se ha caracterizado por el pragmatismo. Ambos países detentan no sólo proximidad geográfica, sino que también comparten el mayor campo de gas no asociado del mundo, North/South Pars. De allí que su vínculo tras la guerra Irán-Irak pueda ser referido como mayormente cordial (Cafiero, 2021). Lo cierto es que los lazos entre estos actores se han incrementado a partir del inicio del conflicto en el Golfo en 2017, cuando no sólo reestablecieron relaciones diplomáticas, sino que, asimismo, Teherán ofreció a Doha utilizar su espacio aéreo y le proveyó alimentos.

Como contrapartida, el trato entre Bahréin e Irán difícilmente podría ser referido como cordial. En la disputa de poder que se libra en el escenario regional, Bahréin apoya a Arabia Saudita, un vecino que, a través del tiempo, le ha brindado amplio apoyo político, económico e, inclusive, militar, cuando Manama lo ha necesitado (Fabani, 2016). Recientemente Riad ha restablecido relaciones diplomáticas con Teherán, en el marco de una búsqueda por bajar el tono de los conflictos regionales, ello en una instancia en la cual las monarquías del Golfo perciben una retirada norteamericana de la región de Medio Oriente. No obstante, incluso a pesar de que, en virtud del seguidismo bahreiní a la política exterior saudí, resulta probable que Manama siga el camino de Riad, difícilmente cambiará la percepción del reino respecto a su vecino iraní. Manama ve en la República Islámica, un actor que en reiteradas oportunidades ha reclamado la totalidad del territorio de Bahréin como su provincia número catorce, una de las principales amenazas a su seguridad. Todavía más, tal como se refirió previamente, el reino culpa a este último de haber fomentado los levantamientos de 2011, de allí que la animosidad entre las partes difícilmente desaparezca.

Por último, la cobertura de Al-Jazeera sobre la situación de los derechos humanos en Bahréin ha sido otro de los factores que ha resentido el vínculo entre los dos países socios del CCG. En este sentido, el reconocido documental Bahrain: Shouting in the Dark, producido por al-Jazeera English, fuertemente crítico del régimen de los Al Khalifa, resulta un claro ejemplo.

Para cerrar este apartado, una reflexión ineludible reside en que, algunos de los factores que dificultaron la reconciliación entre Bahréin y Qatar coinciden con aquellos que, asimismo, han supuesto escollos para la cooperación entre los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, léase, las disputas territoriales y las distintas percepciones de amenaza que han llevado a suscitar intrigas entre los miembros del bloque, minando la coordinación de políticas entre los seis Estados vecinos.

En definitiva, lejos de los objetivos que propugna el organismo regional, fundados en impulsar la cooperación entre sus miembros en las más diversas áreas, en este caso se evidencian, una vez más, las dificultades que estos países encuentran para dejar de lado la desconfianza y los conflictos del pasado y así avanzar en torno a la persecución de objetivos compartidos.

Del Acuerdo de Al-Ula al restablecimiento de relaciones diplomáticas

Tras la firma del Acuerdo de Al-Ula Bahréin y Qatar no solo no restablecieron plenamente sus relaciones, sino que las tensiones continuaron plagando sus vínculos. Pocas semanas después de la cumbre de Al-Ula, las autoridades de Bahréin confiscaron ciento treinta propiedades, entre ellas algunas que pertenecían al primo del emir de Qatar, en una medida que, según se indicó, estaba dirigida a expandir las instalaciones gubernamentales, a pedido del Ministerio del Interior de Bahréin (Cafiero, 2022).

Por si esto fuera poco, una vez más, en diciembre de 2020 y enero de 2021, las fronteras marítimas entre ambos países fueron escenario de repetidos incidentes, especialmente tras la intercepción de barcos bahreiníes por parte de la Guardia Costera de Qatar. En este marco, el momento más crítico se alcanzó cuando aviones de combate de Manama volaron sobre aguas territoriales qataríes.

Luego, en marzo de 2021, el ministro del Interior del reino acusó a Al-Jazeera de “informes mediáticos sesgados” en referencia a testimonios de disidentes presuntamente torturados en las cárceles de Bahréin en 2015 (Cafiero, 2022).

No obstante ello, durante los últimos doce meses, los actores del Golfo bajo estudio mostraron mayor voluntad de diálogo. En efecto, en julio de 2022, el Rey Hamad bin Isa Al Khalifa y el Emir Sheikh Tamim bin Hamad Al Thani se reunieron al margen de la Cumbre de Jeddah para la Seguridad y el Desarrollo. El mismo día, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bahréin eliminó a Qatar de su lista de prohibición de viajes y abolió los requisitos de visa para que los qataríes ingresasen al reino desde el archipiélago. Dos decisiones que exponen un avance importante en el deshielo de la relación bahreiní-qatarí después de años de tensiones.

En tanto, en el mes de enero último, el emir qatarí y su par bahreiní, se reunieron en Abu Dhabi. Mientras que, en febrero, el príncipe heredero de Bahréin, y el emir de Qatar, mantuvieron una comunicación telefónica en la que ambos reconocieron las relaciones que unen a los dos países y pueblos y expresaron “la importancia de trabajar para resolver todos los asuntos y problemas pendientes de manera que se logren las aspiraciones comunes de los ciudadanos de los dos países, preservando la cohesión del CCG, la seguridad y la estabilidad en la región” (Cerdán, 2023).

También para esa fecha, los ministros de relaciones exteriores de Qatar y Bahréin se encontraron por primera vez tras el inicio de la crisis en el Golfo, en un encuentro donde acordaron poner fin a los asuntos pendientes entre las mismas (Arab News, 2023).

Todavía más, apenas días después, se celebró la primera reunión del Comité de Seguimiento Qatar – Bahréin en la sede del CCG, en Riad. Entonces, se discutieron los procedimientos y mecanismos necesarios para asegurar el éxito de las conversaciones bilaterales que tienen por objetivo poner fin a los temas que suscitan rispideces entre las partes. Como correlato, se acordó mantener reuniones periódicas y continuas con el objetivo de alcanzar las metas deseadas (Qatar News Agency, 2023).

Ahora bien, fue recién en la segunda reunión del Comité, que tomó lugar a mediados del mes de abril, que ambos países restablecieron relaciones diplomáticas “de conformidad con los principios de la Carta de las Naciones Unidas y las disposiciones de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961” (Ministry of Foreign Affairs of Qatar, 2023).

Entonces, según un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Qatar, las partes “confirmaron que esta decisión surge del deseo mutuo de desarrollar relaciones bilaterales y mejorar la integración y unidad del CCG de conformidad con los propósitos del Estatuto del CCG y el respeto de los principios de igualdad entre los Estados, soberanía e independencia nacionales, integridad territorial, y buena vecindad” (Ministry of Foreign Affairs of Qatar, 2023).

Conclusión

Como hemos visto a lo largo del trabajo, pese a la firma de la Declaración de Al-Ula, que apuntaba a poner fin al conflicto en el Golfo, habrían de pasar dos años para que Bahréin y Qatar restablecieron relaciones diplomáticas.

En torno a los factores que han dificultado el acercamiento entre las partes, puede darse cuenta de conflictos territoriales de larga data, de distintas percepciones de amenaza que llevan a ambos países a mantener relaciones de distinta naturaleza, por ejemplo, con un país vecino, como el caso de Irán. Asimismo, la política de naturalización de ciudadanos bahreiníes por parte de Qatar y las críticas que a través de la emisora Al Jazeera se han vertido sobre el reino, son otros factores que erosionan el vínculo.

En virtud de lo expuesto, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre el reino y Qatar habría de quedar rezagado, produciéndose recién dos años después de la firma de la Declaración de Al-Ula, en el marco de una reconfiguración del escenario de Medio Oriente. Esta reestructuración es evidente a partir de la firma de los Acuerdos Abraham, que han supuesto una gran victoria para Israel, al favorecer el quiebre de su aislamiento dentro del escenario regional. Asimismo, se hace palpable gracias a la reinstauración de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán, dos actores que se encuentran en pugna por el liderazgo regional. También como fruto de la aproximación de Siria a sus vecinos árabes, que ha tenido como corolario su readmisión en la Liga Árabe. Incluso gracias a las renovadas expectativas en torno a la finalización del conflicto en Yemen. En definitiva, estos acontecimientos brindan pistas respecto a la búsqueda de bajar el tono a la conflictividad en la zona, de impulsar la diplomacia por sobre conductas más agresivas. Ello en un marco caracterizado por la disminución de la presencia norteamericana y por el intento de la República Popular China por ganar espacios en la región.

Referencias bibliográficas

Arab News (2023). Bahrain, Qatar foreign ministers meet in Riyadh to set procedures for bilateral talks. Disponible en: https://www.arabnews.com/node/2247146/middle-east

Asisian, N. (2018). The Qatar crisis, its national implications, and the US national interests, Small Wars Journals.

Blanchard, C. (2016). Qatar: Background and U.S. Relations, Congressional Research Service, Disponible en: https://sgp.fas.org/crs/mideast/RL31718.pdf

Cafiero, G. (2021). Iranian-Qatari Relations After Al-Ula, Carnegiee Endowment for International Peace. Disponible en: https://carnegieendowment.org/sada/83771

Cafiero, G. (2022). Is real rapprochement between Bahrain, Qatar on the horizon?, Amwaj Media.

Cerdán, M. (2023). Bahrain and Qatar, the weakest link in Gulf reconciliation, Atalayar.

Fabani, O. (2021). Orígenes, ramificaciones y ¿desenlace? de la crisis con Qatar. Su impacto sobre el Consejo de Cooperación del Golfo. En Anuario del Instituto de Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Fabani, O. (2016). Condicionantes domésticos, regionales e internacionales y su incidencia sobre la política exterior de Bahréin tras los levantamientos en el mundo árabe, Brazilian Journal of International Relations, Universidade Estadual Paulista, Vol. 5, Ed. 3, 2016, pp. 518-544.

Gulf International Forum (2022). Why the Qatar-Bahrain Rift Long Predates the 2017 Gulf Crisis.

Kinninmont, J. (2019). The Gulf divided. The impact of the Qatar crisis, Chatham House.

Ministry of Foreign Affairs of Qatar (2023). Qatari-Bahraini Follow-up Committee Holds its Second Meeting in Riyadh. Disponible en: https://www.mofa.gov.qa/en/all-mofa-news/details/1444/09/21/qatari-bahraini-follow-up-committee-holds-its-second-meeting-in-riyadh

Polidura, A. (2021). Se pone fin a la crisis con Qatar, tras la firma de la Declaración de Al-Ula, Atalayar.

Qatar News Agency (2023). Qatari-Bahraini Follow-Up Committee Holds First Meeting in Riyadh. Disponible en: https://www.qna.org.qa/en/News-Area/News/2023-02/13/0040-qatari-bahraini-follow-up-committee-holds-first-meeting-in-riyadh

Vakil, S. (2018). Iran and the GCC Hedging pragmatism and opportunism, Chatam House, Middle East and North Africa Programm

 

[1] Doctora en Relaciones Internacionales. Magíster en Integración y Cooperación Internacional. Investigadora Asistente del CONICET. Docente de la Universidad Nacional de Rosario. Secretaria del Departamento de Medio Oriente (IRI-UNLP). Contacto:  ornela.fabani@fcpolit.unr.edu.ar

[2] Organismo subregional constituido en 1981 y compuesto por Arabia Saudita, EAU, Bahréin, Kuwait, Omán y Qatar