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Apuntes para la problematización de la guerra en Ucrania y sus consecuencias humanitarias por Juan Martín Barbás

Centro de Estudios en Género(s) y Relaciones Internacionales (CeGRI)

Artículos

Apuntes para la problematización de la guerra en Ucrania y sus consecuencias humanitarias

Juan Martín Barbás[1]

En febrero de 2022 tropas rusas ingresaron en territorio ucraniano, agravando una disputa cuyos orígenes inmediatos pueden rastrearse hasta el 2014 y desencadenando un conflicto armado internacional cuya resolución no parece posible en el corto o mediano plazo. La intervención de la comunidad internacional, lejos de favorecer una salida pacífica y negociada, ha alentado el desarrollo de las acciones bélicas, priorizando la búsqueda de objetivos geopolíticos por sobre la protección de la población civil. Como resultado de esto, el continente europeo atraviesa la mayor crisis de seguridad desde la finalización de la Guerra Fría y una de las peores crisis humanitarias de los últimos cien años.

El presente artículo aborda dicha situación desde una perspectiva de género, entendida ésta como aquella que nos permite identificar las desiguales implicancias y efectos que tienen sobre hombres y mujeres las acciones, políticas y discursos (ONU Mujeres, 2020). La mencionada perspectiva resulta indispensable en el análisis de las Relaciones Internacionales y de las diferentes formas de interacción entre los Estados, lo cual incluye, por supuesto, la guerra y sus consecuencias (Chaves, 2017). Esto, debido al hecho de que el género es un componente clave de todas las relaciones sociales, y una forma primaria de articulación y configuración de las relaciones –simbólicas y materiales– de poder (Scott, 2008).

La catástrofe humanitaria en Ucrania

Desde el comienzo de la invasión, las tropas rusas han incurrido sistemáticamente en el hostigamiento y en el ataque a la población civil ucraniana, llegando a perpetrar varias masacres, entre las que se destacan las realizadas en las ciudades de Chernígov, Járkov, Bucha y Mariupol. Casi veinte mil civiles han perdido la vida desde principios del 2022 (Amnistía Internacional, 2023), y unas catorce millones de personas se han visto desplazadas territorialmente, la mitad de ellas debiendo hallar refugio fuera de Ucrania (Amnistía Internacional, 2023). El desplazamiento territorial, en especial el que implica el traspaso de fronteras nacionales, es un fenómeno notablemente feminizado: según declaraciones de Gillian Triggs, Alta Comisionada Auxiliar para la Protección de ACNUR, más de las 2/3 partes de quienes huyen de Ucrania son mujeres (ACNUR, 2022)[2].

La guerra desencadenada a partir de la invasión rusa ha afectado drásticamente las condiciones de vida de la población ucraniana, impactando de forma desproporcionada en mujeres y niños. Se pone en evidencia, de esta manera, aquella advertencia realizada por la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU (2000), acerca de que “las mujeres y los niños, constituyen la inmensa mayoría de los que se ven perjudicados por los conflictos armados, incluso en calidad de refugiados y personas desplazadas internamente, y cada vez más sufren los ataques de los combatientes (…)” (p. 1).

En este punto debe recordarse que los enfrentamientos bélicos exponen a las mujeres a formas específicas de violencia, como, por ejemplo, las violaciones. En efecto, la violación de mujeres y niñas constituye una práctica habitual en el marco de los conflictos armados, desde las antiguas guerras tribales hasta los grandes enfrentamientos internacionales del siglo XX. En estos escenarios, la violación actúa como arma de guerra psicológica y desmoralizadora del adversario, y está atravesada por la percepción del cuerpo femenino como territorio o botín a conquistar (Venegas, Reverte y Venegas, 2019). Las violaciones en el marco de las guerras no constituyen actos aislados o excepcionales llevados a cabo por soldados “indisciplinados”, sino que se configuran como prácticas sistemáticas y planificadas, casi siempre toleradas o incluso promovidas por la propia oficialidad de las fuerzas armadas (Venegas, Reverte y Venegas, 2019).

Indira Kajosevic, investigadora de las violaciones de guerra cometidas en el marco del conflicto bélico en Bosnia, sostiene que para la mirada hegemónica y heteropatriarcal:

Una mujer que ha sido violada es una propiedad devaluada y señala la derrota del hombre que falla en su papel de protector (…). El territorio/propiedad de los machos enemigos está ocupado a través de la colonización de los cuerpos femeninos. La violación a la vez contamina y ocupa el territorio de la nación, transgrede sus límites, derrota a sus defensores. Degrada el símbolo de fertilidad y pureza de la nación, bloquea físicamente su continuidad y amenaza su existencia. (Venegas, Reverte y Venegas, 2019, p. 231)

Rita Segato (2018), por su parte, señala al respecto:

Como es sabido, la moral de la tropa es algo que se cultiva, que se enseña (…) la violación de las mujeres de su pueblo o facción derrumba esa moral y esa autoconfianza. La violación opera la destrucción moral del grupo corporizado que se supone está en la tutela de los cuerpos agredidos (…), agredir el cuerpo de las mujeres de una comunidad o facción atacándola sexualmente y, como es frecuente, hasta la muerte, es como colocar una bomba exactamente en el centro de gravedad de un edificio haciéndolo implosionar de una forma barata y rápida. (pp. 227-228)

En el marco del conflicto ucraniano, Naciones Unidas ha logrado corroborar cientos de casos de violación cometidos por tropas rusas, aunque se intuye que la cifra real es varias veces superior (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 2023). Sobre la recopilación e investigación de estos casos por parte de las organizaciones internacionales, sin embargo, pesan enormes dificultades debido a la desconfianza de las sobrevivientes y al enorme estigma social asociado (Amnistía Internacional, 2023).

Asimismo, la guerra en Ucrania ha generado un ambiente propicio para el crecimiento de la trata de personas (Parra Ferreras, 2023)[3]. Este delito afecta fundamentalmente a las mujeres, quienes constituyen el 90% de las víctimas a nivel mundial, y está fuertemente asociado a la explotación sexual (Parras Ferreras, 2023). Según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, más del 70% de las mujeres víctimas de redes de trata se ven sometidas a la prostitución forzada o son utilizadas como esclavas sexuales (Chiarotti, 2018)[4]. Un dato particularmente alarmante sobre la situación específica en Ucrania es que varias organizaciones vienen denunciando que las redes de trata han infiltrado grupos humanitarios, en especial aquellos que trabajan con un importante número de voluntarios sobre el terreno, con el objetivo de facilitar las tareas de selección, identificación, engaño y captura de víctimas (Varela Conesa, 2022).

Las guerras, a su vez, desestructuran las redes de contención comunitarias y afectan severamente la prestación de servicios sociales, lo cual sobrecarga con tareas de cuidado a las mujeres, al ser a estas a quienes, histórica y culturalmente, se les impuso la responsabilidad en torno a la reproducción social en sentido amplio. Según Moriconi (2022),

el rol establecido socioculturalmente como cuidadoras y protectoras del hogar, delega la crianza de lxs niñxs sobre las mujeres. A esto, se le suma la atención – física y emocional – de los esposos, quienes en su mayoría regresan con estrés postraumático y alcoholismo, consecuentes de las experiencias en los campos de batalla. (p. 78)

Para entender la magnitud de esta situación, según datos del sistema de monitoreo online de la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde el comienzo de la guerra las tropas rusas han atacado más de novecientas instalaciones médicas ucranianas y han impactado al menos ciento cincuenta vehículos utilizados para la asistencia sanitaria de civiles. A raíz de este panorama, al que debe sumarse el saqueo de farmacias, el traslado de personal médico hacia las líneas de combate y la interrupción de los canales tradicionales de suministro de medicamentos, a comienzos de este año Médicos Sin Fronteras (MSF, 2023) declaró el colapso total del sistema de salud ucraniano.

Las consecuencias de todo esto han sido la caída en los índices de vacunación infantil frente a enfermedades como el sarampión y la polio, el notable aumento de las enfermedades infecciosas y de transmisión sexual, la expansión de la malnutrición infantil, la interrupción del tratamiento de afecciones crónicas y el incremento de la prematuridad o los abortos espontáneos (Ferrera y Arrufat Cárdava, 2023). Sobre este último punto, no debe perderse de vista que, incluso antes de que se desencadenara el conflicto bélico, Ucrania poseía niveles de mortalidad materna y de mortalidad infantil superiores a los de muchos de los países europeos (Ferrera y Arrufat Cárdava, 2023).

Al colapso del sistema sanitario, debe sumarse la crisis que afecta al sistema educativo. Según datos de Human Rights Watch (HRW), casi trescientas escuelas han sido bombardeadas o atacadas con munición de artillería, afectando severamente la provisión de servicios educativos (HRW, 2023). A su vez, el 40% de la infraestructura energética de Ucrania se ha visto afectado o inutilizado –lo que ha generado reiterados apagones masivos y ha repercutido en el suministro de calefacción y agua durante los meses invernales– y unas 150.000 viviendas fueron destruidas o severamente dañadas en el marco de los combates (Amnistía Internacional, 2023).

Ante este panorama, no resulta extraño que la economía ucraniana se haya visto fuertemente perjudicada, experimentando una contracción de casi un 50% (Amnistía Internacional, 2023). Esto llevó la desocupación a niveles superiores al 30% de la población económicamente activa, y multiplicó por diez el número de pobres en el país (Amnistía Internacional, 2023). Nuevamente aquí, el impacto es desproporcionado entre hombres y mujeres, en detrimento de estas últimas. Así, por ejemplo, antes del comienzo del conflicto el desempleo era más alto entre la población económicamente activa masculina que entre la población económicamente activa femenina; luego del 2022, esa situación se invirtió (Global Gender Gap Report, 2023). En buena medida, esto se debe al hecho de que las mujeres ucranianas están sobrerrepresentadas en los puestos de trabajo más precarizados, part-time y peor remunerados, que son los primeros en perderse ante un contexto de crisis (Global Gender Gap Report, 2023).

Amnistía Internacional (2023), por otra parte, también ha advertido sobre el incremento de la violencia de género en el ámbito familiar, en paralelo a una disminución de los recursos orientados al abordaje estatal de esta problemática. Precisamente sobre este asunto, Hrystyna Kit, fundadora de la Asociación de Mujeres Abogadas de Ucrania, ha denunciado que en el marco de la guerra se han detenido los avances jurídicos y culturales en relación a la erradicación de la violencia de género en la sociedad, lo que constituye un retroceso que llevará años revertir (Noticias ONU, 2022). En relación a esto, además, debe recordarse que los contextos fuertemente militarizados y con amplia circulación de armas son particularmente propicios para la amplificación de múltiples formas de violencia, entre las que ocupa un lugar central la violencia de género (Moriconi, 2022).

Rusia viola Derechos Humanos; Ucrania también

La crisis económica, social y humanitaria desencadenada por la invasión rusa ha sido aprovechada por el gobierno de Zelensky para impulsar medidas reaccionarias que fortalecen las capacidades represivas del Estado, y le brindan al mismo amplios poderes de control sobre la producción cultural, la circulación de personas y la difusión de información por parte de los medios de comunicación (Amnistía Internacional, 2023; HRW, 2023). Un Estado ucraniano cuyos cuerpos de seguridad acumulaban hasta la víspera de la guerra un frondoso historial de violaciones de libertades fundamentales, y que hoy en día está siendo equipado a un ritmo acelerado por buena parte de las potencias occidentales (Barbás, 2022).

Las capacidades incrementadas de censura, regulación y sanción adquiridas por el Estado ucraniano se han empleado no solamente para la persecución de todos aquellos sospechosos de simpatizar con el bando enemigo, sino también para silenciar las voces que postulan una salida alternativa al conflicto bélico. En este sentido, desde el Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP) y el Instituto Internacional para la Acción Noviolenta (Novact), señalan que:

Los tambores de la guerra han ocupado el debate público y han desplazado gradualmente las iniciativas no violentas de transformación del conflicto y construcción de paz. La maquinaria propagandística ha polarizado a las sociedades enfrentadas, ocultando las voces disidentes a la guerra. (Daza Sierra, 2022, p.10)

Parte sustancial de esas voces en disidencia plantean la necesidad de recurrir a instancias de mediación, y de involucrar activamente a actores de la sociedad civil de ambos países en conflicto. Así como también de aumentar la participación de mujeres en los espacios de resolución y toma de decisiones, algo que sin embargo parece lejano habida cuenta de la poca presencia de las mismas en la esfera gubernamental. Según datos del Global Gender Gap Report (2023), Ucrania se encuentra en el puesto número 87 –sobre un total de 146 países rankeados– en materia de empoderamiento político femenino. Esto se debe al hecho de que solamente un 20% de los escaños parlamentarios y un 21% de los puestos jerárquicos en ministerios son ocupados por mujeres[5].

En este contexto de anulación de toda voz divergente y alternativa a las decisiones gubernamentales, las autoridades han impulsado políticas que no harán más que agravar las condiciones de vida de los sectores populares. Medidas de austeridad, flexibilización laboral y recorte de subsidios para sectores no vinculados con las necesidades bélicas están a la orden del día. Por ejemplo, las autoridades hicieron aprobar una ley que habilita la realización de contratos de “cero horas”. Los contratos de “cero horas” reciben este nombre ya que no le aseguran al trabajador un número mínimo de horas semanales o mensuales efectivamente trabajadas, lo que impacta lógicamente en el salario que recibe a fin de mes[6]. Asimismo, se autorizó a las empresas con una plantilla superior a los doscientos cincuenta empleados a violar disposiciones que se hayan establecido con anterioridad en el marco de convenios colectivos firmados con representaciones sindicales (Amnistía Internacional, 2023).

Aunque el gobierno de Zelensky sostiene que dichas reformas se justifican por el contexto bélico, lo cierto es que las mismas forman parte de un proyecto más amplio de modificación de la legislación laboral, que incluye la flexibilización en las condiciones de despido, el recorte de derechos sindicales y la disminución de los costos patronales. Un proyecto que se venía impulsando desde antes de la guerra y que no se había logrado aplicar por la exitosa resistencia –en un contexto claramente mucho más favorable– de las organizaciones obreras. Como sostiene la activista feminista e investigadora bosnia Nela Porobić (2023):

Ucrania es la oportunidad más nueva para el capitalismo del desastre. Si bien Ucrania no es ajena a las políticas neoliberales, solo ahora se pueden impulsar las intervenciones más extremas, porque las personas, los posibles oponentes de estas políticas, están ocupadas sobreviviendo o manteniendo unidas a sus comunidades. (Párr.13)

Por último, no debe perderse de vista que, aunque en menor grado de extensión, las tropas que participan de la defensa del territorio ucraniano no quedan eximidas de la comisión de crímenes de guerra ni de la violación de derechos humanos. Según Human Rights Watch (2023), al igual que las tropas rusas, las fuerzas de Kiev han recurrido en reiteradas ocasiones al uso de municiones en racimo, particularmente peligrosas para la población civil y prohibidas por la Convención sobre Municiones en Racimo del 2008, ratificada por 110 Estados[7]. Asimismo, las tropas ucranianas han cometido abusos, torturas y malos tratos contra prisioneros de guerra rusos, llevando a cabo inclusive varias ejecuciones extrajudiciales que no han sido debidamente investigadas por las autoridades (HRW, 2023).

Esta situación se ve agravada por un contexto de fuerte presencia de organizaciones de extrema-derecha y ultra-nacionalistas entre los grupos combatientes. Organizaciones que han venido fortaleciéndose desde las grandes movilizaciones del año 2014, y que han sido sumadas, con diversos grados de formalidad, a las acciones de las fuerzas armadas ucranianas (Daza Sierra, 2022). El caso más conocido es el del Batallón Azov, grupo xenófobo y filo-nazi incorporado a los sectores de reserva de las fuerzas armadas de Ucrania, que desempeñó un importante papel en la defensa de la ciudad de Mariupol. Este grupo, cuyo fundador Andriy Biletsky llegó a sostener públicamente la necesidad de llevar a cabo “una cruzada contra los untermenschen (subhumanos) semitas”, cuenta con financiamiento estatal y el respaldo de algunos de los principales oligarcas del país (Roussinos, 2022)[8]. Gracias a estos vínculos, el Batallón Azov ha logrado acceder a recursos, equipamiento y puestos de relevancia en la estructura estatal. Frente a esto, Roussinos (2022) sostiene que

Ucrania no es un Estado nazi, pero el apoyo del Estado ucraniano a grupos neonazis o de tendencia nazi (…) convierte al país en un caso atípico en Europa. En el continente existen muchos grupos de extrema derecha, pero sólo en Ucrania estos poseen sus propios tanques y unidades de artillería, con apoyo del Estado. (Párr. 10)

El accionar de estos grupos de extrema-derecha es particularmente virulento contra miembros y organizaciones de la comunidad LGBTQ+. Y dicho accionar no se ha visto modificado sustancialmente por la existencia de un conflicto armado internacional en curso (Barbás, 2022). A modo de prueba, en los últimos meses fue vandalizada la sede de Insight Ukraine, una ONG que defiende los derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales; sufrieron hostigamiento múltiples referentes y activistas de la comunidad LGBTQ+; y debieron incrementarse las medidas de seguridad en torno a la realización del Primer Festival de Cine Queer de Kiev, a raíz de las amenazas recibidas por sus promotores (ILGA, 2023)[9].

El rol de las mujeres en la guerra

El hecho de que las mujeres se vean expuestas a formas específicas y agravadas de violencia en el marco de los conflictos bélicos no implica que su papel durante los mismos se límite al de víctimas pasivas, sin autonomía o capacidad de agencia. Por el contrario, a lo largo de la historia las mujeres han desempeñado una amplia variedad de actividades que han contribuido, tanto a la finalización de los enfrentamientos como al alargamiento de los mismos[10]. Por ejemplo, en el marco de la guerra en Ucrania, las mujeres desempeñan un papel fundamental en el sostenimiento del tejido social y en la provisión de servicios previamente brindados por el Estado. Asimismo, según afirma Moriconi (2022), “el trabajo de caridad, la organización de colectas y las recaudaciones son centrales en Ucrania, y son mayoritariamente mujeres quiénes se encargan de trasladar y suministrar equipos básicos y donaciones monetarias a los soldados” (p.77).

Asimismo, las mujeres de Ucrania juegan un rol muy activo en la resistencia pacífica o no-armada frente a la invasión, boicoteando el accionar de las tropas rusas a partir de acciones como la falta de colaboración, la entrega de información falsa o la participación en movilizaciones de protesta. En este sentido, es particularmente relevante el accionar de las mujeres ucranianas exiliadas que se hallan en Polonia y República Checa, quienes han llevado a cabo importantes campañas de solidaridad, propaganda y recolección de fondos para quienes aún permanecen en suelo ucraniano (Koshulko y Dluhopolskyi, 2022).

Más allá de esto, las mujeres ucranianas vienen sumándose de forma creciente a la lucha directa contra las tropas rusas, al menos desde la anexión de la península de Crimea en 2014. La incorporación de mujeres en las fuerzas armadas de Ucrania ha sido tan importante en los últimos años, que desde el 2016 las autoridades han autorizado la participación femenina en unidades de combate (Koshulko y Dluhopolskyi, 2022). Hasta entonces, solamente les estaban permitidas tareas administrativas o auxiliares lejos del campo de batalla. Actualmente, unas 40.000 mujeres son parte de las fuerzas armadas ucranianas, lo que representa aproximadamente un 10% del personal. Del total de mujeres que forman parte de las fuerzas armadas, alrededor de 5.000 se encuentran en las líneas de combate, aunque desarrollando fundamentalmente tareas de asistencia médica (RTVE, 2023).

A pesar de estos avances, las mujeres siguen sufriendo violencia y discriminación al interior del ejército, y casi siempre se ven relegadas por sus oficiales a tareas secundarias (Moriconi, 2022). Las autoridades castrenses no parecen muy predispuestas a alentar la participación femenina, lo que se traduce en múltiples prácticas que van desde la negativa a desarrollar uniformes específicos[11], hasta la imposición de normas sexistas como el tener que desfilar en zapatos de taco alto (BBC, 2021). Asimismo, todavía no se han modificado en lo sustancial ciertas imágenes estereotipadas y de raíz patriarcal, muy arraigadas en la sociedad ucraniana. Por ejemplo, según una encuesta realizada por Insight Ukraine (2023), el 60% de los entrevistados considera que solamente los hombres deben ser convocados para la conscripción obligatoria; dicho valor, se eleva hasta el 66% cuando los que responden son varones.

Reflexiones finales

La guerra de Ucrania, que ya transita su segundo año, ha puesto en riesgo la integridad y la existencia de millones de personas. No solamente en territorio ucraniano, donde la gravedad de la situación es desesperante, sino también a nivel global a raíz de su impacto en los mercados energéticos y de abastecimiento de granos. Pero la guerra no solamente es muerte, destrucción y desesperanza para millones. También es una oportunidad fantástica para que ciertos sectores y países puedan hacer negocios. En efecto, desde el comienzo de la guerra las ganancias de las industrias armamentistas no han parado de crecer, y este proceso probablemente se sostendrá en los próximos años habida cuenta del incremento de los presupuestos militares que están realizando las principales potencias a nivel global. Para dimensionar las cifras detrás del negocio, podemos tomar simplemente el caso de Ucrania, que hasta el 2021 destinaba en promedio un 3% de su PIB para gastos militares y que actualmente destina más de un 30%. Según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, 2023), las importaciones de armamento por parte de Kiev crecieron un 8.640%, siendo Estados Unidos el principal origen de las mismas (un 34% de las importaciones totales de armamento). Dichas importaciones, se financiaron en buena medida con aportes económicos realizados por terceros países, especialmente de Europa. En este sentido, para finales del 2022 la Unión Europea ya había puesto a disposición del rearme ucraniano la friolera suma de 3,1 billones de euros (SIPRI, 2023).

Por otro lado, la guerra en Ucrania parece adoptar las características y configuraciones propias de los conflictos modernos, en los cuales la paz ya no existe como objetivo esperable ni deseable: “el proyecto de la guerra es hoy, para sus administradores, un proyecto a largo plazo, sin victorias ni derrotas conclusivas. Casi podría decirse que el plan es que se transformen, en muchas regiones del mundo, en una forma de existencia” (Segato, 2014, p.341).

No resulta extraño, por ende, que exista tan poca voluntad de alcanzar una solución pacífica al conflicto. Demasiados intereses están en juego, y para la mayoría de ellos resulta más rentable la extensión indefinida de la lucha. El costo humanitario se vuelve un factor secundario; precio que todos parecen dispuestos a pagar en pos de la persecución de sus objetivos –políticos, económicos o estratégicos–. Sin embargo, puede que no todo esté perdido. Sindicatos, organizaciones de derechos humanos, agrupaciones feministas, partidos políticos de izquierda y un creciente número de actores de la sociedad civil bregan por el fin inmediato de las hostilidades y la apertura de una instancia real de negociación entre Rusia y Ucrania. Estas voces, por el momento minoritarias frente a quienes levantan las banderas del nacionalismo, el patriotismo exaltado y el militarismo, son la clave para evitar que Europa se sumerja todavía más en uno de los momentos más oscuros de su historia reciente.

Referencias bibliográficas

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Chaves, D. (2017). ¿Qué “género” de relaciones internacionales construimos? O de porqué es necesaria una perspectiva de género desde la disciplina. En letra, no.8, pp.214.231.

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Comunicados de prensa y artículos periodísticos

ACNUR (12/4/2022). Declaración sobre los riesgos de trata y explotación a los que se enfrentan las personas refugiadas de Ucrania. Disponible en https://www.acnur.org/noticias/news-releases/declaracion-sobre-los-riesgos-de-trata-y-explotacion-los-que-se-enfrentan

ILGA (2023). ILGA World Monitor. Disponible en https://monitor.ilga.org/

BBC (3/7/2021). La controversia por el plan de Ucrania de que las mujeres soldado marchen con tacones. Disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-57710415

DW (12/7/2023). Miles de ucranianas combaten en uniformes para hombres. Disponible en https://www.dw.com/es/miles-de-soldados-ucranianas-combaten-en-uniformes-para-hombres/a-66204713

Instituto Universitario de Estudios Sobre Migraciones (13/6/2022). La trata de personas en el contexto de la guerra de Ucrania: ¿Por qué las personas migrantes son más vulnerables a la trata de personas? Disponible en https://blogs.comillas.edu/buildingbridges/2022/07/13/la-trata-de-personas-en-el-contexto-de-la-guerra-de-ucrania-por-que-las-personas-migrantes-son-mas-vulnerables-a-la-trata-de-personas/

Médicos Sin Fronteras (27/3/23). Ucrania entre líneas enemigas: la destrucción total de su sistema de salud. Disponible en https://www.msf.org.ar/actualidad/ucrania-lineas-enemigas-la-destruccion-total-su-sistema-salud

Noticias ONU (6/12/2022). Luchar contra la violencia sexual en la guerra de Ucrania. Disponible en https://news.un.org/es/story/2022/12/1517287

Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (31/3/2023). En Ucrania, el Alto Comisionado Türk detalla violaciones graves a la vez que hace un llamamiento a conseguir una paz justa. Disponible en https://www.ohchr.org/es/statements/2023/03/ukraine-high-commissioner-turk-details-severe-violations-and-calls-just-peace

RTVE (4/2/2023). Más de 40.000 mujeres participan en el ejército ucraniano, de las que 5.000 combaten en el frente. Disponible en https://www.rtve.es/noticias/20230204/mas-40000-mujeres-participan-ejercito-ucraniano-5000-combaten-frente/2421287.shtml

[1] Licenciado en Ciencias Políticas (UBA). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Doctorando en Ciencias Sociales (UNGS). Integrante del Centro de Estudios en Género(s) y Relaciones Internacionales (CeGRI, IRI-UNLP).

[2] Esto se explica, en buena medida, por una disposición de la ley marcial vigente en Ucrania que limita la salida del país de varones en edad de combatir.

[3] La situación de la trata y la explotación sexual en Ucrania eran sumamente graves incluso antes del estallido de la guerra. En efecto, a comienzos del 2022 el país en cuestión ya era uno de los cinco principales lugares de origen de víctimas de trata a nivel mundial (Instituto Universitario de Estudios Sobre Migraciones, 2022).

[4] Para Rita Segato (2018), actualmente en la trata con fines de esclavitud sexual está inscripta una verdadera pedagogía de la crueldad, en tanto “su rendimiento no reside meramente en la contabilidad del lucro material que de ella se extrae, sino en lo que ella cobija en términos de los pactos de silencio y complicidad que a su sombra se consolidad. Economías materiales y simbólicas entreveradas (…)” (p. 20).

[5] Según una encuesta realizada entre jóvenes ucranianos de hasta 25 años por la ONG Insight Ukraine (2023), el 55% de los varones considera que son más aptos que las mujeres para el liderazgo político.

[6] Con el objetivo de evitar las posibles protestas obreras, las autoridades ucranianas terminaron aceptando que la ley de contratos de “cero horas” estableciera un mínimo garantizado de treinta y dos horas remuneradas por mes. Es decir, ocho horas semanales. Una cifra irrisoria, y con la cual resulta imposible asegurar el sustento del trabajador y su familia.

[7] Ni Ucrania ni Rusia son parte de la mencionada convención.

[8] Además del Batallón Azov, en Ucrania operan otras organizaciones de extrema-derecha como el Batallón Batkivshchyna o la División Misantrópica, que comparten elementos como el supremacismo blanco, la homofobia, el antisemitismo y la misoginia. Todas estas organizaciones poseen nutridos nexos con organizaciones europeas o estadounidenses, con las cuales intercambian periódicamente información, recursos y experiencias (Bilsky, Cabrera y Muratore, 2023). Incluso más, muchas de ellas están relacionadas con organizaciones rusas de iguales características – el grupo Wagner, sin dudas es el caso paradigmático –, lo que ha dado lugar a situaciones paradójicas de acercamiento y diálogo entre grupos que a priori deberían estar enfrentados (Bilsky, Cabrera y Muratore, 2023). En definitiva, lo que las fronteras y los intereses nacionales dividen, la ideología – violenta, reaccionaria y filo-nazi – termina hermanando.

[9] En el marco del conflicto bélico, se han visto afectados derechos específicos de quienes integran la comunidad LGBTQ+. Por ejemplo, mujeres trans con una incorrecta identificación de sexo en sus documentos de identidad han sido forzadas a cumplir con el servicio militar impuesto a la población masculina (Moriconi, 2022). El presidente Zelensky, por otra parte, ha señalado que Ucrania no avanzará en el reconocimiento de los matrimonios para personas del mismo sexo mientras las hostilidades sigan en curso (HRW, 2023). De todas maneras, la situación de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en territorio bajo soberanía ucraniana, parece ser mejor que la de quienes se hallan en zonas ocupadas por tropas de Rusia, debido a la abierta homofobia que enarbolan las autoridades de este país (ILGA, 2023).

[10] No es nuestra intención discutir aquí en profundidad las diferentes maneras en las que las mujeres intervienen en los conflictos armados, ni tampoco analizar los debates teóricos y conceptuales que de ello se derivan. Para quienes desean abordar este tópico recomendamos la lectura del artículo “Género y guerra: una reflexión a partir de la obra de Joan Scott” (Barbás, 2022b).

[11] La organización Arm Women Now ha diseñado y donado uniformes a las mujeres de las fuerzas armadas, y actualmente se encuentra en negociaciones con el Ministerio de Defensa de Ucrania para lograr que el mismo se vuelva un componente oficial y estandarizado del equipamiento militar (DW, 12/7/2023).