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El rol de la Comunidad de África Oriental en el conflicto de la RDC por Bruno Baravalle

Artículos

El rol de la Comunidad de África Oriental en el conflicto de la RDC

Bruno Baravalle

Introducción

El conflicto en el este de la República Democrática del Congo (RDC), lejos de extinguirse, continúa siendo un factor de inestabilidad regional y generando ásperas disputas entre los países vecinos del gigante africano.

La lucha contra el renovado M-23 iniciada a principios del año pasado luego de una serie de ataques perpetrados por el grupo armado contra tropas de las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC), es una cuestión que va más allá de las fronteras de la RDC e involucra a todos los países de la región.

Frente a este escenario, el presidente Félix Tshisekedi consciente de su incapacidad para poner freno al avance y consolidación del M-23, recurrió a la Comunidad de África Oriental (CAO) en busca de ayuda. Luego de una serie de reuniones los países miembros del bloque llegaron al histórico acuerdo de formar y desplegar una fuerza regional conjunta para ponerle fin al M-23.

Si bien el accionar de la fuerza regional ya es un hecho, los desafíos a los que se enfrenta son muchos y las posibilidades de éxitos escasas, en un contexto marcado por un fuerte rechazo de los congoleños a las intervenciones extranjeras, un M-23 cada vez más fuerte y agresivo y el accionar de tropas vecinas guiadas por sus propios intereses.

El presente artículo busca analizar brevemente el rol que tiene la Comunidad de África Oriental y su Fuerza Regional en el conflicto, las implicancias y los desafíos a los que debe hacer frente para alcanzar sus objetivos.

El rol de la Comunidad de África Oriental: diálogo y fuerza.

La Comunidad de África Oriental (CAO) es una organización intergubernamental formada por siete estados socios: la República de Burundi, la República de Kenia, la República de Ruanda, la República de Sudán del Sur, la República de Uganda, la República Unida de Tanzania y la República Democrática del Congo, siendo el último estado en ser admitido a principios del año pasado.

En el año 2019 Tshisekedi manifestó el deseo de que su país se incorporara a la organización como estado pleno por medio de una carta dirigida a Paul Kagame (presidente de Ruanda) quién ejercía la presidencia de la CAO en aquel entonces.

El mencionado interés del presidente congoleño estaba supeditado no tanto a cuestiones económicas y a los posibles beneficios que podía acarrear la integración comercial, sino más bien a la grave situación de inseguridad que atravesaba el este del país en ese momento y que actualmente se ha profundizado.

A las pocas semanas de haber admitido a la RDC, la CAO puso en marcha una serie de iniciativas para ponerle fin a la violencia que sufre el este del país, escenario de más de 100 grupos armados que luchan entre sí y contra las tropas gubernamentales tanto de la RDC como de los países vecinos de Ruanda y Uganda.

Si bien el conflicto que atraviesa la región no es novedoso, el estallido de la actual crisis se encuentra en el resurgimiento a principios del 2022 del M-23 o Movimiento 23 de Marzo, un grupo armado que lucha contra el gobierno de la RDC reclamando el cumplimiento de los principales puntos del “Acuerdo de Paz de Goma” (2009) que establecía el desarme e incorporación a las tropas regulares de los combatientes del extinto Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP), precursor del mencionado grupo.

El voraz accionar del M-23, que avanzó en la conquista de ciudades claves en las zonas fronterizas con Ruanda y Uganda, causó preocupación no solo en Tshisekedi sino en el resto de los mandatarios del bloque que temían que la situación derive en un conflicto regional y que, además, generó tensiones diplomáticas y políticas entre Kinshasa y Kigali.

Frente a esta situación, las alarmas se encendieron rápidamente y el entonces presidente de Kenia-Uhuru Kenyatta-, fue designado mediador por la CAO quien impulsó una ronda de negociaciones de paz entre los representantes del gobierno congoleño, la sociedad civil y diferentes grupos armados locales, siendo excluido el M-23 por su continua ofensiva.

Esta iniciativa conocida como el “Proceso de Nairobi” que inició en abril del 2022 y que ya lleva más de tres ediciones, tiene como principales objetivos alcanzar un cese al fuego, la repatriación de militares extranjeros y la adhesión de los grupos armados locales al programa de Desarme, Desmovilización, Recuperación Comunitaria y Estabilización establecido por el gobierno (ISS, 2023).

Cabe hacer mención a la otra iniciativa regional que también apuesta por el diálogo y la mediación para hacer frente al conflicto congoleño y busca complementar los esfuerzos de Nairobi: el “Proceso de Luanda”. El mismo surge en julio a partir de la designación del presidente de Angola, Lourenço, por parte de la Unión Africana como mediador entre Tshisekedi y Kagame. El surgimiento de este mecanismo está enmarcado en un contexto de extrema tensión y desconfianza entre la RDC y Ruanda, quien ha sido acusada de apoyar y financiar al M-23 (ISS, 2023).

Sin embargo, mediante una serie de reuniones o mini-cumbres entre los tres mandatarios se ha avanzado sobre cuestiones políticas, negociaciones y el cumplimiento de los acuerdos bajo la denominada “Hoja de ruta de Luanda” (ISS, 2023).

Si bien ambos procesos son complementarios, el primero tiene como foco la cuestión de los grupos armados y la autorización de desplegar la Fuerza Regional mientras que el segundo aborda las cuestiones políticas y diplomáticas entre la RDC y Ruanda (ISS, 2023).

Paralelamente a los esfuerzos políticos y diplomáticos, en junio del 2022, y como resultado de la tercera reunión del Proceso de Nairobi, los jefes de estado de la CAO acordaron el despliegue de una fuerza regional en el este de la RDC para combatir a los grupos armados que operan allí.

La misma sería compuesta por un total de 6.500 a 12.000 soldados de los ejércitos de los países miembros del bloque con el mandato de “contener, derrotar y erradicar fuerzas negativas” en el este del país. El liderazgo estaría bajo un comandante keniano y se renovaría cada 6 meses y los cuarteles se localizaría en la ciudad de Goma, capital de Kivu del Norte. Las tropas operarían en las cuatro provincias más afectadas por el accionar de los grupos armados: Haut-Uélé, Ituri, Kivu del Norte y Kivu del Sur (The Crisis Group, 2022).

Según los planes del comandante general, se espera que las tropas ugandesas se enfrenten a las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF) en Ituri y Kivu del Norte; los soldados kenianos luchen contra rebeldes en Kivu del Norte junto a tropas de Naciones Unidas; las tropas de Tanzania y Burundi contra la milicia RED-Tabara en la provincia de Kivu del Sur; finalmente, un pequeño contingente de tropas sur sudanesas se enfrentará contra el Ejército de la Resistencia del Señor en Haut-Uélé (The Crisis Group, 2022).

A pesar de que esta es una novedosa iniciativa, dado que es la primera vez que la CAO envía tropas a un estado miembro, la fuerza conjunta busca coordinar los diferentes y previos esfuerzos que ya se estaban desarrollando en la región dado que la mayoría de los países participantes habían desplegado sus tropas en suelo congoleño a raíz de acuerdos bilaterales.

Si bien es cierto que los países de África Oriental se han “preocupado” durante muchos años por la grave situación en la República Democrática del Congo, nunca se había concretado un despliegue real. En este sentido, es fundamental que los líderes de la CAO tomen como base las experiencias previas que tuvieron lugar en otros países de la región. El accionar de la Misión de la Unión Africana en Somalia, el G5 Sahel y la Fuerza de Tarea Conjunta Multinacional contra Boko Haram en la Cuenca del Lago Chad, con sus aciertos y errores brindan aprendizajes que indudablemente deben ser incorporados por la Fuerza Regional (ISS,2023).

Hoy, con tropas extranjeras pisando suelo congoleño, es interesante indagar acerca del rol que cada uno de los países tiene en la situación y la relación que mantienen con la RDC.

En primer lugar, Kenia es el país con las relaciones menos conflictivas con la RDC. Mantiene tropas en el país desde 1999 en el marco de la misión de paz de Naciones Unidas. Ha desplegado sus soldados como parte de la fuerza regional en noviembre del 2022 con un fuerte respaldo del presidente Ruto.

El caso de Burundi es un poco más complejo, involucrado en las dos Guerras del Congo fue acusado por la RDC de ocupar ciudades fronterizas y violar derechos humanos y principios del derecho internacional durante esas ocupaciones. Las tropas burundesas fueron las primeras en pisar suelo congoleño en agosto del 2022 luego de la autorización de la CAO.

Por su parte los soldados ugandeses han realizado operaciones junto al ejército congoleño contra las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF) islámicas. A pesar de este esfuerzo en común, ambas naciones tienen un pasado complicado. La intervención militar de Uganda en la RDC en el contexto de las Guerras del Congo fue considerada por la Corte Internacional de Justicia como una grave violación de la prohibición del uso de la fuerza.

Las últimas tropas en arribar al este congoleño fueron las de Sudán del Sur en abril de este año. Con este último contingente de tropas en la RDC, la Fuerza Regional alcanzó un estado de despliegue completo lo que facilita el inicio del proceso de retirada del M-23 y la liberación de las principales rutas comerciales del este del país ocupadas por sus tropas.

Finalmente, cabe preguntarse acerca del rol de Ruanda. Este país ha jugado un controvertido papel en el este la RDC debido a cuestiones vinculadas a su propia seguridad lo que ha producido una fuerte desconfianza por parte de los congoleños. Frente a esto, Tshisekedi pretendió excluir completamente a las tropas ruandesas de la Fuerza Regional pero a fin de evitar mayores inconvenientes la CAO resolvió que el accionar de Ruanda se limitará a recopilar inteligencia.

Oportunidades y progresos

El despliegue de la Fuerza Regional representa una gran oportunidad para alcanzar la paz en la República Democrática del Congo debido a su doble vía de acción, diplomática y militar, que la distingue de otras iniciativas anteriores que fracasaron. En esto radica el principal activo de la Fuerza Regional, dado que no se piensa una solución puramente militar sino que los procesos y esfuerzos diplomáticos son herramientas fundamentales en la búsqueda de la solución al conflicto.

Los esfuerzos diplomáticos, Proceso de Nairobi y Luanda, fueron las primeras acciones que tomaron los jefes de estado de la CAO respecto a la situación. El diálogo político y el consenso son pilares fundamentales para poder alcanzar una paz duradera y sostenible en la región, pero para ello los líderes de los países que limitan directamente con el este de la RDC (Ruanda, Uganda y Burundi) deben manifestar una verdadera voluntad política de alcanzar una solución al conflicto y no guiarse bajo sus propios intereses, cosa que hasta el momento no ha sucedido.

Por otro lado, el componente militar tiene un rol fundamental en este conflicto. Su mandato robusto y ofensivo le brinda la capacidad de enfrentarse a los diferentes grupos armados, lo que le permitiría suplir las falencias y limitaciones de la MONUSCO y su Brigada de Intervención (ISS, 2022).

Cabe recordar que, en el 2013, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas autorizó la creación de una fuerza ofensiva en el marco de su misión de paz en la RDC con el mandato de luchar contra los grupos armados y proteger a los civiles, objetivo que hoy en día no ha podido cumplir.

Si bien los contingentes de los diferentes países comenzaron a llegar a la RDC a partir de agosto del 2022, el despliegue total se alcanzó recién en abril de este año con el arribo de las tropas sur-sudanesas a la ciudad de Goma.

El despliegue completo contribuyó a acelerar la retirada secuencial y ordenada del M-23 a las zonas designadas y a la apertura de las principales rutas comerciales de Kivu del Norte, bloqueadas por el grupo. Por otro lado, se brindó apoyo al programa de desarme, desmovilización, recuperación comunitaria y estabilización (P-DDRCS) establecido en el mandato de la fuerza (The East African, 2023).

Pero el progreso realizado por la fuerza, más significativo y valioso para las comunidades locales tiene que ver con la ocupación de zonas controladas por el M-23. Ya en marzo de este año, previo a que se completara el despliegue total, tropas burundesas lograron hacerse con ciudades claves de Kivu del Norte. La recuperación de las ciudades posibilita el retorno de los cientos de desplazados internos a sus hogares, así como la llegada de asistencia humanitaria a estas zonas.

El retiro del M-23 de varias ciudades demuestra el compromiso del grupo armado a cumplir lo establecido y acordado por los jefes regionales en la llamada “hoja de ruta de Luanda”, resultado del proceso de diálogo que lleva el mismo nombre (The East African, 2023).

Sin embargo, debajo de la retórica optimista que pareciera demostrar que la Fuerza Regional avanza en el cumplimiento de sus objetivos, la realidad es totalmente diferente dado que el M-23, si bien se ha retirado de las grandes ciudades, sigue operando en el terreno y sus tropas continúan atacando a civiles.

Principales desafíos

El accionar de la Fuerza Regional se enfrenta a grandes desafíos para pacificar el este de la RDC, los cuales tienen que ver tanto con cuestiones internas y externas.

Dentro de las primeras podemos identificar, en primer lugar, la gran desconfianza y aversión de la población congoleña a la presencia de fuerzas extranjeras, producto de las traumáticas experiencias del pasado. La mayoría de la población no confía en que la fuerza pueda estar a la altura de las circunstancias, esto se debe a la reocupación de algunas zonas por parte del M-23 a pesar de la presencia de las tropas de la CAO. Esto ha llevado a que Tshisekedi denuncie una “convivencia” entre tropas de la fuerza regional y soldados del M-23, hecho que va en contra del estipulado plan de retirada y ocupación, que supuestamente se estaba cumpliendo con celeridad.

Tanto la población como el mismo Tshisekedi acusan a la Fuerza Regional de mantener un rol pasivo frente al M-23, algo que frustra al mandatario congoleño. En este sentido, Tshisekedi no ha tardado en manifestar su descontento públicamente con la fuerza regional expresando que, si las tropas no cumplían con su mandato, no dudaría en pedir que se retiren del país al término de este.

Estos dichos por parte del mandatario aumentaron el malestar entre los demás jefes de estado de la CAO y provocaron la renuncia del comandante General de la Fuerza, el keniata Nyagah, quien ha sido reemplazado por Kiugu quién busca oxigenar y revitalizar a la Fuerza.

Tshisekedi fue más allá del discurso crítico y solicitó la ayuda de los miembros de la Comunidad de Desarrollo de África Meridional (SADC, por sus siglas en inglés). Tras una cumbre celebrada en Windhoek, capital de Namibia, en el mes de mayo de este año, el órgano de seguridad de la SADC aprobó el despliegue de tropas para ayudar a sofocar la violencia en el este de la RDC. Sin embargo, los detalles brindados han sido escasos y no sé sabe con exactitud qué países enviarían tropas y cuál sería el mandato de la fuerza.

A pesar de esto y haciendo oídos sordos a las críticas, la CAO ha decidido prorrogar el mandato de la Fuerza Regional (que debía finalizar en junio) hasta el mes de septiembre del corriente año, reconociendo que aún queda mucho trabajo por hacer para consolidar los avances obtenidos por las tropas.

De esto se desprende una segunda cuestión que tiene que ver con la actuación coordinada con las otras fuerzas desplegadas en el suelo congoleño, como la MONUSCO. En este sentido, la misión de paz de Naciones Unidas representa un factor importante a tener en cuenta por los comandantes de la Fuerza Regional dado que sus tropas operan en el país hace más de dos décadas tratando de garantizar la paz.

A fin de articular los esfuerzos para garantizar eficiencia de ambas operaciones, los jefes de ambas tuvieron un primer encuentro en abril para demarcar los límites operativos correspondientes y sellar la colaboración y cooperación en varias como gestión del espacio de batalla y aéreo, apoyo logístico, apertura de rutas e intercambio de información e inteligencia, solo resta ver cómo se reflejan en el territorio las cuestiones acordadas (The East African, 2023).

En relación con los desafíos externos, estos tienen que ver principalmente con el rol que juegan los países vecinos de la RDC, especialmente aquellos ligados geográficamente como Ruanda y Uganda. Al momento de analizar la situación en el este del país, se debe contemplar también el accionar de estos países. Las dos Guerras del Congo (1996-1997 y 1998-2003) provocaron que numerosas fuerzas, ajenas de los países vecinos, penetraran el territorio congoleño y sentó las bases de un accionar que se fue repitiendo a lo largo de los últimos años.

El involucramiento de los países de la región bajo la fuerza de la CAO es un hito importante, pero se deben tener en cuenta dos cuestiones fundamentales. Por un lado, si bien es acertado suponer que estos países tienen un mejor entendimiento de la política regional y de la situación de seguridad que los actores extrarregionales y que, por lo tanto, su involucramiento sería más pertinente que el de estos últimos, no se debe dejar de lado el hecho de que históricamente estos mismos países han actuado persiguiendo sus propios intereses que generalmente distan de buscar la solución al conflicto.

La desconfianza entre la RDC y Ruanda es otro punto débil de la CAO, tal es así que tropas ruandesas no han sido desplegadas en suelo congoleño. Esto se debe a que Tshisekedi ha acusado a Ruanda de respaldar al M-23 cuando este resurgió en el 2022, reavivando antiguas tensiones. A pesar de que autoridades ruandesas lo niegan rotundamente, expertos de Naciones Unidas aseguran que Ruanda ha apoyado al M-23 en su lucha contra el ejército congoleño (The Nort Africa Post, 2023).

Comentarios finales

Lo expuesto previamente permite arribar a una primera conclusión: la volátil situación actual en el este de la RDC muestra las claras limitaciones de los esfuerzos militares y diplomáticos impulsados por los Procesos de Nairobi y Luanda para poner fin al conflicto.

En primer lugar, los desafíos a los que debe hacer frente la Fuerza Regional acotan su margen de acción y disminuyen las probabilidades de que alcance el éxito en su mandato. Las dificultades técnicas y de coordinación entre los diversos contingentes, el enfoque pasivo que ha mantenido y, en consecuencia, el avance y ataques del M-23 ponen en jaque su capacidad militar y dan fuerza a los argumentos de aquellos que se oponen a que opere en el país.

Las intervenciones armadas en la región no tienen un historial de éxito duradero y las lecciones del pasado deben servir para evitar nuevos fracasos. En este sentido, la Unión Africana, Naciones Unidas, la CIRGL y otros socios externos claves deben ayudar técnica y económicamente a la CAO a alcanzar la paz.

En segundo lugar, las suposiciones de que Uganda y Ruanda están aprovechando la oportunidad para perseguir a sus propios enemigos que operan en el este de la RDC y no para combatir al M-23 así como las persistentes acusaciones de que Ruanda apoya y financia al grupo rebelde, han sido la gota que ha rebalsado el vaso.

La desconfianza en aquellos socios que supuestamente ayudarían a la RDC en su conflicto no sólo afecta los avances realizados por el Proceso de Luanda, sino que ha impulsado a Tshisekedi a buscar ayuda en la SADC con la esperanza en que la solución venga de la mano del accionar de aquellos países un poco más alejados de la viciada y compleja dinámica regional.

Sin embargo, la cuestión fundamental radica en la falta de una estrategia integral que aborde todas las aristas de una situación tan compleja como la que atraviesa la RDC donde se conjugan componentes históricos, locales, nacionales y regionales. El compromiso genuino de todos los actores involucrados en alcanzar la paz debe ser el motor de cualquier iniciativa que pretenda alcanzar dicho objetivo, aunque los hechos demuestran lo contrario.

En este sentido, los jefes de estado de la CAO no deben dudar en poner fin a la Fuerza Regional si esta no logra los objetivos encomendados y más aún si su accionar empeora la situación de seguridad en la RDC.

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