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Un futuro incierto para Gaza: El desafío de implementar el plan egipcio

El 4 de marzo, en la Cumbre Árabe de Emergencia, Egipto presentó su plan para la Franja de Gaza, titulado “Recuperación temprana, reconstrucción y desarrollo de Gaza”. Este documento, de 106 páginas, detalla el enfoque del presidente Abdelfattah al-Sisi, que incluye un análisis del problema, diagnóstico, posibles soluciones y estrategia de ejecución.

El plan se enmarca en un contexto turbulento, marcado por el enfriamiento de las negociaciones entre Israel y Hamas, la amenaza de Estados Unidos de un desplazamiento forzoso de palestinos hacia Egipto y Jordania, y el bloqueo, en los últimos ocho días, del ingreso de la ayuda humanitaria a Gaza. Esta propuesta surge como respuesta a los recientes planes del presidente Donald Trump para Gaza, buscando evitar el desplazamiento masivo de palestinos.

La propuesta enfrenta diversos desafíos debido a la contraposición de intereses tanto de actores de la escena interna palestina como extranjeros. El documento carece de una solución clara para manejar las milicias armadas en Gaza, un tema crucial para la estabilidad a largo plazo, y no aborda las tensiones internas entre las facciones palestinas, especialmente entre Hamas y Fatah. Además, ciertos aspectos vinculados a su puesta en práctica están atados a su dependencia del establecimiento de un Estado palestino, que podría llevar décadas, lo que genera incertidumbre sobre la viabilidad del plan, especialmente por la oposición de Israel. Otro desafío significativo es la falta de un mecanismo claro para la gestión del fondo fiduciario propuesto, así como la ausencia de un plan concreto para resolver la crisis política interna de la Autoridad Nacional Palestina (APN), marcada por la falta de elecciones y de renovación de su liderazgo.

En cuanto a los detalles del documento, se establece como objetivo «preservar el derecho legítimo del pueblo palestino a un Estado independiente que coexista junto a Israel en paz», al tiempo que se condena los asesinatos de civiles palestinos e israelíes. Se reafirma a Gaza como parte integral de Palestina y se promueve un enfoque gradual para establecer un Estado palestino que incluya tanto Gaza como Cisjordania, basándose en las fronteras del 4 de junio de 1967.

Es interesante señalar que, aunque el plan menciona las fronteras de 1967, no hace referencia explícita a Jerusalén Este como la capital palestina, al igual que en otros documentos oficiales. Si bien la referencia a las líneas de 1967 integra dicho territorio, la omisión guarda relación con el tono adoptado a lo largo del plan que, si bien no deja de denunciar a Israel con relación al contexto actual en Gaza, busca evitar un enfrentamiento directo con dicho Estado.

En términos de reconstrucción, se estima que se necesitarán 53 billones de dólares para cubrir los daños a la infraestructura, las pérdidas económicas y las necesidades de recuperación temprana, distribuidos en tres fases hasta 2030. Para financiar este proceso, se contempla la diversificación de fuentes, incluyendo organizaciones internacionales y fondos de inversión, aunque aún queda pendiente la cuestión de quién gestionará dicho fondo. Al respecto, las críticas han comenzado a surgir, sobre todo teniendo en cuenta que los países árabes han manifestado su disconformidad sobre el manejo de fondos por parte de la Autoridad Nacional Palestina.

Un aspecto crucial del plan es la propuesta de un Comité de Administración de Gaza, compuesto por tecnócratas y figuras no afiliadas a facciones, que gestionaría los asuntos del enclave bajo la Autoridad Nacional Palestina durante seis meses. En este contexto, se menciona que Egipto y Jordania han comenzado a entrenar a personal policial palestino para fortalecer la autoridad de la Autoridad Nacional Palestina en Gaza y facilitar su retorno efectivo. Sin embargo, un gran desafío del plan es la falta de un horizonte claro respecto a las milicias armadas en Gaza. Aunque se reconoce que éste es un problema importante, el plan sugiere que solo se podrá abordar eficazmente al enfrentarse sus causas fundamentales, como la inexistencia de un Estado palestino.

A partir de esto surgen varias preguntas: ¿Existirá una desmilitarización completa de Hamas y de las demás milicias presentes en el enclave? ¿Las milicias en Cisjordania seguirían el mismo camino? ¿Qué sucederá si Hamas no apoya la propuesta? ¿Cómo se enfrentarán las divisiones internas entre Hamas y Fatah, que no están directamente relacionadas con el establecimiento del Estado de Palestina? ¿Las milicias palestinas que no reconocen a Israel desistirán de esta postura en el mediano plazo? ¿Cuáles son los cambios institucionales que se le solicita a la Autoridad Nacional Palestina? ¿Habrá un llamado a elecciones generales para el recambio del liderazgo? Estos interrogantes sugieren que, aunque la creación del Estado de Palestina es central en el plan, no parece ser la solución inmediata ni definitiva para resolver el complejo escenario interno palestino.

El plan egipcio ha recibido el apoyo de varios países, incluidos los árabes, Francia, Italia, Alemania y Reino Unido. Sin embargo, enfrenta varios obstáculos para obtener una adhesión más amplia. En primer lugar, se contrapone a los intereses de seguridad nacional de Israel. El gobierno israelí continúa exigiendo el desarme completo de Hamas y rechaza cualquier plan de gobierno que permita a la Autoridad Nacional Palestina tomar el control en Gaza. Por su parte, Estados Unidos ha dejado claro que no apoyará ningún acuerdo hasta que todos los rehenes en poder de Hamas sean liberados. Finalmente, sin una desmilitarización completa de Hamas, muchos actores internacionales se opondrán a financiar cualquier reconstrucción que le permita mantenerse en el poder.

En un contexto tan cambiante, donde las dinámicas pueden variar en cuestión de días o semanas, se necesitan acuerdos sólidos con el mayor respaldo posible para alcanzar resultados efectivos. Si bien el plan busca una solución gradual y pragmática, el éxito de la propuesta dependerá de la capacidad para lograr un apoyo internacional sostenido, lo cual parece ser una tarea difícil en el contexto actual.

Camila Farias
Integrante
Departamento de Medio Oriente
IRI-UNLP