Centro para estudio sobre Inteligencia Artificial y Relaciones Internacionales – CIARI
Artículos
La crisis del orden liberal internacional en tiempos de inteligencia artificial: ¿será la inteligencia artificial, catalizadora de la crisis y consecuente promotora de un nuevo orden?
María Paula Perotti
Introducción
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial se dio inicio y se fue fortaleciendo a lo largo de los años, el orden liberal internacional sobre los pilares de la democracia, la apertura económica, la cooperación multilateral y el institucionalismo. Sin embargo, es este modelo el que en los últimos años ha entrado en crisis.
Desde hace algunas décadas existen una cantidad profusa de artículos y autores con distintos enfoques y perspectivas destinados a abordar y analizar la crisis que atraviesa el orden liberal internacional, conjuntamente con una variada construcción teórica sobre el proceso transicional y la reconfiguración de un nuevo orden mundial. En este sentido, se coincide en que existe un declive relativo de la hegemonía de Estados Unidos. Pero además, su liderazgo se ha ido transformando a la luz del surgimiento de nacionalismos, gobiernos personalistas marcados por el proteccionismo opuesto a la globalización, en comunidad con políticas migratorias oclusivas.
Democracias débiles o regímenes autocráticos, indiferencia hacia el derecho internacional y degradación de las instituciones, vienen siendo algunos de las derivaciones.
Es en este contexto que la inteligencia artificial surge como un potencial catalizador de esta crisis, al acentuar las fracturas existentes e introducir nuevos obstáculos y desafíos que afectan los principios medulares del mismo orden liberal.
La inteligencia artificial ha transformado y transforma las dinámicas económicas y militares, pero también las políticas e institucionales. Así por ejemplo, la automatización que produce transformaciones en la economía y la influencia en los procesos electorales, desafían profundamente los principios liberales del orden mundial.
También tiene impacto en el equilibrio de poder, ocupando un lugar destacado en el proceso de transición hacia un nuevo orden, siendo un factor que podría constituirse como variable interviniente.
Por lo que, en este contexto, resulta oportuno pensar a la inteligencia artificial como catalizador de la crisis del orden liberal internacional, pero también como potencial promotora de un nuevo orden global, comprensiva de la competencia tecnológica, nuevos modelos de gobernanza digital y la reconfiguración del poder político y económico a nivel mundial. Ahora bien, ¿cómo gestionarán los actores internacionales estos cambios? ¿Podrán garantizar la estabilidad o se agravará la fragmentación y confrontación global?
El orden internacional liberal en crisis.
Finalizada la Guerra Fría se produjo una reconfiguración del orden global. El salto del orden liberal como orden global fue posible gracias al cambio en el equilibrio de poder.
Este se asienta sobre la base de cinco elementos: el internacionalismo como límite a la soberanía del Estado debido a las mutuas responsabilidades; el institucionalismo como creador de normas, reglas e instituciones de cooperación; el regionalismo que combina los dos elementos anteriores pero a escala menor; la interdependencia en el sentido económico y por lo tanto la defensa del librecambismo como modelo de desarrollo y, por último la democracia. Es por lo tanto un proyecto normativo e ideacional (Alcaro, 2018).
Pero diferentes hechos que surgieron con el paso del tiempo, dieron lugar al cuestionamiento de los principales postulados del orden. Se evidencia un menoscabo en su legitimidad, que además se fortalece con el incremento de las ideologías nacionalista y antiglobalista, emergiendo dichos movimientos como el principal desafío interno al orden liberal internacional (Chan, 2021).
Resulta insoslayable considerar que los atentados del 11 de septiembre de 2001, provocaron un cambio considerable en el contexto internacional, un hito que propició la disminución de la hegemonía estadounidense. Como consecuencia de ello, gradualmente fueron creciendo el protagonismo de otros actores internacionales, como China, India y el resurgimiento de Rusia, que se presentaron y se presentan como fuerzas de equilibrio frente a la supremacía de Estados Unidos. Sin ir más lejos, sólo tres meses después, el 11 de diciembre de 2001, China ingresaba como miembro número 143 a la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Si bien se concentra un amplio consenso en relación al liberalismo económico, no pasa lo mismo en torno a la democracia liberal. Sin embargo, esto no obsta a la compatibilidad del libre mercado con modelos políticos no democráticos. Basta con observar la conformación de la OMC, organismo del mundo occidental y modelo de gobernanza global que cuenta con más de 160 miembros y que representan el 98% del comercio mundial.
Por su parte, los órdenes ideológicos establecen un conjunto de valores y normas de comportamiento que tienden a reproducir y multiplicar en búsqueda de la integración de todos los Estados en un único orden, y por lo tanto, tienen como finalidad homogeneizar a las unidades del sistema en cuanto a su modelo de organización interna conforme a sus propios valores (Sánchez Ortega, 2022). El interrogante que surge entonces, se vincula a si esa homogeneidad será el resultado de una imposición de valores o si los integrantes del orden responden, en mayor o menor medida, al mismo modelo de organización política.
En este mismo sentido se expresa Kissinger (2016) cuando sostiene que el orden, aún fruto de un equilibrio de poder, tiene que ser aceptado y no impuesto, pero también que a medida que el orden se aplique a un área geográfica más amplia será más difícil buscar el consenso. Es por ello que existe un difícil equilibrio entre legitimidad y poder, y sin este equilibrio no puede existir el orden (Sánchez Ortega, 2022).
Por lo que podríamos pensar que entonces la erosión de las democracias y consecuente transformación en regímenes autocráticos, demuestran que los órdenes globales ideológicos, al menos en su dimensión política, pierden legitimidad, en tanto limiten la soberanía del Estado en relación a su modelo de organización doméstica.
Según Malamud (2011), existen dos tipos de tensiones para los Estados contemporáneos, el de fragmentación, que encuentra su origen en una motivación política y se vincula al resurgimiento de los nacionalismos, y por otro lado el de integración, cuya motivación es económica relacionado con el proceso de globalización.
En definitiva, las dinámicas políticas y económicas desafían la estabilidad del orden liberal, lo que evidencia que un nuevo equilibrio podría emerger desde distintas regiones y actores globales. La transición y la incertidumbre que se genera en consecuencia son evidentes, y la inteligencia artificial resulta un elemento coadyuvante en la redefinición del equilibrio de poder y plantea interrogantes fundamentales sobre el futuro de la gobernanza global y la sostenibilidad del modelo liberal en la era digital.
Transición y nuevo orden internacional
Conjuntamente con el concepto de crisis del orden liberal internacional se constituye el de transición y se analiza conforme se van distribuyendo el equilibrio de poder la posible configuración de un nuevo orden mundial y su fisonomía.
Sanahuja (2024), examina la transformación que atraviesa el orden internacional actual, en torno a dos conceptos clave: el de policrisis, rescatado de la teorización sobre sistemas complejos de Edgar Morin y Adam Tooze, como una herramienta para describir la simultaneidad de múltiples crisis -económicas, ambientales, geopolíticas, sanitarias- cuyos efectos se amplifican mutuamente; y el de interregno, recuperando la noción gramsciana, referida al momento en que “lo viejo no termina de morir y lo nuevo no puede nacer”.
También, en este contexto de reconfiguración del poder mundial, como lo señala Sánchez Mujica (2018), se ha afirmado la idea de una transición hegemónica, en la que se vislumbra un declive relativo de Estados Unidos, a la vez de la aparición de nuevas potencias globales, señalando tres elementos de traslado de occidente a oriente: una dinámica demográfica, el auge económico de la región y su crecimiento -en particular en China- y la dinámica geopolítica, por la que Asia y el Pacífico comienzan a tener mayor trascendencia sistémica a nivel global y no sólo en la región.
Lo cierto es que no son unívocas las propuestas que se analizan en el plano académico sobre los posibles escenarios de un nuevo orden mundial del siglo XXI, así se describen modelos multipolares o uni-multipolar en el que todavía se acentúa la supremacía estadounidense (Sánchez Mujica, 2018). El concepto de “uni-multipolaridad” de Joshua Harmon recuperando a Huntington, reconoce cierto grado de concentración de poder, en la que Estados Unidos actúa a la par de otras potencias, en un club de decisiones (Tokatlian, 2012, como lo citó Sánchez Mugica, 2018).
Del mismo modo, el de “multipolaridad desequilibrada” en donde se reconocen dos Estados -Estados Unidos y China- que no son como los demás actores (Russell, 2021); la idea de “no-polaridad” en la que el mundo se encuentra bajo el dominio de docenas de actores no necesariamente gubernamentales que poseen y ejercen múltiples centros de poder (Hass, 2008, como lo citó Russell, 2021); o la de bipolaridad con bajo nivel de polarización y heterogeneidad que expone el propio Russell (2021) diferente a la bipolaridad de la Guerra Fría a la que caracteriza como una estructura de bloques rígidos con un grado alto de polarización.
Por otro lado, están quienes sostienen “un vacío de poder global”. Así Nial Ferguson, se refiera a “apolaridad” y Ali Wyne a la existencia de una “desproporcionada influencia” de fuerzas no estatales en el escenario internacional.
Además, aparece el término de “interpolaridad” que combina la concentración y dispersión del poder y explica su redistribución crecientemente multipolar en el marco de un proceso de mayor interdependencia global.
Por su parte, Tokatlian comparte el concepto de “heteropolaridad”, caracterizado por un orden de polaridades múltiples, de actores estatales y no estatales, “que combina sectores políticos, económicos, militares, culturales y otros, en escalas de cooperación y conflicto de alta complejidad” (Tokatlian, 2012: 36, citado por Sánchez Mujica, 2018). Pero además están quienes cuestionan el concepto de polaridad y aluden a la idea de entropía del sistema, en el que dado un período de tiempo los sistemas tenderán al desorden.
La incertidumbre y complejidad del escenario global sumado a la disputa por la reconfiguración del poder, abren el espacio a la discusión y la divergencia que existe para aproximarse a la forma que adoptará el nuevo orden internacional donde los contornos permanecen indefinidos, lo que consolida la noción de que estamos inmersos en un proceso de transición (Sánchez Mujica, 2018). Las nuevas dinámicas geopolíticas, económicas y tecnológicas, aún en gestación, también lo confirman.
Mientras tanto, la incorporación de la inteligencia artificial en estos esquemas nos indica la idea de que el nuevo orden internacional y la redistribución del equilibrio de poder, no se dirime únicamente en el plano geopolítico tradicional, sino también en el ámbito tecnológico, poniendo en juego el dominio de los datos, el que puede traducirse en un nuevo poder estructural global.
La inteligencia artificial en el orden internacional: algunas aproximaciones desde las dimensiones corporativa, geopolítica y tecnológica.
La inteligencia artificial se está convirtiendo en un factor fundamental en el marco de un nuevo equilibrio geopolítico, y los Estados han evidenciado que comienzan a aparecer nuevos actores en los que eran sus exclusivos campos de disputa. Así, Estados Unidos, China y la Unión Europea están enfocando sus esfuerzos y desarrollos en inteligencia artificial, cada uno con sus prioridades y enfoques estratégicos particulares.
Conforme lo sostiene Bremmer (2021) nos encontramos en el ingreso a un nuevo momento geopolítico que se encuentra marcado por el ascenso del poder digital, donde ya nos sólo los Estados son actores relevantes en el escenario internacional, sino que la empresas tecnológicas están comenzando a tener papeles tan relevantes como los de estos, siendo relevantes no sólo en el ámbito económico, sino también político y social.
Basta con recordar la reacción de compañías como Facebook, Twitter (hoy X), Amazon, Google y Apple en enero de 2021 frente a la irrupción en el Capitolio en Estados Unidos, castigando a los líderes del intento de insurrección. La rapidez de la reacción de estas empresas tecnológicas se contrapone a la débil respuesta por parte de las instituciones estatales. Y en sentido opuesto, la ubicación privilegiada de los magnates de las grandes empresas tecnológicas, Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y Sundar Pichai el 20 de enero de 2025 al asumir Donald Trump su segunda presidencia.
El espacio digital, se constituye como una nueva dimensión de poder controladas por estas empresas. Un espacio en el que quedan desdibujadas las fronteras físicas y que repercuten de manera directa e indirecta en la vida económica, social y política contemporánea. A diferencia de otras corporaciones o grupos económicos influyentes en otras épocas, las Big Tech ostentan la particularidad de afectar los comportamientos, decisiones y relaciones de un número indeterminado de personas, mediante algoritmos y sistemas de datos.
La mirada de actor principal del Estado sostenida desde el surgimiento del Estado-nación poco a poco parece ir cediendo frente a la irrupción de grandes empresas tecnológicas que vinieron a competirles por la influencia geopolítica. Tanto Amazon, Apple, Facebook, Google y X (ex Twitter) –empresas estadounidenses- como las tecnológicas chinas, Alibaba, ByteDance y Tencent, ya no son sólo corporaciones, están moldeando la geopolítica. Europa tiene la intención de incorporarse en este espacio, pero el tamaño de sus empresas le imposibilita competir con las estadounidenses y chinas.
Existen dos posibles análisis bajo la órbita de paradigmas opuestos: el de una competición tecnológica entre EE.UU. y China como una reminiscencia de la Guerra Fría o de la “carrera espacial”, donde las tecnológicas sirven a los intereses del Estado-nación; o salirse de la lógica estatista que ve a las empresas como simples instrumentos de los gobiernos, y pensar en las grandes empresas tecnológicas como si se trataran de Estados con soberanía en el espacio digital, más allá del alcance regulatorio que sostienen relaciones exteriores.
Y en este sentido Bremmer (2021), crea una clasificación identificando tres grandes orientaciones ideológicas dentro del ecosistema tecnológico: globalismo, como Google, Apple o ByteDance, que operan a escala internacional maximizando mercados y usuarios; nacionalismo, como Huawei o SMIC en China, que cooperan estrechamente con los Estados en función de intereses nacionales; y tecno-utopistas, como Elon Musk o los desarrolladores de Ethereum, que buscan superar las limitaciones del Estado-nación y construir nuevas formas de gobernanza digital descentralizada.
La autoridad que detenta el Estado sigue siendo central, pero se encuentra en disputa con estas empresas tecnológicas, constituidas en actores digitales con recursos e influencia propia. ¿Las Big Tech, son meros instrumentos del poder estatal o tienen la capacidad de influir en conflictos internacionales y dinámicas sociales a gran escala?
Podría entonces observarse una resistencia por parte de los Estados a que estos actores tengan “autonomía global”, y entonces desde la narrativa, analizan a la inteligencia artificial como un activo estratégico para ampliar sus recursos económicos y militares, de modo que resultan un elemento más que lo compone. En este sentido, en 2017, el presidente ruso Vladimir Putin declaró que “quien lidere la carrera por la inteligencia artificial gobernará el mundo” (Cancela Outeda, 2022). A mediados de ese mismo año, el gobierno de China lanzó su plan para convertirse en líder mundial de inteligencia artificial para 2030. En 2016, un año antes Estados Unidos publicó su estrategia para promover y proteger la IA (National Science and Technology Council, 2016). Y posteriormente, Rusia, Dinamarca, Israel y Brasil, entre otros, establecieron distintas estrategias para optimizar sus ecosistemas de inteligencia artificial (De la Peña-Cárdenas y Granados, 2024).
Más recientemente, en 2021, orientada al impulso de la tecnología y la investigación en materia de inteligencia artificial en el marco de la competencia con China y buscando resguardar su liderazgo y proteger la propiedad intelectual, Estados Unidos a través de su Senado aprobó la Ley de Innovación y Competencia (Cancela Outeda, 2022).
En 2024, la Unión Europea publicó la primera política supranacional de inteligencia artificial (De la Peña-Cárdenas y Granados, 2024), pero desde 2014 asume una agenda propia, adoptando iniciativas de promoción y regulación en búsqueda de la protección de los derechos civiles y el control en la recopilación y tratamiento de datos, a través de la Comisión Europea; y tratando de promover la soberanía digital y tecnológica europea pretendiendo generar de la expansión de la competitividad a escala global (Cancela Outeda, 2022).
Conclusión
La crisis del orden liberal internacional viene reflejando un proceso de transformación profundo en la estructura del sistema global. La legitimidad del orden enmarcada en los principios liberales en el que se incluye el multilateralismo, el institucionalismo, la democracia liberal y el libre mercado, vienen siendo cuestionada a partir desde hace unas décadas y últimamente con el auge de nacionalismos, el debilitamiento de instituciones multilaterales y la escisión entre liberalismo económico y régimen político. El modelo que durante décadas pretendió erigirse como universal, hoy se encuentra gravemente lesionado.
En este escenario de transición e incertidumbre, puede la inteligencia artificial posicionarse como un catalizador decisivo, reconfigurando las dinámicas de poder y la gobernanza internacional. ¿Será la inteligencia artificial una herramienta para consolidar nuevos equilibrios o, por el contrario, un factor de fragmentación global?
Sin lugar a dudas, la irrupción de las grandes empresas tecnológicas como actores, al menos, con influencia geopolítica, y la competencia entre Estados por el liderazgo del poder digital, reconfiguran las reglas de juego. ¿Podría hablarse, entonces, aún de soberanía plena en un contexto donde las Big Tech consiguen modelar conductas sociales y tienen dominio sobre el sistema de datos? ¿Qué tipo de gobernanza global será posible diseñar frente a estos actores que se escapan de los controles proporcionados por el multilateralismo tradicional?
Si la inteligencia artificial redefine la estructura de poder y los mecanismos de influencia global, se vuelve imperativo preguntarse: ¿qué tipo de orden internacional puede emerger en un mundo cada vez más interdependiente, tecnológicamente mediado y políticamente fragmentado? La respuesta dependerá de cómo los Estados, las instituciones internacionales y la sociedad afronten el desafío de construir un marco normativo y ético que garantice la estabilidad, la legitimidad y equidad en la era digital.
Bibliografía
Alcaro, R. (2018). The Liberal Order and its Contestations. A Conceptual Framework, The International Spectator, Vol. 53, nº 1.
Bremmer, I. (2021). The technopolar moment: How digital powers will reshape the global order. Foreign Affairs, 100(6), 112–128. https://www.foreignaffairs.com/articles/world/2021-10-19/ian-bremmer-big-tech-global-order
Chan, S. (2021). Challenging the liberal order: the US hegemon as a revisionist power. International Affairs 97 (5): 1335–1352. doi.org/10.1093/ia/iiab074
Cancela Outeda, C. (2022). La “carrera de la inteligencia artificial” y el nuevo orden mundial. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, Nº 131, 213–215. https://www.cidob.org/sites/default/files/2024-06/213_215_CELSO%20CANCELA.pdf?utm_source=chatgpt.com
De la Peña-Cárdenas, N., y Granados, O. M. (2024). El poder internacional y las capacidades de inteligencia artificial. Revista Científica General José María Córdova, 22(47), 693–712. https://doi.org/10.21830/19006586.1376
Kai-Fu Lee (2020). Superpotencias de la inteligencia artificial: China, Silicon Valley y nuevo orden mundial. Ediciones Deusto.
Kissinger, H. (2016). Orden mundial, Editorial Debate, Barcelona.
Malamud, A. (2011). Conceptos, teorías y debates sobre la integración regional. Norteamérica, 6(2), 219–249. https://doi.org/10.22201/cisan.24487228e.2011.2.150
Russell, R. (2021). China y Estados Unidos: competencia inevitable en un orden “bipolar no polarizado”. Revista de Investigación en Política Exterior Argentina, 1(1), 12–22. Recuperado el 7 de agosto de 2025, de https://politicaexteriorargentina.org/china-y-estados-unidos-competencia-inevitable-en-un-orden-bipolar-no-polarizado/
Sanahuja, J. A. (2017). Posglobalización y ascenso de la extrema derecha: crisis de hegemonía y riesgos sistémicos. En M. Mesa (Coord.), Seguridad internacional y democracia: guerras, militarización y fronteras. Anuario CEIPAZ 2016-17 (pp. 35-71). Madrid, España: CEIPAZ.
Sanahuja, J. A. (2019). Crisis de la globalización, el regionalismo y el orden liberal: el ascenso mundial del nacionalismo y la extrema derecha. Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Universidad Complutense de Madrid.
Sanahuja, J. A. (2022, noviembre–diciembre). Interregno: La actualidad de un orden mundial en crisis. Nueva Sociedad, (302). Recuperado de https://nuso.org/articulo/302-interregno/
Sanahuja, J. A. (2024). Entre la policrisis y el interregno: conceptos para un orden internacional en transición. En I. Marrero Rocha (Dir.), El sistema internacional y el viejo nuevo mundo (pp. 255-282). Tirant lo Blanch.
Sánchez Mugica, Alfonso. (2018). El orden mundial y la reconfiguración hegemónica en el siglo XXI. Revista mexicana de ciencias políticas y sociales, 63(233), 365-388. https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2018.233.56138
Sánchez Ortega, A. J. (2022). El orden liberal ante el equilibrio de poder y la redefinición de la legitimidad. Revista Electrónica de Estudios Internacionales (REEI), (43). https://doi.org/10.17103/reei.43.11