Centro para estudio sobre Inteligencia Artificial y Relaciones Internacionales – CIARI
Presentación
Coordinador: Javier Surasky
Secretaria: Luz Marina Mateo
Integrantes: Giselle Ana Sanabria
Maria Paula Perotti
Maria Elena Vizcaychipi
¿Por qué crear un Centro para estudio sobre inteligencia artificial y relaciones internacionales?
Esta es la primera vez que el Centro para estudio sobre Inteligencia Artificial y Relaciones Internacionales – CIARI participa del Anuario del IRI.
Creado en noviembre de 2024, este nuevo espacio tiene como objetivo estudiar, de forma interdisciplinaria, la forma en que las tecnologías digitales, y en especial la IA, están profundizando, sosteniendo o introduciendo cambios en las relaciones internacionales.
No se trata de un centro donde se estudien lenguajes de programación de computación para IA o gestión del big data, sino los efectos que a partir de ellos van tomando forma en un nuevo mundo internacional marcado por la digitalización.
Ya no es novedad para nadie que la IA produce consecuencias en la vida internacional y que ha dejado de ser un campo puramente tecnológico para meterse en los debates políticos internacionales y coadyuvar a explicar el orden mundial, integrándose en todos sus campos, desde la guerra hasta la diplomacia, profundizando los actuales desequilibrios de poder. Desde ese lugar, como era de esperar, la IA va permeando el campo del derecho internacional público, que busca dar respuestas normativas a fenómenos que, por su naturaleza, traspasan las fronteras y sacuden sus pilares en temas como fuentes del derecho, subjetividad, responsabilidad internacionales.
Por esos motivos ha nacido el CIARI como respuesta académica desde el IRI a una realidad que se está transformando rápidamente, convirtiéndose en un elemento clave de las relaciones internacionales.
Dejamos abierta la invitación a todas las personas interesadas en contribuir con el análisis de los impactos de la IA en las relaciones internacionales a comunicarse con nosotros e integrarse en este esfuerzo académico, pionero en las universidades públicas de la Argentina.
Introducción al trabajo del CIARI: IA y Relaciones Internacionales
El espacio y agenda de trabajo del CIARI son, por imposición de su objeto de estudios, amplios, integradores y transdiciplinarios.
Tomando estos elementos como punto de partida, el enfoque del Centro está en las relaciones Internacionales, y por ello en nuestra primera participación en el Anuario del IRI queremos hacer un breve, y en cierta forma irreverente, repaso por la consideración de la IA desde diferentes visiones y teorías de las Relaciones Internacionales, para luego recorrer temas específicos donde vemos sus impactos actuales.
Lo haremos básicamente a partir del relevamiento documental de fuentes principales, bibliografía académica y “gris” y el recurso a medios periodísticos, articulando el texto en dos partes: una de bases teóricas y la otra de ilustraciones prácticas de las consecuencias de la llegada de la IA a campos específicos de las relaciones internacionales.
Parte I: La IA y las teorías de las Relaciones Internacionales
Comencemos por el liberalismo internacional, que resalta la posibilidad de cooperación entre Estados a través de normas, interdependencia y valores compartidos en la construcción de un orden mundial. De “bases kantianas”, esta teoría considera la existencia de valores solidarios compartidos y que el comercio y la economía internacionales unen a las naciones y desalientan la guerra, por lo que proponen la existencia de principios universales, desde los derechos humanos y el Estado de derecho hasta el libre comercio, y la creación de instituciones internacionales como respuesta a la anarquía del orden internacional a través de la cooperación.
Bajo esas premisas, bien expresadas en el “Discurso de los 14 puntos” de Woodrow Wilson (1918), al enfrentar la realidad de la IA el liberalismo pone en el centro la creación de una gobernanza cooperativa y ética, dado que ningún Estado puede actuar solo en este campo, en especial por su naturaleza transnacional. En esa línea podemos incluir los esfuerzos actuales por establecer principios para la IA, destacado la Recomendación global sobre la ética de la IA (UNESCO, 2021), cuyo primer objetivo es “servir de base para poner los sistemas de IA al servicio de la humanidad, las personas, las sociedades y el medio ambiente y los ecosistemas, así como para prevenir daños. Aspira también a estimular la utilización de los sistemas de IA con fines pacíficos”,
Este enfoque da mayor participación no solo a instituciones internacionales, sino también a múltiples actores interesados (sociedad civil, sector privado, academia) cuyo trabajo podemos ver, por ejemplo, en la reunión internacional “AI for Good” de la ONU y en múltiples, y a veces superpuestos, códigos no vinculantes sobre uso de la IA adoptados por esos actores. La IA es, para el liberalismo, una nueva oportunidad de construir mecanismos globales que, mediante la libre cooperación, promuevan el uso de las tecnologías digitales en favor de los pueblos.
El realismo se posiciona frente al liberalismo para establecer el debate fundante de las relaciones internacionales al entender la política internacional como una lucha constante por el poder. Como dijo Morgenthau (1986:41), “la política internacional, como toda política, implica una lucha por el poder, ya que toda búsqueda de cumplimiento de objetivos mediante la política internacional conlleva la lucha por el poder, siendo siempre este el objetivo inmediato”.
Bajo esa premisa, los Estados actúan en un sistema anárquico donde cada uno busca garantizar su seguridad y maximizar su poder relativo, con el interés nacional como guía que se impone a consideraciones morales. La estabilidad, en consecuencia, solamente se alcanza cuando está apoyada en equilibrios de poder y es, por definición, conflictiva.
Desde el realismo, en consecuencia, la IA se ve como un nuevo espacio de competencia geopolítica ya que es un elemento capaz de proporcionarventajas militares, económicas y estratégicas. Por ejemplo, Estados Unidos y China compiten en una “carrera” de IA. En esa línea, la imposición de controles a la exportación de microchips avanzados de EE.UU a China busca perjudicar los avances del país asiático, quien se ha dado el desarrollo de una IA propia como prioridad de gobierno y va dividiendo al mundo en bloques tecnológicos (Hmaidi y Chang, 2025), lo que para el realismo es justificable ya que, por motivos de seguridad nacional, “en un dominio desorganizado, el incentivo de cada unidad es el de ponerse en posición de poder cuidarse a sí misma” (Waltz, 1988:158).
El realismo ve la IA principalmente como un instrumento de poder que los Estados utilizarán para mantener o mejorar su posición en el sistema internacional, incluso cuando ello pueda llevar a nuevas tensiones o reforzar la carrera armamentista.
Además, la IA consigue ser, a la vez, una herramienta de poder duro (aplicada a medios coercitivos) y blando (cuando se la utiliza para la persuasión y difusión de valores).
El estructuralismo, de inspiración marxista, cambia el eje del análisis desde la centralidad del Estado a la de clases sociales entre las cuales se establecen relaciones de dominación y lucha. En un sistema internacional inserto en un contexto capitalista ve como natural que surjan países centrales (ricos y autónomos) y periféricos (pobres y dependientes) como resultado de relaciones de explotación económica de los segundos por parte de los primeros: “el imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en que ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero… y ha terminado el reparto de toda la tierra entre los países capitalistas más importantes” (Lenin, 2009:112).
Frente a ello, llama a una transformación radical y emancipadora de las víctimas de las relaciones de desigualdad capitalista, ya sea bajo la forma de una revolución socialista, la persecución de nuevos órdenes económicos internacionales o la lucha de movimientos de liberación para la emancipación de los oprimidos.
La aplicación de ese posicionamiento a la IA señala que, por su intermedio, se reproducen y potencian las desigualdades capitalistas globales: los beneficios se concentran en pocas manos privadas en los países centrales que extraen valor mundial, desde recursos minerales hasta datos (el llamado “colonialismo de datos”), de los países sujetos a su dominación, tal como en el pasado lo hicieron los grandes grupos industrialesy promoviendo relaciones de explotación digital. Que generan dependencia tecnológica de una nueva élite tecno-capitalista
Ya en el marco del funcionalismo, teoría de bases liberales, se propone la integración entre Estados focalizados en funciones específicas de cooperación. Mitrany (1943:51), en un artículo seminal publicado en 1943, afirmaba que en la posguerra se enfrentaba la tarea de construir “un nuevo sentido de paz. No una paz que mantenga a las naciones silenciosamente separadas, sino una paz que las una activamente; no la antigua visión estática y estratégica de la paz, sino una visión social de ella”.
Para ello, proponía actuar partiendo de lo que unía a las sociedades, sus necesidades comunes (salud, educación, desarrollo económico) mediante una estrategia gradualista y pragmática que permitiese a los Estados cooperar en áreas donde encuentren intereses comunes, puestos en coordinación a través del establecimiento de instituciones para su gestión, a partir de lo cual se generaría un “efecto cascada” o “derrame” que extendería la confianza y produciría beneficios a todos los participantes impulsando naturalmente hacia niveles más fuertes de integración mediante la construcción de la paz en sentido positivo, para lo cual llama a “despolitizar” áreas de trabajo y cederlas a los expertos reunidos en organizaciones
En el campo de la IA esta visión fortalecería la creación de mecanismos técnicos internacionales de gobernanza de las tecnologías digitales capaces de distribuir sus beneficios y enfrentar sus riesgos mediante estrategias expertas y comunes. La sugerencia de crear un organismo especializado de la ONU sobre IA, entendida como un “bien público global”, es de bases funcionalistas.
El neorrealismo destaca la importancia de la estructura anárquica del sistema internacional asegurando que, en un orden de Estados soberanos carente de una autoridad central, el principal fin de cada Estado es lograr seguridad nacional (Waltz, 1988:126) como estrategia de garantía de supervivencia. Así, cada Estado debe protegerse a sí mismo sin confiar plenamente en ningún otro dentro, lo que limita las posibilidades reales de cooperación a áreas secundarias en las que pueda brindar ganancias relativas.
Como consecuencia, el neorrealismo “lee” la IA en clave de equilibrio de poder tecnológico capaz de alterar la distribución del poder a nivel sistémico, por lo que cada Estado reaccionará frente a ella dando prioridad a su propia seguridad, produciendo agendas de securitización de la IA y sus elementos esenciales (minerales y producción de chips y datos) y preparándose para nuevas modalidades de conflictos internacionales en los que la IA será protagonista. La IA, entonces, es un factor intensificador de los dilemas de seguridad previos a integrar en las políticas prioritarias de los Estados.
Frente al neorrealismo se posiciona el neoliberalismo o institucionalismo neoliberal, cuyos mayores referentes han sido Robert Keohane y Joseph Nye. Quienes aun asumiendo la premisa realista de la anarquía del sistema internacional afirman que la cooperación es posible y frecuente y toma forma a través de instituciones y regímenes internacionales. Más práctico en sus propuestas que el liberalismo original, el neoliberalismo se esfuerza en demostrar que el egoísmo puede ser origen de acciones de colaboración si existen incentivos y reglas claras: la cooperación internacional es para Keohane (1988:51) “la coordinación de políticas entre actores egoístas para maximizar el logro de sus objetivos comunes”.
En un mundo donde priman patrones de interdependencia compleja, se pueden identificar zonas en las que es más conveniente para los Estados cooperar que confrontar, y es allí donde las instituciones, como reglas formales o informales compartidas para la actuación, reducen la incertidumbre, el costo de transacción y la tentación de desertar de relaciones colaborativas.
Aplicado a la IA, lo fundamental en esta visión es establecer marcos regulatorios y cooperativos que permitan relaciones win-win, por ejemplo, mediante el establecimiento de estándares internacionales comunes aplicables a la gestión de la IA y a la de datos como formas de aportar certidumbre.
La economía política internacional (EPI) se enfoca en analizar la forma en que la distribución de la riqueza y el poder económico condicionan las relaciones internacionales para luego llamar a adoptar políticas que corrijan desequilibrios a fin de lograr una prosperidad compartida. Fue Susan Strange quien introdujo en el debate el concepto de “poder estructural” entendido como la capacidad de un actor para dar forma a las reglas y estructuras de la economía global en su beneficio. Según ella, tanto las relaciones entre gobiernos como entre empresas se basan en la competencia (Strange, 1992).
Para esta visión la IA reconfigura la economía mundial y las relaciones de poder económico: quien lidere esta tecnología tendrá ventajas en su competencia contra los demás, por lo que se trata de un desafío geoeconómico que debería ser contenido y reorientado hacia la promoción del bienestar general.
Finalmente, la visión poscolonial busca visibilizar las relaciones de poder eurocéntricas producto de la historia colonial, que se expresan hoy de maneras diferentes bajo formas de colonialidad (ya no colonialismo) que son más sutiles, pero también más profundas, denunciando en consecuencia jerarquías de poder, de representación de cuerpos y epistemológicas
Señalan, en consecuencia, el advenimiento de un posible colonialismo digital expresado en una “IA colonial” que potencie los valores y visiones de los “colonizadores digitales” y produzca relaciones de “extractivismo de datos” junto a las tradicionales apropiaciones de recursos naturales y financieros que califican las relaciones entre los países ricos y los empobrecidos.
Parte II: La IA en campos específicos de las relaciones internacionales
La IA se ha convertido en un terreno de competencia entre grandes potencias. Integrada en sus agendas de política exterior, hoy son Estados Unidos y China quienes se disputan el liderazgo en materia de IA, realizando inversiones masivas en investigación, subsidios estatales y adquisiciones internacionales de datos y optimización de infraestructura digital en un “duelo algorítmico” que se extiende desde el acceso a los recursos naturales necesarios para desarrollar la IA, la construcción de chips para IA, el desarrollo de programas y capacidad de cómputo incrementada y la capacidad de imponer estándares globales sobre flujos de datos que permitan la interoperabilidad de sistemas, incluso a través del establecimiento de modelos jurídicos internacionales, área donde la Unión Europea se incluye en la competencia.
Uno de los impactos más disruptivos y visibles de la IA se manifiesta en los conflictos armados y el derecho internacional humanitario (DIH). La incorporación de sistemas de armas autónomas, capaces de seleccionar y atacar objetivos sin intervención humana, crea no solo una capacidad de destrucción más avanzada y de menor costo, sino que plantea nuevos desafíos a la interpretación de los principios del DIH como distinción entre combatientes y civiles, proporcionalidad en el uso de la fuerza y atribución de responsabilidad individual por crímenes de guerra.
Al mismo tiempo, la IA introduce un nuevo “campo de batalla” no territorial: la ciberguerra, que puede tomar formas cambiantes: desde el ataque a sistemas informáticos hasta el ciberespionaje y la manipulación psicológica mediante desinformación, configurando formas de agresión híbrida que desafían al DIH.
Junto a la guerra, un segundo canal principal de relaciones internacionales está dado por el comercio internacional, La IA está redibujando el mapa de la economía global al integrarse en la gestión de cadenas de valor (además de generar sus propias cadenas de valor), en los mercados financieros, a través de la oferta de servicios digitales y transformando el mundo del trabajo y los procesos productivos. Al hacerlo, la IA, que no opera en un marco abstracto, está aumentando las asimetrías y creando nuevas brechas entre países según cuenten con altas capacidades tecnológicas o no.
Además, son empresas privadas, y no Estados, quienes dominan el campo del desarrollo de la IA, primera tecnología en la historia que no requiere del Estado como partícipe necesario para su despliegue /a diferencia de lo que ocurrió con la electricidad, la energía atómica o la tecnología espacial, por citar tres ejemplos diferentes) y cuya manipulación puede hacerse a “bajo coste”; cualquier persona con los conocimientos suficientes, una computadora con poder de cálculo y una oficina de trabajo y conexión estable a internet puede crear o manipular programas de IA.
La IA también se ha convertido en centro y origen de nuevas disputas comerciales en un espacio que abarca desde la producción de chips hasta los derechos de propiedad intelectual, habiéndo establecido regulaciones nacionales (o comunitaria, en el caso de la UE) de control de datos y restricciones a la exportación de tecnologías sensibles.
Tras la guerra y el comercio, una tercera relación fundamental en el campo internacional es la de cooperación. La IA está transformando las lógicas y las formas de actuación de esta.
Por una parte, abre nuevas oportunidades y puede utilizarse para llegar de forma eficiente a campos donde antes era costoso o imposible, como la atención de la salud o la educación de comunidades aisladas sin médicos o profesores. Permite anticipar de forma mejorada riesgos climáticos y las respuestas combinadas entre países y otros actores, nacionales e internacionales, tanto en el cómo de la mitigación como de la reconstrucción por daños climático así como diseñar e implementar políticas públicas basadas en evidencia a partir de la cooperación en materia de intercambios de datos.
Al mismo tiempo, se abre un espacio clave de cooperación en el desarrollo de infraestructuras y capacidades humanas que permitan avanzar a los países hacia una mayor “soberanía digital” contando con los elementos que les requiere participar activamente de un mundo globalizado. Esto, a su vez, crea el riesgo de generar nuevas dependencias por impulso de una cooperación tecnocrática a través de la cual los países más avanzados en materia de desarrollo digital impongan sus tecnologías a los demás, sin considerar los contextos, conocimientos o dar participación efectiva a las personas que habitan países “digitalmente pobres”.
El desarrollo de la IA crea nuevas formas de vulneración de derechos humanos, especialmente en temas como el derecho a la intimidad, a la información y a no ser discriminado, entre muchos otros derechos básicos que entran en tensión con las tecnologías digitales y sus modelos de gestión.
El despliegue de la IA tiene también consecuencias negativas sobre el medio ambiente. La creación y entrenamiento de sus programas, su mantenimiento operativo y el procesamiento masivo de datos consumen grandes cantidades de energía y recursos naturales, por lo que el modelo actual de la IA no es sostenible en el tiempo.
La extracción intensiva de minerales críticos para las tecnologías digitales, como el litio y el cobalto para la fabricación de chips y baterías, impacta negativamente en los ecosistemas y en la vida de las comunidades asentadas en territorios que contienen dichos recursos, generando contaminación por el uso de formas de minería contaminante y trabajo infantil esclavo o semiesclavo.
Como consecuencia de ello, hoy tenemos un Derecho Internacional Público desfasado, incapaz de responder plenamente a los desafíos que plantea la IA. Más allá de su aplicación mediante analogías, es necesario establecer un marco específico que sirva de guía a quienes deban aplicar el derecho preexistente a nuevas formas de relaciones, así como desarrollar normativa vinculante nueva en aquellos temas y espacios en que sea necesario.
Conclusión
Estudiar los impactos de la inteligencia artificial en las relaciones internacionales permite entender mejor la reconfiguración sistémica del orden mundial que ya está en marcha, en la que los algoritmos ya son factores de poder y legitimidad en la toma de decisiones.
Integrar el análisis de la IA en los estudios internacionales no solo enriquece la disciplina, sino que la ayuda a comprender nuevos desafíos y a estar preparada para un futuro que ya es inmediato en el que nuevas tecnologías impactan el orden social a nivel nacional e internacional, proponiendo oportunidades y riesgos de una escala nueva en la historia de la humanidad.
Javier Surasky
Coordinador
Bibliografía
Hmaidi, A. y Chang, W. (2025). El bloqueo de EEUU a los avances de China en IA. Política Exterior. https://www.politicaexterior.com/el-bloqueo-de-eeuu-a-los-avances-de-china-en-ia/#:~:text=La%20primera%20administraci%C3%B3n%20de%20
Trump,previsto%20o%20el%20usuario%20final
Lenin, V. (2009). El imperialismo, fase superior del capitalismo. Ed. Quinto Sol.
Keohane, R. (1988). Después de la hegemonía. Cooperación y discordia en la economía política mundial. Grupo Editor Latinoamericano
Mitrany, D. (1943). A Working Peace System. Royal Institute of International Affairs. https://ia601407.us.archive.org/0/items/in.ernet.dli.2015.81566/
2015.81566.A-Working-Peace-System.pdf
Morgenthau, H. (1986). Política Entre naciones: la lucha por el poder y la paz. Grupo Editor Latinoamericano.
Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (2021). Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000381137_spa
Strange, S. (1992). “States, firms and diplomacy”. En International Affairs, 68(1), 1-15.
Waltz, K. (1988). Teoría de la Política Internacional. Grupo Editor Latinoamericano.