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China, el triángulo del litio y la transición energética: desafíos y estrategias en el mundo multipolar

Departamento de Asia y el Pacífico
Centro de Estudios Chinos

China, el triángulo del litio y la transición energética: desafíos y estrategias en el mundo multipolar[1]

Ana Giselle Sanabria[2]

1. Introducción

La creciente demanda de litio como recurso natural estratégico refleja un cambio de paradigma que se ha venido delineando en las últimas décadas. Este mineral, conocido como “oro blanco”, ha reemplazado al níquel, cadmio y cobalto en las baterías recargables utilizadas en productos electrónicos a nivel mundial. La fabricación de bienes intermedios, como las baterías de ion-litio, se ha convertido en un pilar fundamental de la transición energética, promoviendo la electromovilidad en detrimento de fuentes de energía altamente contaminantes como los combustibles fósiles. Este cambio ha despertado un interés significativo en países europeos, mientras que Estados Unidos y China buscan reducir su dependencia de los hidrocarburos y sumarse a esta transición.

Latinoamérica posee importantes reservas de litio, concentradas principalmente en Bolivia (24%), Argentina (21%) y Chile (11%), región conocida como el Triángulo del Litio. Aunque en menor medida, también existen yacimientos en Perú, Brasil y México, cuya relevancia ha aumentado en los últimos años.

El nuevo orden internacional, caracterizado por una multipolaridad emergente, está estrechamente vinculado al paradigma energético global. La transición energética y el desarrollo sostenible, que buscan minimizar el impacto ambiental y preservar los recursos para futuras generaciones, son temas prioritarios en la agenda internacional.

En este contexto, países desarrollados como China y Estados Unidos compiten por establecer relaciones estratégicas con los países sudamericanos poseedores de litio, impulsando inversiones y proyectos de desarrollo en la región.

China ha avanzado significativamente en esta región, implementando políticas públicas como “Civilización Ecológica”, “Hecho en China 2025” y la “estrategia nacional de modernización industrial”. Estas iniciativas buscan garantizar el bienestar material, ideológico y ambiental dentro de su territorio, mientras posicionan a la industria automotriz china como líder global en electromovilidad. Empresas como BYD (Build Your Dreams) han integrado verticalmente la cadena productiva de vehículos eléctricos, compitiendo con actores como Tesla y liderando la electrificación del transporte público en China y otros países. En el Triángulo del Litio, Chile destaca como uno de los casos regionales paradigmáticos, con su capital adoptando un alto porcentaje de vehículos eléctricos, en contraste con la escasez de políticas similares en naciones vecinas.

2. Disputas por los recursos estratégicos y el camino a la transición energética

La relevancia del litio como recurso estratégico ha evolucionado significativamente desde su descubrimiento en Suecia en 1817. Este mineral metálico blando, de color blanco plateado y perteneciente al grupo de los alcalinos, destaca por sus propiedades únicas que han permitido su uso en diversas industrias. Desde el siglo XX, el litio ha sido empleado como materia prima en sectores clave como el militar y aeroespacial, así como en la producción de fármacos para el tratamiento de patologías psiquiátricas.

Sin embargo, su importancia global se intensificó a partir de la década de 1990, cuando la revolución informática y de las telecomunicaciones, junto con el auge de la nanotecnología, impulsaron un cambio paradigmático en el uso de acumuladores de energía. Las baterías eléctricas recargables de ion-litio comenzaron a sustituir a los acumuladores alcalinos de níquel-cadmio y de hidruro metal-níquel, convirtiéndose en componentes esenciales para dispositivos electrónicos cotidianos. Este avance tecnológico marcó un punto de inflexión en la demanda de litio, promoviendo su explotación en regiones estratégicas como América Latina desde la década de 1980 (Gómez Lende, 2022).

El litio, uno de los minerales más livianos presentes en los ecosistemas, se encuentra predominantemente en ambientes salinos, áridos y semiáridos distribuidos en diversas regiones del planeta. Su extracción puede realizarse a través de dos métodos principales: a partir de depósitos de roca dura, conocidos como pegmatitas, o mediante salmueras.

En el caso del primer método, la espodumena natural, que constituye el concentrado de litio, debe ser calcinada previamente con caliza. Posteriormente, mediante procesos como la molienda, lixiviación y precipitaciones sucesivas, entre otros, y dependiendo del agente químico utilizado, es posible obtener un alto porcentaje de litio. Este proceso permite la producción de compuestos como hidróxido de litio, carbonato de litio y cloruro de litio. Por otro lado, la extracción a partir de salmueras resulta menos costosa. Sin embargo, los niveles de contenido de litio pueden variar considerablemente, dependiendo de la presencia de otros minerales como potasio, sodio, calcio, magnesio, hierro, boro, bromo, cloro, nitratos y cloruros. Debido a esta variabilidad, cada salmuera requiere un tratamiento específico y adaptado a sus características particulares (Informe de la Secretaría de Economía de México, 2018).

En el Triángulo del Litio, el método predominante para la extracción de este mineral es el basado en salmueras. No obstante, es fundamental considerar que este proceso implica una disminución del nivel de agua subterránea, lo que a su vez provoca un descenso en las reservas de agua dulce más allá de los límites de la salina. Este fenómeno puede llevar a la reducción o incluso desaparición de lagunas formadas en estas áreas (Cabido, 2015). Como resultado, se genera un impacto ambiental negativo que suscita controversias respecto a la sostenibilidad del desarrollo de energías alternativas basadas en este recurso, un tema que será abordado con mayor profundidad en investigaciones futuras.

De acuerdo con Cabido (2015), el litio se ha consolidado como un recurso natural estratégico. Desde la década de 1990, ha sustituido al níquel, cadmio y cobalto en las baterías recargables utilizadas en productos electrónicos a nivel global, como teléfonos celulares, computadoras, cámaras fotográficas y de video. La creciente relevancia de este mineral y su consecuente demanda lo han convertido en un elemento clave para la transición energética, particularmente en el desarrollo de vehículos automotores eléctricos. Esta transición ha sido adoptada principalmente en el hemisferio norte, con países como los de la Unión Europea, Estados Unidos y China liderando su implementación. Estas iniciativas buscan mitigar la crisis ambiental derivada de la quema de combustibles fósiles (Fornillo, 2022).

En el ámbito internacional, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un marco compuesto por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (en adelante, ODS) que fueron establecidos mediante consultas públicas, negociaciones entre los Estados y la participación activa de la sociedad civil. Esta estrategia representa un nuevo enfoque para guiar los programas de desarrollo global durante la próxima década. Entre los ODS más relevantes para este trabajo de investigación se encuentran: garantizar una vida sana y una educación de calidad, promover la igualdad de género, asegurar el acceso al agua y la energía, fomentar el crecimiento económico sostenido y adoptar medidas urgentes contra el cambio climático.

En consonancia con estos objetivos, el Acuerdo de París, adoptado en 2015 y puesto en vigor en noviembre de 2016, establece la necesidad de limitar el aumento de la temperatura media mundial a niveles muy por debajo de los 2°C respecto a los niveles preindustriales, con esfuerzos adicionales para no superar los 1.5°C. Además, el acuerdo busca incrementar la capacidad adaptativa de los países, garantizar la seguridad alimentaria y orientar los flujos financieros hacia el desarrollo de bajas emisiones de carbono.

Sin embargo, según Bueno (2021), los resultados de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (en adelante, CMNUCC) y el consecuente Acuerdo de París han enfrentado importantes limitaciones, especialmente en lo referente al financiamiento climático. A pesar de casi tres décadas de debates en la CMNUCC, las condiciones de adicionalidad, previsibilidad y adecuación a las necesidades de los países en desarrollo no han sido plenamente cumplidas. Las brechas de financiamiento continúan ampliándose, exacerbadas por paquetes de recuperación post-pandémicos que no incorporan criterios de transición postcarbónica. Asimismo, la brecha de adaptación sigue creciendo debido a una mitigación insuficientemente ambiciosa.

Por otra parte, la Unión Europea (UE en adelante), como uno de los principales demandantes energéticos, ha establecido el Pacto Verde Europeo con el objetivo de implementar iniciativas políticas que impulsen una transición ecológica. Este marco busca reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en un 55%. En este contexto, se ha introducido el “Mecanismo para una Transición Justa”, diseñado para proporcionar apoyo financiero y técnico a las regiones más afectadas por la transición hacia una economía baja en carbono.

En línea con estos objetivos, la UE se ha comprometido a alcanzar metas específicas, tales como: fomentar el desarrollo y la adopción de fuentes de energía más limpias, como la energía marina y el hidrógeno; promover la integración de los sistemas energéticos en toda la región; desarrollar infraestructuras energéticas interconectadas a través de los corredores energéticos de la UE; y revisar la legislación vigente sobre eficiencia energética y energías renovables, particularmente en relación con los objetivos establecidos para 2030 (Consejo de la Unión Europea, 2019).

Estas medidas incluyen incentivos para la adquisición de vehículos eléctricos y la imposición de sanciones a los vehículos de combustión interna. La creciente demanda de estos vehículos ha impulsado la instalación de fábricas de automóviles eléctricos chinos, lideradas por empresas como BYD, en diversos países europeos. Este fenómeno ha generado un aumento significativo en la demanda global de litio, especialmente por parte de las corporaciones dedicadas a la producción de tecnologías de electromovilidad. (Se ampliará en el apartado 4).

3. Geopolítica de los recursos estratégicos: la consolidación de China en el mercado de la electromovilidad.

El ascenso de China debe analizarse como un proceso que abarca varias décadas y que se caracteriza por una visión estratégica a largo plazo. Hasta el siglo XVIII, China fue la principal región económica del mundo, representando entre el 30% y el 35% del PIB global durante un período de dos milenios. Este liderazgo se sustentaba en un Estado fortalecido, una burocracia eficiente, grandes obras de infraestructura y una economía de mercado desarrollada, consolidándose como un centro de innovación tecnológica (Merino & Iglecias, 2020).

En las décadas posteriores, China mantuvo el control de su economía nacional a través de grandes conglomerados estatales que canalizaban los excedentes hacia inversiones masivas para desarrollar las fuerzas productivas, logrando así conquistar mercados internacionales. Un punto de inflexión clave ocurrió en 1978, cuando las reformas económicas introducidas ese año impulsaron la liberalización y privatización de diversos sectores económicos. Estas reformas, gestionadas bajo la dirección estatal y enmarcadas en planes estratégicos, evaluaron cuidadosamente cómo y dónde abrir la economía para captar los flujos de capital excedente provenientes del este asiático. A pesar de estas transformaciones, se mantuvo la propiedad colectiva de la tierra, establecida tras la revolución de 1949, así como el control estatal de sectores estratégicos como el bancario y la moneda.

Otro aspecto fundamental del ascenso chino fue su acercamiento a Estados Unidos en la década de 1970. Este proceso se consolidó con la histórica visita de Richard Nixon a China en 1972 y los acuerdos alcanzados con Mao Zedong para “normalizar” las relaciones bilaterales. Este acercamiento resultó crucial, ya que el distanciamiento entre China y la Unión Soviética modificó profundamente el equilibrio de poder global a favor de Estados Unidos. Además, permitió a Beijing sortear los bloqueos geopolíticos que obstaculizaban su desarrollo exponencial en las últimas décadas.

Es importante destacar que China no adoptó un modelo de privatización extrema ni permitió la extranjerización de su matriz productiva. Tampoco implementó las denominadas “reconversiones productivas” que, bajo el programa financiero neoliberal, llevaron a procesos de desindustrialización y pérdida de complejidad productiva en otras economías (Merino et al., 2021).

Desde el XII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh en adelante) en 1982, Deng Xiaoping introdujo el concepto de “socialismo con características chinas” como una propuesta política distintiva. Décadas más tarde, tras el XIX Congreso del PCCh en octubre de 2017, el pensamiento de Xi Jinping evolucionó hacia el “socialismo con características chinas para una nueva era”, el cual fue incorporado formalmente en la Constitución en marzo de 2018. Este desarrollo, como señala Staiano (2019), refleja una estrategia integral que, durante treinta y seis años, ha transformado profundamente todos los sectores de la nación asiática, generando cambios significativos tanto en su política interna como en su proyección internacional.

En el ámbito económico, se han adoptado conceptos como la “nueva normalidad” y la “sociedad moderadamente próspera”, mientras que en el marco jurídico se ha consolidado la idea de un “Estado socialista de derecho con características chinas”. En el terreno político, el “socialismo con características chinas” ha sido el eje central, y más recientemente, en el ámbito de las relaciones internacionales, se han desarrollado “teorías de relaciones internacionales con características chinas”. Estas teorías representan un enfoque teórico propio, que busca redefinir las relaciones internacionales desde una perspectiva china, adaptada a las necesidades y objetivos estratégicos del país.

Siguiendo a Cesarín (2005), la inserción de China en la economía global representa un caso paradigmático dentro del proceso de integración de los países del sudeste asiático en el marco de la globalización. Esta subregión de la cuenca del Pacífico se ha destacado por los arreglos institucionales creados para consolidarla como un bloque económico. A través de estos mecanismos, se llevaron a cabo los esfuerzos más significativos de cooperación y concertación, permitiendo a los países de la región superar crisis económicas y encaminar sus procesos de inserción en la economía mundial.

Asimismo, esta región fue escenario de algunos de los conflictos más relevantes del siglo XX, como las últimas batallas de la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea y la guerra de Vietnam. Estos enfrentamientos, fundamentales en el contexto de la Guerra Fría, reflejaron la contención de fuerzas entre los dos grandes actores de este proceso. Además, la región desempeñó un papel clave en la evolución del movimiento de los no alineados, consolidando su importancia geopolítica. China, forma parte de un proceso de globalización caracterizado por la interdependencia (Cesarín, 2005). Un fenómeno que ha impulsado nuevas escalas de cooperación e integración con otras regiones, favoreciendo niveles de intercambio en términos de productos de capital, bienes intermedios y la comercialización de bienes finales. En el marco de la transición energética, estas dinámicas de cooperación e integración ofrecen beneficios significativos para los actores involucrados, consolidando el papel de China como un actor clave en la economía global.

Siguiendo a Staiano (2019), uno de los grandes objetivos para la región es llevar la asociación de cooperación internacional entre China y América Latina y el Caribe (ALC) a un nuevo nivel. En este marco, el gigante asiático comunica su postura a la comunidad internacional con la afirmación: “Todos los países, grandes o pequeños, fuertes o débiles, ricos o pobres, son todos miembros iguales de la comunidad internacional”. Este enfoque refleja un propósito ambicioso, centrado en el “acercamiento de corazón y amistad entre los pueblos de China y ALC, en aras de hacer aportes a la convivencia armoniosa de las diversas civilizaciones del mundo”, promovido a través de “intercambios entre los pueblos”.

Este compromiso se manifiesta en las relaciones bilaterales que China establece con diversos países de la región latinoamericana, particularmente mediante inversiones significativas en infraestructura. Un ejemplo reciente de esta cooperación es la inauguración del Puerto de Chancay en Perú, un proyecto de gran envergadura que simboliza las sólidas relaciones entre China y la región. Este puerto no solo fortalece la conectividad comercial, sino que también facilita la exportación de bienes de gran porte, como vehículos eléctricos (Dussel et al., 2017).

En síntesis, la República Popular de China actúa de manera bilateral en América Latina y el Caribe a través de acuerdos de libre comercio, inversiones estratégicas, negociaciones bilaterales y objetivos comunes. Estas acciones se enmarcan en estrategias de cooperación y fortalecimiento que buscan consolidar su presencia en la región y fomentar un desarrollo mutuo.Por otro lado, se observa que China ha adoptado políticas como “Civilización Ecológica”, “Hecho en China 2025”, y la “estrategia nacional de modernización industrial” asegurando por parte del gobierno al interior de su país, un bienestar material, ideológico como así también el bienestar ambiental; las mencionadas políticas establecen una serie de estímulos para incrementar la demanda de vehículos eléctricos posicionando a la industria automotriz nacional china como una vanguardia global, en el marco de la electromovilidad. De esta manera, Souza (2021) observa el potencial de electromovilidad como resultado de estas políticas y el exponencial aumento de ventas ante las demandas de los NEVs (en adelante vehículos de nueva energía):

“Até 2017, mais de 200 empresas chinesas tinham sido aprovadas para a produção de NEVs. Ademais, aproximadamente 70 novos projetos de desenvolvimento de NEVs, com um valor de 450 bilhões de yuan foram feitas por diferentes regiões. Considerando as metas mencionadas de alcançar as vendas de três milhões de unidades até 2025, os projetos já apresentam um potencial de alcançar uma representação internacional de 70% dos veículos vendidos sendo somente na China” (YEUNG, 2018 en Souza 2021).

En el contexto actual, las empresas automotrices chinas han implementado estrategias de integración vertical en la cadena productiva de vehículos eléctricos, categorizados como vehículos de nueva energía. Un ejemplo emblemático es BYD, que inició como proveedor de baterías para teléfonos celulares y posteriormente adquirió una empresa automotriz, consolidándose como líder en la producción de automóviles eléctricos. En la actualidad, BYD ha superado productivamente a Tesla, posicionándose como uno de los actores más destacados en la electrificación del transporte público, tanto en la República Popular China como en otras regiones del mundo.

Dentro del Triángulo del Litio, Chile se erige como un caso paradigmático, ya que su ciudad capital ha integrado un porcentaje significativo de vehículos eléctricos de BYD, en contraste con la limitada implementación de políticas similares en países vecinos.

Por otro lado, Merino (2018) define la multipolaridad como “la pérdida de hegemonía del polo angloamericano con centro en Estados Unidos”. Aunque Estados Unidos sigue siendo la región de poder dominante, las divisiones internas y la polarización han fomentado un declive relativo, vinculado a una crisis capitalista internacional. En este marco, la disputa por el poder global en términos económicos permanece activa, y las reglas del juego han evolucionado principalmente en favor del gigante asiático, que ha demostrado una creciente competitividad en el escenario internacional, según los exhaustivos análisis de este sociólogo:

“Tesla es una empresa de enorme envergadura (no sólo mercado interno estadounidense), pero no lidera su principal rama a nivel mundial, se encuentran amenazadas por la competencia de empresas China y depende en gran medida de la intervención estatal en cuanto a inversiones en desarrollo tecnológico. La empresa Tesla está tercera en ventas globales en automóviles eléctricos. En primer lugar, se encuentra la empresa china BYD, que en los primeros seis meses de 2016 vendió 33.000 automóviles. La escala del mercado chino y la posibilidad de producir vehículos eléctricos económicos es una ventaja central de BYD. Tesla se ubica en el mercado de automóviles de lujo, con un potencial más chico y mayor competencia internacional con otras marcas que están achicando brechas, como las europeas. Además, está fuertemente interesada como gran contratista para la industria aeroespacial del complejo industrial militar.” (Merino 2018:18)

Este panorama se ha propiciado hacia los años subsiguientes, y como se observa en el gráfico a continuación, (Ver Gráfico N°1) la competencia de ambas empresas en el ámbito de los autos eléctricos sigue más vigente que antes. Asimismo, esta competencia comercial automotriz se proyecta a promoverse tanto a escala internacional como en el mercado interno de la gran nación norteamericana, lo cual se ve reflejado mediante las medidas recientemente ya anunciadas por el electo presidente Donald Trump sobre los aranceles a productos provenientes del motor del sudeste asiático (10% más) en favor de la industria nacional, y puntualmente la automotriz nacional. El carácter proteccionista y nacionalista de esta figura ya ha sido conocida en su anterior mandato. Como se observa a continuación, sus anunciaos en la propia red social el pasado 25 de noviembre del 2024:

Donald J. Trump @realDonaldTrump (2024, 11, 25) “I have had many talks with China about the massive amounts of drugs, in particular Fentanyl, being sent into the United States – But to no avail. Representatives of China told me that they would institute their maximum penalty, that of death, for any drug dealers caught doing this but, unfortunately, they never followed through, and drugs are pouring into our Country, mostly through Mexico, at levels never seen before. Until such time as they stop, we will be charging China an additional 10% Tariff, above any additional Tariffs, on all of their many products coming into the United States of America. Thank you for your attention to this matter.”

Al 18 de abril de 2025, el presidente Donald Trump ha incrementado los aranceles a los productos chinos en al menos un 145%. En respuesta, China ha aplicado gravámenes de hasta un 125% a los productos provenientes de Estados Unidos, intensificando así la disputa comercial entre ambas naciones. Sin embargo, ha afirmado que “si, estamos en conversaciones con China” dijo el mandatario de la nación norteamericana en el día de ayer -17 de abril- durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca.

En el caso, chino-estadounidenses hay más de un indicio de que nos encontramos ante una gran bipolaridad comercial con productos de alta complejidad y de carácter estratégico siendo necesarios para afrontar los desafíos propuestos por las agendas internacionales respecto al desarrollo y medio ambiente tan promovido desde los organismos internacionales. En términos de Rudd (2022), ¿será que ambas potencias podrán convivir armoniosamente en un proceso de competencia estratégica administrada? Por otro lado, ¿Logrará China desde las relaciones bilaterales latinoamericanas seguir creciendo en la región? ¿” La convivencia armoniosa entre los pueblos” que plantea la RPC en su documento blanco sobre China y Latinoamérica se propiciará únicamente en términos comerciales dependientes? ¿Cuál es el rol de los países que conforman el Triángulo del Litio en las relaciones China y América Latina? Este último interrogante será brevemente desarrollado en el próximo apartado.

4. Disputas por los recursos estratégicos y el camino a la transición energética

El análisis de la zona geográfica denominada en América del Sur como “Triángulo del Litio”, constituido por Bolivia, Chile y Argentina se constituye como el objeto de análisis en el presente trabajo. A continuación, se observa el planisferio identificando el área territorial y su relevancia mundial (ver Mapa N°1) junto con la distribución territorial del recurso estratégico litio. (Ver Gráfico N°2)

Para analizar el grado de avance de cada proyecto litífero en los salares de la región —y su relación con las empresas chinas presentes—, se propone examinar el diagrama de cadena de valor adjunto. Las operaciones efectivamente radicadas en el territorio se identifican mediante figuras geométricas (triángulos), lo que permite contrastar su etapa productiva (exploración, extracción, procesamiento) con la participación de capitales chinos. (Ver Gráfico N°3).

4.1 El caso del proteccionismo boliviano

En Bolivia, el Estado ejerce un control monopólico sobre el litio a través de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB). Sin embargo, el desarrollo industrial enfrenta dos desafíos críticos:

1- Limitaciones técnicas: La falta de un método de extracción óptimo —adaptado a las particularidades químicas de los salares bolivianos— impide alcanzar una producción escalable y rentable.

2- I+D pendiente: La tecnología de extracción directa (EDL) aún se encuentra en fase experimental, retrasando la transición hacia una operación comercialmente viable.

Esta dualidad (control estatal vs. obstáculos tecnológicos) explica por qué Bolivia no ha logrado capitalizar su potencial litífero, a diferencia de sus vecinos del Triángulo del Litio.

En los últimos años, Bolivia ha atraído tres proyectos estratégicos de litio con inversión china, localizados en:

Salar de Uyuni

Salar de Coipasa

Salar de Pastos Grandes

Estos emprendimientos reflejan el creciente interés de empresas chinas por consolidar su presencia en la cadena global de litio, pese a los desafíos técnicos previamente mencionados.

4.2 Del cobre al litio nacionalista, el caso chileno

4.2.1 La política de recursos estratégicos en Chile: el cobre y el litio

Cobre

El 11 de julio de 1971, el Congreso Nacional de Chile se reunió para discutir detalles finales de la ley N° 17.450, en materia de nacionalización de la gran minería del cobre. Un acuerdo legislativo transversal, casi sin modificaciones y con la votación unánime de parlamentarios provenientes de todos los sectores políticos, los yacimientos de ese codiciado metal pasaban a ser propiedad de todos los chilenos. El camino fue extenso, y los primeros pasos los dió el Gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva, y la firma definitiva la colocó el Presidente Salvador Allende. El 1 de abril de 1976, se creó la Corporación del Cobre de Chile, que tiempo después sería más conocida por sus siglas CODELCO. Cincuenta años más tarde, Codelco sigue siendo la mayor productora de cobre del mundo y puede decir que, con el esfuerzo de sus trabajadores, ha aportado más de US$ 168.000 millones al Estado. Esa cifra se traduce en aproximadamente a la construcción de 546 hospitales de alta complejidad o 12.000 liceos de excelencia. (Corporación de Cobre en Chile, 2023)

4.2.2 El litio chileno

En 1979, durante la dictadura de Augusto Pinochet, ante los yacimientos de un mineral tan requerido a nivel mundial como el litio, se decide declarar a este mismo como recurso estratégico, se llevó a cabo mediante el Decreto de Ley 2.886, que excluyó al litio del régimen concesional minero, limitando su explotación y reservándolo para el Estado por razones de interés nacional. La gran importancia del litio para la energía nuclear, redundó en que las empresas extractivas (Albemarle -ESTADOS UNIDOS- y SQM -Chile-) establecieran contratos de arrendamiento con el Estado por un tiempo determinado, manteniendo la propiedad estatal, al mismo tiempo que la Comisión de Energía Nuclear autorizaba, las explotaciones. La historia litíferas reciente en Chile está marcada por la conformación de la Comisión Nacional del Litio, que, en el 2015 durante el último gobierno nacional de Michael Bachelet, recomendó una reconversión de los contratos con las dos empresas que operan en el Salar de Atacama. A partir de esta reconversión, las firmas deben tributar un 40 por ciento de la ganancia –si el litio supera los 10.000 dólares la tonelada–, vender un 25 por ciento del litio a precio preferencial en el mercado interno, así como destinar una proporción de la renta a la investigación (25 millones U$D anuales) y otra a las comunidades locales (25 millones U$D anuales). Este es el marco genérico que regula últimamente la actividad.

4.2.3 Las empresas chinas y su grado de involucramiento territorial

Por otro lado, a los fines del presente escrito cabe resaltar la relación de las empresas de la gran potencia asiática y con el vecino trasandino, la empresa china BYD (Build Your Dreams) comenzó su expansión en el país en el año 2014, y contribuyó a dicha apertura por su integración al mercado chileno colaborando con Metbus en la ciudad de Santiago de Chile, ayudando a introducir autobuses eléctricos en el sistema de transporte. Cabe destacar que la ciudad capital, se encontró durante varios años atravesando un profundo problema de contaminación atmosférica perjudicando la salud de la sociedad. A continuación, se observa el estado de proyectos por parte de la empresa BYD y Tianqi Litium, con una inversión estimada en 1690US$.

Cabe destacar que la ciudad de Santiago de Chile, es un ejemplo paradigmático en la región por su implementación de transporte de pasajeros de carácter eléctrico con una proyección a futuro de aumentar y completar el objetivo de la electromovilidad en toda la ciudad capital

4.3 Un modelo extractivista que se reproduce y profundiza en el tiempo, el caso argentino

La reforma constitucional de 1994 consolidó en Argentina un modelo federal de gestión de recursos naturales donde las provincias ejercen dominio originario sobre sus territorios (art. 124 CN). Este marco jurídico ha permitido a las gobernaciones de Jujuy, Salta y Catamarca -que concentran el 85% de los recursos litíferos del país- establecer alianzas estratégicas con empresas transnacionales, configurando una gobernanza extractiva con tres características clave:

Modelo de participación provincial:

o JEMSE (Jujuy): 8.5% de participación accionaria sin inversión inicial

o REMSA (Salta): 15% de regalías sobre ganancias (Hirtz, 2022)

Tensiones jurisdiccionales:

La gestión del Frente de Todos (2019-2023) intentó incrementar la injerencia nacional mediante:

o Creación de Y-TEC (YPF-Tecnología) para desarrollo tecnológico local

o Negociaciones directas con empresas operadoras (ej: Livent, Ganfeng)

Conflictos socio-territoriales:

La reforma constitucional de Jujuy (2023) evidenció la contradicción entre:

o Derechos indígenas (art. 75 inc. 17 CN)

o Intereses extractivos provinciales en territorios ancestrales no reconocidos

Esta dinámica refleja cómo la transición energética global está reconfigurando las relaciones centro-periferia, donde países desarrollados externalizan sus demandas de litio a territorios latinoamericanos con marcos regulatorios flexibles (Fornillo, 2022).

Argentina ha consolidado históricamente una matriz productiva basada en la explotación y exportación de recursos naturales, patrón que se intensificó en las últimas décadas bajo el paradigma de las cadenas globales de valor (Gereffi, 2018). Este modelo presenta tres dinámicas centrales:

  1. Atracción de inversión extranjera directa (IED): Las ventajas comparativas (reservas de litio, gas no convencional, tierras fértiles) han posicionado al país como destino privilegiado para multinacionales mineras y agroexportadoras. Según la CEPAL (2023), el 68% de los proyectos extractivos en Argentina son controlados por capitales transnacionales.
  2. Beneficios locales limitados: La mano de obra contratada representa solo el 12% del empleo total en provincias extractivas (INDEC, 2022).

Por otro lado, los «excedentes compensatorios» (aranceles, regalías) equivalen a menos del 8% del valor bruto de producción (Gudynas, 2012), destinándose principalmente a infraestructura básica (rutas, hospitales) y programas sociales focalizados. Asimismo, surgen contradicciones estructurales de dependencia tecnológica dado que el 92% de los equipos extractivos son importados (CADEM, 2024). Y el grado de concentración territorial abarca el 70% de las regalías las cuales se generan en solo 4 provincias (Jujuy, Santa Cruz, Neuquén, Chubut).

Desde una perspectiva crítica, como advierte Gudynas (2012), este modelo reproduce el «extractivismo inclusivo», donde las mejoras marginales en calidad de vida (vía obras públicas) ocultan la pérdida de soberanía sobre recursos estratégicos, la primarización irreversible de la economía, y los conflictos socioambientales en comunidades locales.

Como muestra el Cuadro N°3, el gobierno actual (La Libertad Avanza) implementó el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que fija un monto mínimo de inversión de US$200 millones para proyectos de litio. Si bien este esquema podría dinamizar el sector, reproduce dos tensiones estructurales:

Escaso desarrollo de eslabones productivos locales (ej: refinación o fabricación de baterías). El desafío radica en equilibrar la atracción de inversiones con políticas que fortalezcan la cadena de valor nacional, evitando la reprimarización de la economía.

El Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) busca dinamizar el sector minero —especialmente el litio— mediante beneficios fiscales como estabilidad tributaria por 30 años y exenciones a exportaciones para proyectos superiores a US$200 millones (Ministerio de Economía de Argentina, 2024).

Aunque ha atraído inversiones destacadas como las de Ganfeng Lithium en Salar de Olaroz (Ganfeng Lithium Group, 2023) y Eramet en Salar de Centenario (Eramet, 2023), el modelo enfrenta críticas estructurales: por un lado, promete generar empleo calificado y transferencia tecnológica (15.000 puestos estimados para 2025; Ministerio de Trabajo, 2024); por otro, reproduce dependencia del capital extranjero con regalías bajas (3% vs. el 5-14% de Chile; Cochilco, 2024) y escasa integración industrial local (solamente el 20% de la producción se destina a cadenas nacionales; Fundación ARU, 2024). Mientras el gobierno argentino lo posiciona como una estrategia para alcanzar el liderazgo global en litio (Secretaría de Minería, 2024), organizaciones como la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN, 2024) advierten sobre riesgos de flexibilización ambiental en zonas glaciares y la perpetuación de un modelo extractivo sin valor agregado.

Si bien el análisis de Gudynas sobre el extractivismo en Argentina nos confronta con realidades duras —dependencia económica, costos ambientales ocultos y beneficios que a menudo brillan por su ausencia en las comunidades más afectadas—, también abre una puerta a la esperanza. Personalmente, creo que reconocer estos desafíos es el primer paso para transformarlos.

Argentina tiene algo invaluable: una sociedad vibrante, recursos naturales abundantes y una capacidad innovadora que, bien orientada, puede redefinir su modelo productivo. Imagino un futuro donde: a) las regalías del litio y otros minerales financien no solo rutas, sino también universidades y centros de investigación que agreguen valor local, b) las empresas extranjeras no solo exploten recursos, sino que compartan tecnología y capaciten a trabajadores para empleos de calidad, c) las comunidades originarias y locales sean socias activas, no espectadoras, en las decisiones sobre sus territorios.

El desafío que enfrenta Argentina -y América Latina en su conjunto- trasciende la mera optimización de regímenes fiscales o atracción de inversiones. Se trata de construir una gobernanza crítica de los recursos estratégicos que reconozca tres dimensiones fundamentales: Reapropiación tecnológica: La experiencia china demuestra que el verdadero salto desarrollista no proviene de regalías, sino de capacidades endógenas de innovación. Corea del Sur logró en 30 años (1960-1990) lo que nuestros países no han alcanzado en dos siglos: transformar materias primas en productos de alto valor agregado mediante una alianza estratégica Estado-Universidad-Empresa (Amsden, 2001). El litio podría ser nuestro chaebol sudamericano si destináramos el 1% del PBI minero a centros como el Y-TEC (YPF Tecnología).

Federalismo energético: Las asimetrías provinciales (Jujuy vs. Buenos Aires) replican el modelo centro-periferia que nos condenó al subdesarrollo. Urge crear un Fondo Interprovincial del Litio -similar al noruego del petróleo- donde: el 50% de regalías se capitalice en infraestructura productiva, el 30% financie transiciones laborales verdes, el 20% compense a comunidades originarias (protocolo de Consulta Previa de la OIT) Aunque resulta una utopía reflexionar que en lugar de competir entre países hermanos (el «triángulo del litio»), deberíamos crear una OPEP del Cono Sur que: fije precios de referencia, coordene cuotas de producción, negocie colectivamente con China/UE/ESTADOS UNIDOS. Al menos, la posibilidad de pensar en una respuesta conjunta a los intereses externos de la región sería el principio del camino a la unidad y/o cooperación regional.

Asimismo, una paradoja histórica resulta ser que mientras Europa subsidia su transición verde con 800.000 millones de euros (Green Deal) y China controla el 85% del refinado de litio, nosotros seguimos exportando salmueras como en el siglo XIX. El conocimiento acumulado por YPF en Vaca Muerta podría aplicarse para desarrollar clusters litio-baterías-autopartes en Jujuy o Catamarca. Argentina tiene todos los elementos para romper este círculo: recursos naturales, capital humano (INVAP, CONICET) y un mercado interno suficiente. Lo que falta es lo que el economista coreano Ha-Joon Chang (2002) llama «política industrial deliberada»: la voluntad de usar herramientas no ortodoxas (compras estatales, bancos de desarrollo, proteccionismo temporal) para construir ventajas competitivas auténticas.

El litio no será nuestra maldición si logramos: desacoplar extracción de industrialización, descolonizar las cadenas de valor y democratizar los beneficios tecnológicos.

Como bien señaló el pensador uruguayo Eduardo Gudynas, «el desarrollo no es lo que compramos con las regalías, sino lo que producimos con el conocimiento». En esa dirección deberían apuntar todas las políticas públicas del sector.

5. Conclusión

El estudio de la estructura de las ciencias revela que el avance del conocimiento se produce mediante cambios de paradigma (Kuhn, 2019), donde modelos establecidos son reemplazados al enfrentar anomalías irreconciliables. Karl Popper destacó que el progreso científico depende de la refutación continua, donde incluso los marcos teóricos más sólidos pueden ser superados cuando dejan de explicar nuevas realidades. Este proceso se manifiesta claramente en las transiciones energéticas:

El sistema preindustrial (hasta 1760) colapsó ante las limitaciones de la energía orgánica (animal, leña), dando paso a la Primera Revolución Industrial (carbón, máquina de vapor). 2. La Segunda Revolución Industrial (1870) surgió cuando el carbón no pudo satisfacer la demanda creciente, impulsando la electricidad y el petróleo (Gran Transición Energética, Gráfico N°3). Así, cada revolución científica y tecnológica emerge de las contradicciones del paradigma anterior, abriendo camino a nuevas formas de organización social y producción.

El sistema preindustrial —basado en fuerza humana/animal, energía hidráulica y eólica— fue reemplazado por un primer cambio de paradigma energético (Smil, 2021): la Gran Transición (siglos XVIII-XIX), caracterizada por: carbón mineral y coque, máquinas de vapor, petróleo y motores de combustión interna y electricidad. Lo cual contrajo consecuencias criticas como: 1. Contaminación multisistémica (aire, agua, suelo, ruido) en áreas industriales urbanas. 2. Geopolítica conflictiva: Vinculación con industria armamentística y guerras. 3. Respuestas regulatorias: Surgimiento de políticas ambientales internacionales y nacionales. (Smil m 2021) (ver Apartado N°2).

Los sistemas energéticos tradicionales persisten, pero su impacto socioambiental ha impulsado la adopción de energías renovables, liderada principalmente por el hemisferio norte. Ejemplo paradigmático: el Pacto Verde Europeo (2020), que institucionaliza esta transición mediante marcos normativos vinculantes. Sin embargo, esta transformación evidencia una brecha geopolítica, donde los países industrializados -principales responsables históricos de la crisis climática- avanzan hacia la sostenibilidad, mientras muchas economías del sur global mantienen modelos extractivistas dependientes.

América Latina posee los recursos naturales estratégicos para la transición energética global, particularmente el litio, lo que la convierte en foco de interés para las grandes corporaciones de electromovilidad. Empresas chinas como Tianqi Lithium (Chile), Xinjiang TBEA-Group Baocheng (Bolivia) y Zijin Mining Group (Argentina) ya operan en la región, evidenciando su papel central en la cadena global de valor. Sin embargo, la dependencia de inversión extranjera para la extracción limita el desarrollo de una industria regional de baterías de ion-litio, que podría generar avances tecnológicos y beneficios socioambientales locales. Un ejemplo destacable es la República de Chile, dado que su ciudad capital ha electrificado el 30% de su transporte público (Asesoría Técnica Parlamentaria, 2022), con planes de alcanzar el 100%, demostrando que la transición es viable con políticas estatales claras.

Por lo tanto, se considera que tres claves para una transición justa son: 1. Integración regional: Cooperación técnica y financiera entre países del Triángulo del Litio. 2. Políticas industriales: Incentivos para manufactura local de baterías y vehículos eléctricos. 3. Sostenibilidad: Mitigación de impactos ambientales y respeto a comunidades locales.

Este análisis revela una tensión fundamental: mientras el mundo avanza hacia la transición energética, los países del Triángulo del Litio (Argentina, Bolivia, Chile) enfrentan el riesgo de perpetuar su rol tradicional como exportadores de materias primas sin valor agregado. La paradoja es evidente:

1-Potencial vs. Realidad:

o Poseen el 60% de las reservas globales de litio (USGS, 2023) o Concentran menos del 5% de la capacidad mundial de producción de baterías (BloombergNEF, 2023)

2-Dependencia estratégica:

o Las inversiones chinas (ej: Tianqi, Ganfeng) controlan el 45% de los proyectos activos o Estados Unidos responde con el ABC Lithium Alliance para asegurar suministros Campos de acción prioritarios que debería llevar adelante la región:

Industrialización regional: Desarrollar clusters tecnológicos compartidos para manufactura de cátodos y baterías

Diplomacia del litio: Crear un mecanismo de coordinación permanente entre los tres países (similar a la OPEP pero con enfoque tecnológico)

Captura de valor: Implementar regalías escalonadas por precio y esquemas de transferencia tecnológica obligatoria.

Finalmente, la verdadera transición requerirá superar el modelo extractivista mediante: políticas de innovación que prioricen cadenas de valor completas, alianzas público-privadas con cláusulas de desarrollo local, y estrategias geopolíticas que aprovechen la rivalidad sino-estadounidense.

El caso chileno (con su meta de transporte público 100% eléctrico) demuestra que es posible articular recursos naturales con desarrollo tecnológico. La pregunta clave es si el Triángulo del Litio será actor o espectador de la revolución energética del siglo XXI.

[1] Publicado originalmente en https://cechinounlp.wordpress.com/2025/06/08/china-el-triangulo-del-litio-y-la-transicion-energetica-desafios-y-estrategias-en-el-mundo-multipolar/

[2] Integrante del Departamento de América Latina y el Caribe, y del Departamento de Inteligencia Artificial del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI –UNLP)