El pasado 13 de septiembre de 2025, las calles de Londres fueron el escenario de una masiva protesta contra las políticas migratorias del gobierno laborista de Keir Starmer, donde las banderas de San Jorge y la Union Jack ondearon junto a consignas como “Take back control of our borders” y “We want our country back”. Este evento, más allá de su impacto político inmediato, refleja las profundas tensiones identitarias que persisten en el Reino Unido en la era post-Brexit, y evidencia la pugna entre dos visiones antagónicas de la britanidad: una anclada en un pasado imperial imaginado y otra que abraza el cosmopolitismo del siglo XXI.
La retórica de los manifestantes — analizada desde la perspectiva de Paul Gilroy en After Empire (2004) — revela lo que el autor denomina “melancolía pos imperial”: la incapacidad de procesar la pérdida de un estatus imperial racializado y asumir plenamente la diversidad contemporánea. En este contexto, el reclamo de “recuperar el control” trasciende lo migratorio y se convierte en una batalla por la narrativa nacional, donde la identidad británica se disputa entre la nostalgia de un legado histórico idealizado y las demandas irreversibles de un mundo globalizado. Esta construcción del “Otro” –ahora encarnado en el inmigrante– actualiza el mecanismo que Linda Colley describió en “Britons” (1992), donde la identidad británica se forjó históricamente en oposición a enemigos externos, desde la Francia católica hasta los territorios coloniales.
El gobierno de Starmer enfrenta así el dilema de conciliar los derechos humanos con las demandas de soberanía, mientras la protesta expresa la crisis de legitimidad del Estado como un árbitro identitario, un conflicto que David Goodhart (The Road to Somewhere, 2017) atribuye a la división entre los “anywheres” (cosmopolitas) y “somewheres” (arraigados en territorios). Sin embargo, la contra protesta simultánea en defensa de los derechos de los inmigrantes revela que la sociedad británica dista de ser homogénea. Esta polarización, lejos de ser un fenómeno aislado, ejemplifica lo que Stuart Hall conceptualizó como la naturaleza no esencialista de la identidad: un campo de batalla discursivo en constante renegociación.
En definitiva, estas movilizaciones representan un capítulo más en la disputa por redefinir la britanidad, donde el verdadero desafío no reside en refugiarse en la nostalgia de un pasado idealizado, sino en construir una identidad pos imperial que reconozca que la grandeza de las naciones se mide por su capacidad de adaptación y su liderazgo en el orden internacional, no por su resistencia al cambio.
Federico Vaccarezza
Secretario
Departamento de Europa
IRI – UNLP