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El (nuevo) conflicto en el Golfo: historia, razones y efectos.

Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Egipto, Yemen y el gobierno del este de Libia han retirado a sus respectivos embajadores de Qatar. El conflicto, claramente dirigido por Arabia Saudita y EAU, es de larga data y puede remontarse a la década del 90’ cuando Arabia Saudita apoyó un golpe de estado en el vecino país para restablecer en el poder al emir que había sido derrocado por su hijo el año anterior. El golpe de estado fracasó y el nuevo emir, Hamad bin Khalifa al-Thani, llevó adelante una impresionante política de desarrollo del país caracterizada por intentar evadirse de los designios del gigante saudí. Así, la relación entre Qatar y Arabia Saudita estuvo marcada por una primera crisis diplomática entre 2002 y 2008, un nuevo intento de golpe de estado del que la familia Al-Thani responsabilizó a la Casa de al-Saud en 2005 y otra crisis diplomática en 2014 enmarcada en los levantamientos árabes y el apoyo de Qatar a los Hermanos Musulmanes en la región.

Sin embargo, la crisis actual es más intensa y más profunda, puesto que al retiro de sus representantes diplomáticos, estos países le han sumado el corte de todas las rutas terrestres, marítimas y aéreas, dejando a Qatar en aislamiento. Aún más: han dado a los ciudadanos qataríes en sus territorios 14 días para abandonarlos y han llamado a los propios a dejar el pequeño emirato. El aislamiento no es sólo político sino que es también territorial: la única frontera por tierra que tiene Qatar es con Arabia Saudita y depende en un 40% de las importaciones de alimentos desde este país. Este último dato y el consiguiente temor a la escasez es lo que ha llevado a los habitantes del pequeño emirato a abastecerse de productos. Y es este último dato también el que amenaza con que la crisis diplomática se convierta en una crisis de desestabilización social interna.

Arabia Saudita, EAU y quienes los siguieron acusan a Qatar de apoyar al “terrorismo” y tener relaciones non-sanctas con Irán. De esta manera, el problema para ellos es la política exterior autónoma y activa que tiene Doha respecto del Consejo de Cooperación del Golfo (CGG), más aún cuando utiliza su brazo mediático, Al Jazeera, para llevar adelante su propia agenda regional. Además de su apoyo a los Hermanos Musulmanes y a diversos movimientos políticos islámicos en el marco de las crisis que surgieron producto de la “Primavera Árabe”, la autonomía qatarí lleva al pequeño Estado del Golfo a tener relaciones con Irán con quien comparte la mayor reserva de gas del mundo. De esta manera, si bien tiene como objetivo derrocar a Bashar al-Assad y participaba junto a Arabia Saudita y EAU en la intervención en Yemen contra los Houthi, no tiene una posición anti-Irán e, incluso, ha buscado negociar con la potencia persa.

Ahora bien, nada de lo postulado hasta aquí es nuevo. Entonces, ¿por qué el conflicto estalla en este momento? Algunos hechos del último tiempo habrían convergido para que Arabia Saudita y EAU se decidieran a una acción que no deja lugar a más interpretaciones que la exigencia hacia Doha de que se alinee con la política del CCG. Por una parte, molestó mucho a sus vecinos del Golfo que el Emir Tamim bin Hamad Al-Thani telefoneara para felicitar al presidente iraní reelecto, Hassan Rouhani. Por otra, la agencia estatal de noticias qatarí publicó hace unas semanas declaraciones de Tamim en las que reconocía a Irán como una potencia regional. Doha sostiene que su agencia de noticias fue hackeada y que existe una campaña de noticias falsas en su contra y denunció que la voluntad detrás de todo esto es “la imposición de una tutela sobre Qatar, lo que es una violación de su soberanía”.

Sin embargo, quizá lo más importante es el espaldarazo que dio el presidente de Estados Unidos Donald Trump a Arabia Saudita al elegirlo como el primer destino a visitar desde su asunción al mando de la Casa Blanca. En dicha ocasión, Trump no sólo se colocó en total sintonía con la política saudí en la región, sino que acusó a Irán de ser el principal sponsor del “terrorismo global”. Este apoyo a la Casa de al-Saud podría haber envalentonado al rey y a su heredero, Mohammad bin Salmán. Ahora bien, no está claro que una disputa de este tenor en el Golfo sea de utilidad para Washington quien tiene una de sus más importantes bases militares aéreas en Qatar (Al-Udeid). Esto puede explicar la posición moderada tanto del secretario de estado, Rex Tillerson, como del secretario de defensa, James Mattis, quienes llamaron al diálogo de manera conjunta.

Teherán ha buscado rápidamente aprovechar esta ruptura afirmando que puede enviar alimentos a Doha en 12 horas, pero también ha sido prudente y ha llamado al diálogo y a la resolución del conflicto por vías pacíficas. La misma actitud ha tenido Turquía, aliado estratégico de Qatar con quien comparte posición política respecto de los Hermanos Musulmanes y con quien ha firmado hace no mucho un acuerdo de defensa que incluso le habilita la presencia de tropas en territorio qatarí. Israel, por su parte, rechaza la política de Doha de apoyo al Hamas palestino y, por lo tanto, una vez más se encontró del mismo lado que Arabia Saudita.

Qatar se encuentra en una posición muy difícil: por un lado, tiene que romper el bloqueo a riesgo de que se produzcan situaciones de desestabilización social y política en su territorio, pero, por otro lado, eso implicaría una serie de cesiones que erosionarían claramente su poder de decisión sobre su política exterior. Seguramente busque apoyo en su aliado Turquía, jugador fundamental en esta situación.

Las tensiones entre estos países tienen importantes consecuencias para la región y para el mundo ya que son actores fundamentales en la región en general y en cada uno de las crisis que tienen lugar en la actualidad en particular. De allí la importancia de entender y seguir el desarrollo de este conflicto.

Mariela Cuadro
Coordinadora
Coordinadora Departamento de Medio Oriente
IRI-UNLP