De la cumbre del G7 a Singapur acorde al modo Trump

El retiro llamativo del presidente estadounidense Donald Trump de la reunión del G7 antes de que el encuentro finalice, tuvo por efecto no solamente ser un gesto simbólico de su posición actual sobre el G7 y un anticipo quizá de la profundización de la tensión comercial global entre sus integrantes, sino además poner de realce su viaje a Singapur: establecer un énfasis respecto de que los demás presidentes continuaban en Canadá, mientras él en cambio viajaba a una reunión sensible y estratégica con Kim Jong-un, el líder de la República Popular Democrática de Corea, a concretar la primera cumbre de la historia entre mandatarios de ambos países. Justin Trudeau, anfitrión de la cumbre del G7, fue el más reciente objetivo del presidente estadounidense en su estilo estridente de relacionamiento, cuando Trump mantuvo con él un alto tono mediático en la puja sobre aranceles, que pareció salirse de cauce y puso al canadiense en la situación de reaccionar públicamente de forma tajante.

La posibilidad de una cumbre entre Estados Unidos y Corea del Norte sufrió varias idas y vueltas que la pusieron en duda. Cuando el consejero de Seguridad Nacional estadounidense, John Bolton, a fin de abril de este 2018, recomendó al gobierno norcoreano que se deshiciera por completo de su programa nuclear y sugirió tomar como antecedente el «modelo de Libia» de desnuclearización -haciendo referencia a las medidas que Libia tomó en los años 2003 y 2004, cuando anunció para poder levantar las sanciones internacionales el abandono voluntario de su programa nuclear y luego mandó para su destrucción, hacia Estados Unidos, componentes y equipos que poseían relacionados al desarrollo de armas atómicas-, sus declaraciones produjeron abierto desagrado en el gobierno norcoreano, teniendo en cuenta el desenlace de ese proceso de desarme libio, que concluyó con el colapso del régimen y el derrocamiento de Gadafi por fuerzas rebeldes con el apoyo de gobiernos occidentales.

El primer vicecanciller norcoreano, Kim Kye Gwan, declararía dos semanas después a la agencia de noticias oficial KCNA, en un comunicado, que los comentarios de Bolton amenazaban con imponerle a Corea del Norte el destino de Libia o Irak y que, si Washington exigía unilateralmente deshacerse del programa nuclear, dejarían de tener interés en las conversaciones y reconsiderarían si aceptar la cumbre próxima. Inmediatamente, el Gobierno de China pidió a Estados Unidos y a Corea del Norte que fueran flexibles y que no desperdiciaran la «duramente conseguida distensión en la península de Corea»: el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores, Lu Kang, manifestó entonces que ambos países debían asegurar que el encuentro se celebrase según lo previsto y que proveyera resultados sustanciales. Pero cuando, el 24 de mayo, el Instituto de Armas Nucleares de Corea del Norte demolió públicamente ante periodistas su centro de pruebas nucleares de Punggye-ri, en cumplimento del compromiso de desmantelamiento público tras la cumbre con el presidente de Corea del Sur y como gesto de Corea del Norte para demostrar voluntad real de abandonar su programa atómico, la respuesta estadounidense fue, por el contrario, la cancelación de la cumbre prevista para el 12 de junio, cancelación que apenas horas después anunció sorpresivamente Donald Trump, acorde a sus desconcertantes formas de actuar, argumentando hostilidad en las manifestaciones norcoreanas respecto de su Gobierno. Luego de esa escalada de acciones y declaraciones, Trump con el correr de los días modificó su tono manifestando disposición a conversar, mientras que en sintonía Kim Jong-Un se reunió inesperadamente con el presidente Moon Jae-in, de Corea del Sur, para avanzar en la implementación de los compromisos de paz a los que habían arribado en su primera cumbre.

Finalmente, la posibilidad de una cumbre Trump-Kim lentamente fue restablecida.

Si bien durante los preparativos se consideró que tratarían de firmar un tratado de paz de largo término a la Guerra de Corea, esto aún no se produjo. Aunque luego de la cumbre, continúan los trabajos para detallar tanto la desnuclearización referida como los pasos próximos en la distensión de la península.

Los mandatarios, en el encuentro del 12 de junio en Singapur, firmaron un documento conjunto, estableciendo cómo será la relación en el próximo tiempo: el acuerdo de Sentosa. El presidente de Corea del Sur, manifestó en un comunicado que espera que este documento sea recordado como un evento histórico que ayude a «derrumbar el último legado de la Guerra Fría que queda en el mundo».

Los mandatarios de Estados Unidos y Corea del Norte, establecieron cuatro puntos de acuerdo. Expresaron su compromiso a trabajar por la completa desnuclearización de la península. Estados Unidos, se comprometió a garantizar la seguridad de Corea del Norte, lo cual se puede leer también como garantías de seguridad para que el mandatario norcoreano no sufra el mismo recorrido fatal de Muamar el Gadafi o de Saddam Hussein.

Dejaron sentado en el documento conjunto que las nuevas relaciones entre los dos países contribuirán a la paz y la prosperidad de la península coreana y del mundo, y que son la base para edificar la confianza mutua. Se comprometieron ambos firmantes a construir un régimen de paz duradero y estable.

Reafirmaron en el documento la Declaración de Panmunjom para la Paz, la Prosperidad y la Unificación de la Península de Corea, del 27 de abril de 2018, donde ambas Coreas acordaron trabajar hacia la completa desnuclearización.

Por último, establecieron un compromiso de recuperar los restos de los prisioneros de guerra y de los desaparecidos en combate de la Guerra de Corea, incluyendo esto la repatriación inmediata de los ya identificados. Este asunto es de mucha sensibilidad de cara a la opinión pública estadounidense, se estiman que esto implica a unos 6000 casos de prisioneros de guerra y desaparecidos en combate.

Establecen en el acuerdo que las negociaciones de seguimiento serán dirigidas por el Secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo y por un funcionario relevante de alto nivel de Corea del Norte, en la fecha más pronta posible, para avanzar en la implementación.

Si bien no fue parte de la cumbre, la presencia china se hizo notar en algunas señales manifiestas. En este sentido, el avión que transportó a Kim Jong-un a Singapur no fue una aeronave de la flota norcoreana, que se integra con aviones de la era soviética, sino un avión Boeing 747 chino de Air China usualmente asignado al Premier chino, Li Keqiang, el cual si bien es un avión de origen estadounidense se encuentra reacondicionado completamente en sus interiores en atención a la privacidad ante filtraciones de datos. También es de notar que cuando la cumbre amenazó a no realizarse por las declaraciones altisonantes estadounidenses y norcoreanas, China intervino públicamente para aplacar los ánimos y a favor de que las partes dejaran de lado ese tono hostil y mantuvieran el encuentro.

En un análisis crítico del documento, por una parte, si se toma como base la Declaración de Panmunjom, la desnuclearización convenida es entendida como parte de un desarme más bien global y mutuo y no como un desarme unilateral de Corea del Norte. A su vez, por otra parte, la generalidad que posee el punto 2 sobre la paz, deja la impresión de que no existe aún un compromiso directo para que el deseo de paz se convierta en un tratado de paz en reemplazo del armisticio de 1953, lo cual conllevaría la participación de otras naciones que intervinieron, como China. Igualmente genéricas resultan las garantías de seguridad manifestadas por Estados Unidos respecto a Corea del Norte. El punto más esperado quizá por parte de los Estados Unidos, la completa desnuclearización, no resulta ser el DCVI (desmantelamiento completo, verificable e irreversible) del arsenal nuclear norcoreano, sino la reafirmación de la Declaración de Panmunjom, sin ningún avance adicional.

El anuncio imprevisto de Trump del cese de las maniobras conjuntas militares en península coreana, descolocó a propios y a ajenos. Al parecer tanto descolocó al Pentágono como a los aliados de Estados Unidos en la región, aunque el secretario de Defensa se vio en la posición de aclarar que estuvo informado previamente. En la conferencia de prensa posterior al acuerdo manifestó que esas actividades son «demasiado provocativas y caras», aunque no indicó si el cese sería inmediato. Esa promesa representaría un cambio significativo en el actuar militar estadounidense en la región, que para sus aliados regionales, como Japón o Australia, han resultado históricamente una faceta del compromiso de los Estados Unidos con la seguridad regional. Es de destacar que esta promesa no está incorporada como compromiso en la declaración de Sentosa. Un comunicado posterior del comando de las fuerzas estadounidenses en Corea del Sur, USFK, expresó por ahora que “no recibió instrucción alguna sobre la implementación o el cese de las maniobras, incluido el ejercicio Ulchi Freedom Guardian”, el cual se programaba para fin de verano, y que mantendrían su “postura militar mientras no recibamos nuevas instrucciones del departamento de Defensa y/o del Comando Indo-Pacífico (IndoPacom)”. En 2017 participaron de estas maniobras conjuntas unos 17500 militares estadounidenses. Ya a principios del año se postergaron temporariamente otros ejercicios conjuntos -el Key Resolve y el Foal Eagle-, por los Juegos Olímpicos invernales en Pyongyang, aunque luego se retomaron. Los Juegos terminaron siendo el primer escenario de esta etapa de deshielo del conflicto peninsular, celebración deportiva que a la vez permitió a Corea del Norte mostrarse al mundo y dio nuevos espacios de diálogo con Corea del Sur. Estos simulacros militares periódicos pusieron durante años una recurrente tensión que Corea del Norte ha tildado como «ensayo de invasión».

Hacemos votos para la estabilización de la región y para que este acuerdo de la isla de Sentosa, sea el principio de un proceso más concreto de paz en la península coreana y permita de una vez llegar a firmar un tratado de paz que culmine las hostilidades recurrentes y las tensiones que han persistido durante décadas a la tragedia de la Guerra de Corea.

Gabriel Alejandro Chapunov
Departamento de América del Norte