Este martes 9 de setiembre, las Fuerzas de Defensa de Israel junto al Shin Bet -acrónimo de la Agencia Israelí de Seguridad- llevaron a cabo un ataque apuntado a los altos cargos de Hamas apostados en Doha, extendiendo el rango geográfico de sus actividades militares. El bombardeo fue dirigido a las oficinas en las que el grupo islámico palestino ha establecido la base de su brazo político desde el año 2012, cuando Khaled Mashal, el líder de la organización en el exilio, se estableció en Qatar. Entre las víctimas mortales, según Hamas, no se cuentan sus líderes, pero sí otras seis personas, contando entre ellas a un funcionario qatarí.
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Qatar ha emitido un comunicado condenando el ataque israelí contra los miembros del Politburó de Hamas, en base a las normas del Derecho Internacional Público. Asimismo, aseveró que no pasará por alto ninguna disrupción de la seguridad regional. Si bien no imposible, una hipotética represalia militar por parte de Qatar, un país con una población y Fuerzas Armadas relativamente pequeñas cuya seguridad depende principalmente de su estatus como aliado importante extra-OTAN y su vínculo con Estados Unidos, es ciertamente poco probable. Considerando la estrecha relación entre Washington y Tel Aviv, el apoyo militar necesario para sostener una confrontación debería provenir de sus vecinos y de la esfera árabe.
El bombardeo en Doha ha provocado una corriente de solidaridad de la esfera musulmana. Kuwait, Jordania, Irak, Maldivas y Arabia Saudita, entre varias otras naciones, acompañaron la condena a lo que el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, denominó como “una flagrante transgresión a la soberanía e integridad territorial qatarí”.
El gobierno de Emiratos Árabes Unidos, parte de los acuerdos de Abraham que establecieron relaciones entre países árabes e Israel, se solidarizó con la “nación hermana” de Qatar, asegurando que la seguridad de los Estados del Golfo Árabe es indivisible. No obstante y a pesar del apoyo del Consejo de Cooperación del Golfo y su voluntad de condenar efectivamente a Israel por sus disrupciones de la estabilidad regional, su comunicado no habla sobre la posibilidad de una respuesta militar. La posibilidad de que dicho respaldo se traduzca en auxilio securitario permanece como una incógnita.
Luego de que Hamas se adjudicase la responsabilidad por el tiroteo que acabó con la vida de seis personas y dejó seriamente heridas a otras seis en las afueras de Tel Aviv este lunes, la ofensiva israelí se constituyó como una represalia parte de un plan para destruir completamente al grupo islámico. El bombardeo de este martes ha sido compaginado con la zozobra sembrada entre los palestinos alojados en Gaza, quienes fueron testigos de una lluvia de folletos que anticiparon la ambición israelí de avanzar definitivamente sobre el área, esbozada a principios de agosto por el Gabinete de Seguridad en Tel Aviv.
Israel, a través de la palabra de Benjamin Netanyahu, ha tomado completa responsabilidad por la acción militar, descartando cualquier complicidad de Estados Unidos. El domingo, mediante un posteo en la red social Truth, Donald Trump anunció que Israel había aceptado los términos de su propuesta para imponer un cese al fuego. El mensaje estaba acompañado de un ultimátum a Hamas, a quienes, alegadamente, el Presidente norteamericano había advertido sobre las consecuencias de no transigir. El aparente desentendimiento de las condiciones impuestas por la Casa Blanca representado por el tiroteo del lunes exigía la aclaración del Primer Ministro israelí.
Qatar ha participado activamente en la mediación entre las partes del conflicto desatado el 7 de octubre de 2023 y ha sido un actor clave para convenir el cese al fuego en enero del presente año. La mediación en diversas disputas regionales se ha consolidado como uno de los pilares de la agenda de política exterior qatarí. Doha ha intensificado su actividad diplomática como parte de un esfuerzo para establecerse como el hegemón de la esfera sunita, imponer una plataforma internacional basada en el poder blando y asegurar su seguridad y estabilidad político-económica.
No obstante y en medio de acusaciones cruzadas sobre la responsabilidad con respecto a la dilación del cese al fuego, las esperanzas de llegar a un nuevo acuerdo han quedado truncas ante el rechazo israelí y norteamericano a las propuestas acercadas por Qatar y Egipto. El ataque directo contra el territorio de uno de los Estados clave en la mediación del conflicto -dirigido a la comitiva a cargo de las negociaciones por parte de Hamas- supone la amenaza de vaciar la mesa de negociaciones de actores o dejar sólo a un firme aliado de Israel como los Estados Unidos.
La ofensiva israelí, además, dispara las alarmas en Ankara, donde se encuentra alojada parte de la comitiva de Hamas encargada de negociar el cese al fuego. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Turquía acusó a Israel de desnudar sus intenciones atacando en plena deliberación sobre las condiciones para arribar a un acuerdo, dejando en claro que buscaba la guerra, y no la paz. El comunicado afirmó su apoyo a Qatar en la confrontación del ataque, pero el alcance de esta actitud no está determinado en las palabras emitidas desde Ankara.
El recrudecimiento de la ofensiva israelí parece postergar la postrimería del conflicto. Tanto el bombardeo, como la ambición de avanzar sobre Gaza definitivamente, son el testimonio de un accionar completamente impune por parte de Israel y el presagio de un futuro poco auspicioso para la paz en Oriente Medio. Ante la ineficacia de un ataque que no logró acabar con los líderes políticos de Hamas y la presencia de parte del brazo político de Hamas en Turquía, la incertidumbre reina sobre un escenario dónde es imposible asegurar que Qatar tendrá la voluntad de seguir oficiando como mediador o descartar la posibilidad de nuevos ataques.
Lenny Favre
Integrante
Departamento de Medio Oriente
IRI – UNLP