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La visita de Ahmed Al Sharaa a la Casa Blanca: de paria a interlocutor

Tras más de una década de intentos de cambio de régimen frustrados, Estados Unidos parece haber alcanzado su objetivo en Siria por vías indirectas. El ascenso político y mediático de Abu Muhammad al-Golani, hoy Ahmed Al Sharaa, revela una nueva etapa en las relaciones bilaterales. Desde el inicio del conflicto en 2011, Washington apostó por una estrategia de “cambio de régimen” que combinó sanciones, aislamiento diplomático y apoyo a grupos opositores. Aunque en su momento esa política no logró derrocar a Bashar Al Asad, el colapso de su gobierno en diciembre del año 2024 y la emergencia de nuevos actores políticos sugieren que Estados Unidos finalmente consiguió su objetivo.

Desde comienzos de los años 2000, la política de sanciones de Estados Unidos hacia Siria se utilizó como instrumento de presión para aislar y debilitar a Bashar Al Asad. La Ley de Responsabilidad y Recuperación de la Soberanía Libanesa (Syria Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act, 2003) inauguró este ciclo, al acusar a Damasco de ocupar militarmente el Líbano, apoyar al terrorismo y desarrollar armas de destrucción masiva, imponiendo restricciones diplomáticas, embargos tecnológicos y sanciones a individuos y entidades vinculadas al gobierno sirio.

Tras el estallido del conflicto en 2011, Washington y la Unión Europea ampliaron drásticamente las medidas, congelando activos, bloqueando exportaciones de petróleo y limitando las transacciones financieras, mientras que sucesivas órdenes ejecutivas estadounidenses (E.O. 13572, 13573, 13582 y 13606) extendieron el alcance de las sanciones al círculo más cercano al poder sirio. Esta metodología alcanzó su punto culminante cuando el gobierno de Al Asad había ya recuperado el control de aproximadamente el 80 por ciento del territorio sirio, de la mano de Rusia e Irán. En ese contexto, en Estados Unidos se promulgó la Ley César de Protección de Civiles Sirios (Caesar Syria Civilian Protection Act, 2020), que institucionalizó un sistema de sanciones secundarias contra cualquier Estado, empresa o individuo que colaborara con el gobierno sirio en sectores como energía, reconstrucción o defensa. En conjunto, estas disposiciones consolidaron un sistema de presión económica y diplomática que erosionó la capacidad del Estado sirio y condicionó la reconstrucción de la posguerra.

Por otro lado, la figura de Abu Muhammad al-Golani, líder del otrora grupo terrorista Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), adquirió un rol inesperado. Su transformación mediática —de terrorista radical buscado por Estados Unidos, a “administrador civil” de Idlib, y luego presidente de facto de Siria— se ha visto beneficiada gracias a la aceptación occidental. Su nueva imagen ha sido cuidadosamente proyectada a través de entrevistas con medios internacionales y diversos discursos donde se promueve una narrativa de liderazgo “moderado” e interesado en la estabilidad y seguridad del pueblo sirio. En sus apariciones a partir de la toma de Damasco, Golani se presenta con vestimenta civil, evitando referencias religiosas que lo acerquen a su pasado extremista. Se trata de una operación de “blanqueo” simbólico de su imagen de terrorista internacional, a líder político moderno. De esta manera, Sharaa ha logrado la aceptación de lideres mundiales occidentales que han legitimado su poder a través de encuentros donde han reformulado sus posturas y discursos.

En ese sentido, se ha procedido a la eliminación de las sanciones impuestas por Estados Unidos que estaban bajo la autoridad directa del presidente (las ordenes ejecutivas), y a la suspensión de la Ley Cesar, que ahora busca ser derogada en el Congreso, donde solo falta la ratificación de la Cámara de Representantes. La derogación de estas medidas coercitivas utilizadas para forzar cambios de conducta de los gobiernos afectados, envía un mensaje político claro: el apoyo a Sharaa en su gestión y la legitimación de su poder.  Inclusive, días antes de su visita a la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas levantó las sanciones que pesaban directamente sobre Al Golani y su actual ministro del Interior, Anas Khattab, considerando que hoy están trabajando para cumplir compromisos en la lucha antiterrorista y antidrogas, promoviendo la seguridad y estabilidad regional.

De esta manera, Estados Unidos aprovecha para reposicionarse como actor esencial en el proceso de reconstrucción de Siria, desplazando del rol protagónico a Rusia, que supo posicionarse como potencia mediadora indispensable en el complejo tablero que supone dicho país.

Sin embargo, Sharaa tiene muchos desafíos por delante. El país cuenta con una infraestructura devastada por años de conflicto, un alto nivel de desempleo e inflación, al mismo tiempo que un sistema financiero colapsado. Además, la unificación de los grupos armados para conseguir el monopolio del uso de la fuerza por parte del gobierno no es una tarea fácil.

Por otro lado, el pasado de Golani lo vincula a años de violencia, represión y persecución de ciertos grupos religiosos, especialmente musulmanes que no comulgaban con la versión tergiversada del islam propuestas por grupos como ISIS o Al Qaeda. La persecución a las minorías en Siria sigue siendo una realidad, especialmente en lo que respecta a las minorías alauita y drusa, que han sido objeto de violencia sectaria en los meses transcurridos desde la toma del poder, lo que deja dudas sobre la seguridad interna y la posibilidad de instaurar un gobierno que unifique y represente a todos los grupos étnicos y religiosos que conviven en territorio sirio.

Finalmente, el gobierno de facto deberá equilibrar su acercamiento a Occidente con la influencia de actores regionales como Turquía o Qatar, al mismo tiempo que no puede soslayar el rol de Rusia, que sigue manteniendo presencia militar a través de sus bases en la costa del Mediterráneo.

Para que surja una nueva Siria, al Golani o Sharaa tendrá que convertir la narrativa de transformación en un cambio concreto, no solo en su persona sino en el propio Estado sirio.

Leila Mohanna
Integrante
Departamento de Medio Oriente
IRI – UNLP