Algunas reflexiones a propósito del Día Internacional de la mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora

Al fin comprendí
¡Al fin!
Ya no retrocedo
¡Al fin!
Y avanzo segura
¡Al fin!
Avanzo y espero
¡Al fin!
Y bendigo al cielo porque quiso Dios
que negro azabache fuese mi color.

 Victoria Santa Cruz, compositora afroperuana.

 

 El 25 de julio pasado se celebró el Día Internacional de la mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora; ya que conmemora el primer congreso –realizado en 1992, en República Dominicana− en el que se reunieron más de 400 mujeres latinoamericanas y del Caribe, “a favor de la reivindicación de la mujer afro y fue enfocado en generar un cambio significativo en ejes transversales como la discriminación racial, violencia, sexismo, exclusión, pobreza y migración”, de acuerdo a Amnistía Internacional.

En la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, desarrollada del 31 de agosto al 8 de septiembre de 2001, en Durban, Sudáfrica, se reconoció que “la xenofobia, en sus diferentes manifestaciones, es una de las principales fuentes y formas contemporáneas de discriminación y conflicto, y que para combatirla los Estados y la comunidad internacional tienen que prestarle urgente atención y adoptar rápidamente medidas” y que se debe “asegurar el pleno disfrute de todos los derechos humanos, económicos, sociales, culturales, civiles y políticos, que son universales, indivisibles, interdependientes e interrelacionados, y para mejorar las condiciones de vida de los hombres, las mujeres y los niños de todas las naciones”[1].

A pesar de los avances en materia de derechos humanos y políticas que persiguen la inclusión de lxs afrodescendientes, como cuotas en las universidades públicas y algunas acciones afirmativas (es el caso de Brasil[2]), las mujeres negras en Nuestra América siguen siendo víctimas de una triple discriminación; esto es: por género, raza y clase socioeconómica. Es decir, además de la subalternización y las distintas formas de violencia que padecemos las mujeres en el mundo por el hecho de no pertenecer a la identidad que se ha construido como hegemónica (la de los varones cis, heterosexuales, blancos y clase media/alta), a las afrodescendientes se les suma la estigmatización de carácter eurocéntrica que aún rige en las subjetividades de nuestros pueblos, y que está ligada de forma directa con el tipo de empleos/cargos (y salarios) a los que acceden. En otras palabras, existe una nefasta correlación entre color/género y estratificación social.

Las mujeres racializadas aún cargan con los estigmas de una época colonial que siguen vigentes en los imaginarios de una región que no destierra los posicionamientos fundamentalistas y de nacionalismos rancios, cargados de discursos oficiales que no hacen más que instalar el androcentrismo y la xenofobia. Por esa sobrevivencia de la cultura racista y misógina, las negras siguen siendo sub-representadas en muchos espacios de toma de la palabra y lugares de poder.

¿Quiénes de todxs lxs lectores de esta nota saben quién era María Remedios del Valle? En pleno auge del revisionismo histórico y la perspectiva de género, con la evidente urgencia de incorporar la her story de las mujeres negras, las heroínas “de color” siguen sin ser visibles; con la paradoja racista de que parecería ser su piel –atributo al que se le asignan una serie de prejuicios y estereotipos− la que alienta estos “olvidos”. La Capitana, como le decían, fue una afrodescendiente que combatió durante la guerra de Independencia de Argentina. Efectivamente, la “Madre de la Patria”[3] argentina era negra. En un país que se sigue definiendo desde la blanquitud y europeidad, éste dato es apenas asimilable[4]; pues, tal como sostienen Geler, Guzmán y Lamborghini (2017:60), “el discurso de la «desaparición» afroargentina instituy(ó) un mito de origen de la nación cuyos efectos persisten”[5].

Por otra parte, no quisiera dejar de hacer al menos una pequeña reflexión sobre las deudas que aún tenemos en la academia; incluso desde las trincheras que custodiamos las feministas y otras identidades no binaries, para pensarnos y problematizar el mundo desde los lentes violetas (y/o multicolor). La semana pasada se celebraron en Mar del Plata las XIV Jornadas Nacionales de Historia de las Mujeres y el IX Congreso Iberoamericano de Estudios de Género; un evento enorme y poderoso, cuya organización fue destacada. Sin embargo, la pregunta que nos quedó latente fue: ¿la historia de qué mujeres rescatamos?

En la actividad hubo dos mesas coordinadas por mujeres negras brasileras, es cierto. Yo misma asistí a una. Sin embargo, en el panel de cierre no había ni una sola de ellas. Sí estaban Moira Millán, lideresa mapuche, Coordinadora del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, y estaban Ornella Infante y Agustina Ponce, compañeras trans, que (nos) recordaron que también las excluimos del banquete del saber/poder durante mucho tiempo. Pero no hubo ni una sola mujer negra cerrando el Congreso, y ése fue el argumento que en plena exposición de las interlocutoras anunciadas esgrimieron algunas de las afrodescendientes para retirarse ofendidas[6].

Previo al reclamo por la ausencia de representación, desde el escenario una investigadora blanca nos recordó,en un portugués amable, la figura de Marielle Franco. Ante el grito de su nombre, todxs gritamos “¡Presente!” Entonces, reivindicamos a la lideresa asesinada como emblema de una mujer fuerte que luchaba contra las desigualdades desde la periferia de Río de Janeiro, pero seguimos sin incorporar corporalidades negras en las mesas centrales de los actos científicos. Hagámonos cargo: nuestra academia sigue teniendo sesgos racistas y excluyentes. Incluso quienes denunciamos las opresiones patriarcales, reproducimos muchas veces las lógicas del “amo”.Argentina es un país que sigue negando que tiene problemas raciales, y es justamente en esa interiorización de la segregación que cometemos estas omisiones.

Por todo lo anterior, y pensando en un nuevo aniversario del Día Internacional de la mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora, desde el CEGRI creemos que el feminismo “indoamericano” (expresión acuñada por Millán y su comunidad) plurinacional, anticapitalista y diverso, debe ser antirracista. Sin esa bandera, sin dudas, nos convertimos en cómplices del mismo sistema que denunciamos.

 

[1] El documento completo puede visualizarse en: https://www.un.org/es/events/pastevents/cmcr/durban_sp.pdf

[2]Por ejemplo, a través del Instituto Rio Branco, con la implementación en 2002 de un programa conocido como Beca-Premio de vocación para la diplomacia, y que durante la presidencia de Henrique Cardoso y la gestión de Lafer en el Ministerio de Relaciones Exteriores, buscó disminuir la brecha de desigualdades para lxs afrodescendientes que quisieran concursar para acceder a la carrera diplomática en Brasil (Velasco Molina. M, 2017, “La participación de los afrodescendientes en el Ministerio de Relaciones Exteriores en Brasil”).

Asimismo, cabe recordar que la ex mandataria Dilma Vana Rousseff insistía en algunos de sus discursos sobre la importancia de que más mujeres negras formaran parte de Itamaraty.

[3]Ésta era una de las formas de referirse a María Remedios del Valle, junto a los apodos de“La Capitana” y “Niña de Ayohuma”. Para más información, ver el artículo de Florencia Guzmán (2016), disponible en: http://nuevomundo.revues.org/69871

[4] Cabe destacar que recién el 8 de noviembre de 2013 ha sido establecido por Ley N° 26.852 como el Día de los/ las afroargentinos/as y de la Cultura Afro, en memoria del fallecimiento de María Remedios del Valle. Sin embargo, son contadxs lxs argentinxs que conocen a esta heroína, incluso en ámbitos que podrían definirse como “intelectuales”.

[5] Geler, L., Guzmán, F. y Lamborghini, E. (julio-diciembre 2017). Los estudios afrodescendientes en Argentina: nuevas perspectivas y desafíos en un país «sin razas». Tabula Rasa, (27), 67-101. doi: 10.25058/20112742.445

[6]Cabe aclarar que, junto a ellas, parte del público presente se levantó y retiró del auditorio, como forma de apoyo al reclamo de las compañeras negras.


Dulce Daniela Chaves

Coordinadora
Centro de Estudios en Género(s) y Relaciones Internacionales
IRI-UNLP